Revés Online

Calle 13 y el terremoto de Japón

Por Francisco Valenzuela

Las fotos son de Gilberto Pizarro

La primera vez que escuché a Calle 13 fue de camino a Guanajuato. Viajábamos rumbo a un festival de cine y el chofer designado “subió el volumen a la música satánica”. -Quita eso -protesté, pero fui callado por el resto de pasajeros que sólo tuvieron una expresión para cancelar mi comentario: -Aliviánate, están cool, -dijeron, y para no hacerme pesado el trayecto, pues mejor me les uní al desmadre.

En una acción que consideré innecesaria, el encargado del volante me hizo ver que aunque parecía un simple reggaetón, lo de Calle 13 era un concepto divertido y con letras ingeniosas, lo que pude comprobar cuando puse atención a ciertos fragmentos de la popular Atrévete, metáforas que meten en un mismo relato a una fan de Cold Play con un explosivo palestino, picante humor negro que se conjuga con la incorrección oral de Mala Suerte (rola censurada a dúo con La Mala Rodríguez) y la conciencia social de No hay nadie como tú (“en el mundo hay inocentes, hay homicidas, hay muchas bocas y poca comida”).

Desde entonces bajé algunas rolas del Residente y el Visitante, además de que les he seguido la pista a sus constantes declaraciones contra políticos latinoamericanos y su natural resentimiento contra un estado norteamericano que tiene sometida a la isla puertorriqueña. Así, asistir al concierto de este aparente dueto (en el escenario hay tres trompetistas, dos percusionistas, batería, guitarra, bajo, teclados y la voz femenina de PG-13) sólo me hizo comprobar que mucho más que una vulgar banda de reggaetón, la Calle 13 es una literal fiesta de locos aderezada con mensajes de unidad, tolerancia y mensajes muy explícitos que incomodan a ciertos funcionarios.

Luego de varios mezcales, un desastroso dj y uno que otro cigarrillo, se apagaron las luces y empezó el show. Arrancó con el Baile de los pobres y terminó con Latinoamérica, una muy buena pieza con admirable capacidad de síntesis: “Soy América Latina, un pueblo sin piernas pero que camina”.

Era viernes; en el lejano oriente los tsunamis sembraban la destrucción y en la Ciudad de México moría una muy buena cantante.

Pero en Morelia algunos la pasábamos bien. Y el probable fin del mundo tan sólo nos valía madre.

Salir de la versión móvil