Por Por Juan Martínez Prau
Cuando te sientas mucho y pienses que te ha ido bien, bastante mejor de lo que pensabas que podía irte en tu participación de la Universidad de Coimbra
-fundada en 1290, se jactan los que van en toga-
cuando te inviten a Polonia a hablar del Quijote y de Pessoa al Departamento de Lengua Española de una universidad en Poznan
cuando te haya ido bien en Portugal y nadie hasta entonces en Europa haya corrido de la parada del camión en cuanto tu llegaras, quizá por haber traído camisa esta vez
cuando sientas que las cosas no van mal y que te han conseguido presentaciones de tu libro de periodismo y de tu último poemario, en la embajada de tu país y en la mayor librería y editorial de tu país en la seda española
cuando todo vaya bien y creas que esta vez será diferente a las anteriores
cuando no te cancelen el hotel en ese mismo momento ni tengas que dormir afuera de una catedral italiana
cuando creas que las cosas no puedan ir mejor,
mejor espera, mejor espera,
que Europa es muy grande
y a lo mejor falta mucho para que te sientas bien
a lo mejor no te devuelven ni el saludo
a lo mejor te ven como si fueras a asaltarles de pronto y se cruzan la calle
a lo mejor te dejan esperando horas en la casa que rentaste
a lo mejor pasas todo el día esperando ante una puerta que no se abrirá y se te acaba la batería del teléfono y no hay manera de arreglar las cosas
a lo mejor te tocará dormir otra vez bajo una nueva catedral.
Imagina la cara de tus amigos pensando que estás en Europa y que eres la gran cagada.
Estás seguro de que a ellos jamás los deben haber visto como a ti. Estás seguro de que está todo en tu imaginación, de que no es posible que traten así a nadie. Pero has visto también a los africanos, cuando agachan la cabeza en cuanto tratas de mirarles, de saludarles. Imagina lo que habrán vivido en sus países.
Y pensar que hay quien siente lo que tú sientes y ni siquiera le tomas en cuenta.
Así que un consejo: habla, utiliza tu lenguaje, usa las palabras, vístete con ellas como si fueras un rey. Si dependiera sólo de tu imagen, a lo mejor para aquellos para los que eres la mejor persona del mundo, no serías nada más que un méndigo.
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