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Basquiat, ¿excéntrico?

Por: Bibiana Camacho

Según el diccionario de la Real Academia Española, un excéntrico es una persona de carácter raro, extravagante, también se refiere a algo que está fuera del centro. Podríamos decir que un excéntrico es un individuo que no sigue al rebaño; no se trata de alguien raro, pues “raro” tiene una connotación peyorativa; más bien se trata de alguien con un toque de misterio e, incluso, buen gusto.

Oscar Wilde, Fernando Pessoa, Vincent van Gogh, Paul Gauguin son artistas que podemos considerar excéntricos, aunque el simple hecho de que se hayan dedicado a las artes les da, de por sí, una distinción. Los artistas antes mencionados no sólo tienen una obra de gran calidad, se adelantaron a su tiempo, son universales en sus propuestas estéticas y tuvieron vidas totalmente diferentes al resto de las personas de su época e incluso de la nuestra.

Hoy en día resulta más difícil encontrar a un artista auténtico. Tal parece que los actores, cantantes, pintores, escritores y artistas en general son creados ex profeso para cumplir con un propósito comercial. Sólo el tiempo determinará quién sobrevive y quién no.

Jean Michel Basquiat nació el 20 de diciembre de 1960 en Brooklyn, NY. Es considerado el artista visual negro más exitoso en la historia del arte afroamericano. Y mucho de la leyenda que lo rodea fue generada por él mismo. El hecho de que haya crecido en las calles del ghetto, ignorante del arte y de la historia, es falso; su vida fue una vida ordinaria de clase media.

Hijo de inmigrantes caribeños, su origen no era para nada marginal. Su padre, ex ministro de estado en Haití y contador en Estados Unidos, solía regalarle papel para dibujar desde los cuatro años. Su madre lo llevaba a visitar varios museos en Brooklyn y Manhattan. Basquiat nutrió desde pequeño su imaginario con las obras de Pablo Picasso, Jasper Johns y Jean Dubuffet por mencionar algunos. Otra influencia temprana fue el libro Gray’s Anatomy, que revisó mientras convalecía de un atropellamiento a los seis años. Los diagramas, estructuras y esquemas fueron determinantes para la concepción de su arte.

A pesar del ambiente ordinario en que se desarrollaba, Basquiat no lo era; asistía simultáneamente a la escuela privada y pública y en ambas era indisciplinado. A los quince huyó de casa, se rapó y se fue a vivir al parque Washington Square. Cuando su padre lo encontró unos días después, le dijo: “Papá, un día, voy a ser muy, muy famoso”.

Abandonó su casa definitivamente a los 17 años para vivir en la calle. En ese momento, Basquiat y su amigo Al Díaz ya habían pintado grafiti en los muros y puentes del bajo Manhattan con la firma “SAMO”, que representaba la frase “same old shit” (la misma mierda de siempre). Estas pintas mezclaban símbolos extraños y comentarios sociales, con frecuencia poéticos. Algunas de las frases que captaron atención de inmediato fueron: “SAMO as an alternative to god” (SAMO como alternativa de dios) o “Pay for soup, build a fort, set it on fire” (paga por la sopa, construye un fuerte, préndele fuego). Sin embargo, lo que Basquiat quería era cierto tipo de atención de cierto tipo de gente. Las frases de SAMO pronto aparecieron en paredes cerca de galerías de arte importantes y antros. Aunque era anónimo, adquirió celebridad. Dormía en el parque Washington Square y en departamentos de amigos; vendía postales y playeras pintadas a mano para sobrevivir.

En algún momento, alrededor de 1980, apareció la frase “SAMO está muerto” en los alrededores de Soho. Basquiat mató su alter ego luego de un desacuerdo con su amigo Díaz. Este rompimiento incrementó su creatividad.

Pronto fue descubierto por un contingente de críticos y artistas (lo creían el próximo Van Gogh). Y en sus 20 expuso individualmente por el mundo. En 1984 expone en el Museum of Modern Art de Nueva York. En pocos años, alcanza un éxito inusitado, con más de 40 exposiciones individuales y alrededor de 100 colectivas. Pertenecía a la clase acomodada, pero por su negritud los coleccionistas blancos lo erigieron icono de la urbanidad decadente. Las galerías emergentes de Greenwich Village apostaron por la precoz voluptuosidad de una pintura que, revestida de ingenuidad y marasmo, contrastaba irresistiblemente con la personalidad seductora de su autor. Basquiat fue un estilista de la vida popular, mientras encarnó con gracia tanto el papel de rebelde malandrín como el de genio marginado.

Tuvo una producción frenética, miles de pinturas y dibujos a través de siete años, interrumpidos por periodos de drogadicción con heroína. Basquiat se mimó solito: fue aprehendido por el esnobismo delirante que agudizó su consumo de heroína. Compraba departamentos de diseño carísimos para luego destruirlos con sus propias pinturas. Eventualmente fue un gran consumidor de televisores, estéreos, comida orgánica y aparatos electrodomésticos. En 1985 aparece en la portada de The New York Times Magazine. El título era Nuevo arte, nuevo dinero: la comercialización del artista americano. Durante su carrera despilfarró el dinero que muy pronto comenzó a ganar de forma estrepitosa: hacía fiestas lujosas, comía en restaurantes caros y regalaba dinero a los extraños.

En1982, Basquiat conoció a Andy Warhol, quien lo tomó como protegido, aunque en el fondo también había sido irremediablemente seducido por el virtuosismo puntiagudo de este efebo temperamental. Basquiat poseía talento en bruto.

La cercana relación de los dos hombres que se desarrolló en 1983 fue simbiótica; de Basquiat, Warhol trazó energía y una liga a la escena del arte contemporáneo. Por su parte, Warhol inculcó a su colega consejos de negocios y un espíritu de vida saludable. Alentó a Basquiat para que hiciera ejercicio y se drogara menos. Los dos artistas trabajaron juntos, pero en 1985 se dieron cuenta de que no estaba funcionando, sólo habían vendido una pieza y no estaban satisfechos. La relación se enfrió.

La muerte de Warhol en febrero de 1987 eliminó el rencor que le guardaba Basquiat. Se recluyó debido a la tristeza y produjo muchas obras, pero incrementó su consumo de heroína. Gastaba dos mil dólares en cocaína y heroína. Sus amigos estaban preocupados por su alto consumo de drogas y su comportamiento errático, que incluía signos de paranoia.

La vida de Basquiat fue un conjunto de contradicciones y mitos. Cuando murió de una sobredosis de heroína, estaba solo, acostado boca abajo en el piso de su cuarto el 12 de agosto de 1988, a la edad de 27. Aunque al comienzo su obra rebosó una perspicacia originalísima y brutal, hacia el final despanzurró mediocridad.

Su mejor etapa es la primera: sin prejuicios mercantiles, exhibiendo una cólera virgen y desencanto epitomizado entre la bonanza y el glamour; cuando aún podía ser considerado como un excéntrico, fuera de todo centro. Luego se convirtió en un “excéntrico” centrado en la avalancha de consumo y especulación de los nuevos ricos ochenteros, que nada tenían que ver con los ideales originales del artista.

Sus admiradores sostienen que fue un genio, cuya adicción a las drogas le proporcionó estados mentales necesarios para su creación. Otros piensan que fue un producto más que tenía todos los requisitos para convertirse en una especie de ídolo: negro, “pobre”, drogadicto, genial y “excéntrico”. Pobre nunca fue y su excentricidad original se desvaneció en los manjares del éxito y la riqueza.

bibianacj@gmail.com

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