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Las cosas que uno hace por amor a la playera

Por Emma Monroy

Mi papá nunca ha sido celoso de los novios que le llevamos a la casa, pero hace una distinción entre los que gustan del futbol y los que no. Los primeros le despiertan simpatía, los segundos indiferencia.

Por eso cuando D le presentó a M, y resultó que además de futbolista, le iba a las Chivas, se convirtió en su yerno favorito.

La Ciudad Cooperativa Cruz Azul es en realidad una colonia de Tula, Hidalgo. Solía llamarse Jasso, pero como la liga mexicana no admitía que los equipos llevaran nombres de marcas, los directivos de la cementera le cambiaron el nombre a la localidad, así el equipo representa a una comunidad y no a una empresa.

En Cruz Azul, todo, evidentemente, es azul y relativamente cooperativo, pues la cementera regalaba a los trabajadores entradas para toda la temporada. Del Auditorio de esa pequeña ciudad, que es más ciudad que la que la alberga, -Tula-, salen camiones que llevan gratis a los aficionados del Cruz Azul.

El papá, el hermano y M jugaron en la cantera del Cruz Azul, así que conseguir boleto y viaje era más sencillo. Y como cualquier yerno que quiere quedar bien con el suegro, M no dudó en invitar a mi papá a viajar juntos para ver a las Chivas enfrentarse al Cruz Azul en el Estadio Azul, que hoy se llama Ciudad de los Deportes y es casa del Atlante.

Muy puntuales llegaron, M, D, mi papá y mis primos Lalo y Quique, que sí son aficionados del azul.

-Les vamos a decir que ustedes son chivas -bromeaban mis primos.

-¡No, ni de broma eh!, que sí nos bajan, -les advirtió  seriamente M.

Partido de Chivas

Mis primos entraban por otra puerta, así que llegando al estadio, se separaron. M, D y mi papá se colocaron lo más lejos de la porra del azul, cerquita de la zona neutral, donde las playeras rojiblancas y azules se mezclan con quienes no van uniformados y los manoteos pueden confundirse con la euforia o la exasperación.

El marcador final fue 2-2, y si bien el empate no daba para alegrarse, tampoco hubiera sido un drama, pero no era un partido de jornada el que se estaba jugando, sino el pase a la semifinal.

El primer gol cayó gracias a Salvador Carmona, que empujó a Omar Bravo dentro del área, permitiendo que Ramón Morales cobrara el penal que terminó al fondo de la portería del Conejo Pérez. Al filo del primer tiempo, la Máquina anotó un gol.

A Cruz Azul le bastaba el empate para clasificar, pues había quedado primero en la tabla; pero apenas empezado el segundo tiempo, las Chivas volvieron a anotar, esta vez, por mérito propio, con gol de Omar Bravo.

El estadio enmudecía; los cementeros seguían necesitando 2 goles. Entonces comenzó una lluvia de cañonazos que se perdían arriba y al lado de la portería de Oswaldo Sánchez. Con una ventaja global de 3 goles, el Rebaño se quedó atrás con una defensa bien parada a la espera del contragolpe.

En el minuto 70, Miguel Sabah le devolvió el aliento a la afición. Aguerridos y desesperados, siguieron buscando el gol, pero no llegó.

Los aficionados tenían una hora para volver a los camiones y emprender el viaje de regreso a la Ciudad Cooperativa.

¿Cómo se oculta la felicidad? Con tiempo. Mi papá, M y D fueron los últimos en abordar el camión. Adentro, el ambiente era tenso, la gente iba enojada. El trío de sinvergüenzas pensó entonces que sí algo tenía de sagrado el Rebaño, se hiciera presente en el trayecto de regreso. Que nadie los descubriera, que nadie los delatara, que ellos mismos no lo hicieran.

Se sumaron a las maldiciones, comentando las jugadas que fallaron y los errores que se cometieron. Que si el técnico debió hacer tal o cual cambio, que los jugadores no se comunicaron entre sí, que tuvieron varias y las dejaron ir.

En un arriesgado descaro, se atrevieron incluso a afirmar con fingida amargura que las Chivas se había parado mejor. Lalo y Quique los escuchaban encabronados.

La sangre, dicen, llama, ¿pero por quién?, ¿al equipo o a la familia? La tentación de entregar a los traidores se les atoraba en la garganta, querían que los bajaran, que los dejaran botados a medio camino; pero la familia, después del sentido común de M, mi papá y Daniela de quedarse callados después de saber leer las miradas de odio se impuso. Y no fue hasta que llegaron a Cruz Azul que mis primos los encararon y los otros celebraron.

Recuerda mi papá:

– ¡No, yo venía bien contento! Viaje gratis, entrada gratis, ¡y ganaron las Chivas! -Aunque eso sí, no lo pude celebrar hasta que llegué a la casa, y pues, no es lo mismo .

Hoy D sigue saliendo con un futbolista, pero en su equipo no regalan entradas.

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