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Desde el cielo una hermosa mañana…


Sr. Tarántula

 

la Guadalupana, la Guadalupana, la Guadalupana bajó al Tepeyac. Y si eso en verdad sucedió en 1531 o de plano fueron puros cuentos chinos de los españoles en aras de colonizar “por la buena” a los rejegos indígenas de aquellos tiempos: a los feligreses de hoy (y de antaño) les vale un reverendo sorbete. En esta noche moreliana, la del 11 de diciembre, en el Santuario de Guadalupe (alias San Diego) se vive la mera fiesta de La Morenita del Tepeyac (alias La Virgen de Guadalupe).

HOMENAJE COMO MUESTRA DE FE A LA VIRGEN DE GUADALUPE

Por doquier se otean en el aire las moléculas de grasa-chile pertenecientes a la comida recién hecha, a las fritangas, quesadillas, pambazos, tacos y demás. También por todos lados se ven las mercancías que se venden, mismas que van desde un par de aretes “de a peso y hechos con chapa de oro” hasta ropa interior para dama y caballero y por qué no: los clones en DVD de las películas que aún no están en cartelera.

“Pruébela joven, es caña dulce y fresca”, y sí, el producto cumplía con los dos adjetivos de la vendimia, además, claro está, también cumplía con la oferta donde al comprar una bolsa de 30 pesos le regalaban a uno un vaso con “jugo de caña light”: el puro marketing avanzado. En este cuadro no podían faltar los juegos mecánicos con los que seguramente se divirtieron nuestros predecesores vivientes en el inicio de la segunda mitad del siglo pasado, puesto que dichos artefactos ahora se encuentran en perfecto estado del destartalamiento. “Es para sentir más la adrenalina profe”, me dice una de las montrerianas tesistas que me acompaña y mejor opto por salvaguardar mi integridad física-mental y permanecer como espectador mientras cargo a la bebita de otra escolapia y luego ella me da de besitos en todo el rostro como agradecimiento por el gentil acto. (Con “ella” y “los besitos” me refiero a la beba, no a su joven mamá, no sean ustedes mal pensados.)

A borbotones entra la gente por la calzada principal, lo cual, seguirá toda esta noche y el día de mañana. Caminan personas con cohetes y personas bien cuetes quienes desde hoy hacen oficial su beneplácito por el acto de la aparición de la virgen y de entrada se inscriben devotamente en el conocido Maratón Lupe-Reyes con la férrea consigna de no morir en el intento de culminarlo satisfactoriamente. La mayoría carga altares, figuras guadalupanas, ofrendas florales y en varios de los casos los colectivos se hacen acompañar con bandas de viento, todos se dirigen hacia el templo para dar gracias a la Patroncita de México por dejarlos vivir y prosperar en sus negocios un año más. Una vez  dentro de la iglesia, esperan el recibimiento de una bendición hacia su persona o hacia su esculturita (o imagen) guadalupana: siempre es bueno saber que uno lleva las bendiciones a casa.

Comemos cañas, yo sigo encantado con Gisell entre los brazos, las tesistas se suben a más juegos (éstos ya de manufactura más reciente), bailan cuando la música les acaricia los sentidos, sonríen, vibran… no cabe la menor duda: están llenas de vida.

“Llévese unos cacahuates mi profe”, exclama Jorge, otro alumno que atiende su puesto familiar y acá entre nos me achacan como hijo dadas nuestras similitudes físicas… pero nada de eso, hasta el momento no hay ningún gen tarantulesco heredado por mi persona recorriendo este mundo, bueno, al menos no hay “tarantulitas reconocidas legalmente” recorriendo este mundo porque en una de esas y en la fiesta aquella y al calor de esas enormes y deliciosa copas… (Mejor esta historia luego se las cuento con detalle.)

La cuestión estuvo en que el buen George se vio espléndido y me obsequió una maxidotación de cacahuates y pepitas que por obviedad de circunstancias iba a deleitar con mucho gusto. Refresco en mano, “¿Refresco Sr. Tarántula?”, sí, leyó usted bien: re-fres-co (era uno de esos negros de la transnacional que les pone ácido ascórbico y azúcar en cantidad industrial). Repito, refresco en mano me dispuse a tomar asiento en la calzada y observar a los feligreses y sus oferencias (o “mandas”).

Desde hace bastante tiempo ha llamado mi atención lo que aquí se estila: recorrer de rodillas toda la Calzada de Guadalupe (alias Calzada Fray Antonio de San Miguel) para “pagar un favor” que la virgen concedió o estará en vísperas de conceder después de presenciar (desde las alturas, claro está) a la persona cumpliendo la encomienda.

–A ése ni se la va a valer la virgencita.

–¿Cómo no vieja? ¡No seas mensa! ¡Si ese cabrón va al chile pelón! (Léase “con las rodillas al descubierto”.)

–Pero va bebiendo viejo y eso a la virgencita no le ha de gustar, bueno, yo digo.

–¡Tú qué sabes si a la virgencita le gusta o no! Lo que importa es que cumplan y éste, con tequila y lo que quieras, pero se ve que va a cumplir y ¡al chile pelón!

El efímero diálogo de la pareja de ancianos sentada justo a mi lado se convirtió en toda una disertación teológica en cuanto a valores y sus derivados en acciones humanas. Puse atención y de inmediato concatené la siguiente hipótesis: La fe mueve montañas, donde “la fe” funge las veces de Variable Independiente y “el movimiento de las montañas” haría la par de Variable Dependiente. Dado que tengo varios colegas metodólogos y éstos seguramente pedirán pruebas palpables del reciente hallazgo, me vi impelido a comprobar lo esgrimido in situ y por ende opté por la realización de una investigación cuantitativa, misma que a continuación relato. (Mis camaradas antropólogos y etnógrafos, ustedes disculparán la bajeza de referirme a esta realidad con la frialdad de los números pero la cosa debía ser en caliente y eso de las entrevistas a profundidad y el ser observador participante –o no participante–, artilugios consagrados de la cualitatividad, lleva mucho tiempo y aquí la cosa debía ser de inmediato.)

Mi grupo muestra consistió en los 210 participantes elegidos de manera aleatoria e involuntaria (iban pasando frente a mí haciendo su manda), mismos que ni cuenta se dieron de lo que en breve señalaré a manera de viñetas para agilizar la lectura de los datos y por ende realizar una interpretación irrefutable:

 –El Yo me la rifo solo: dícese de aquel que hace el recorrido (entre 400-500 metros, aproximadamente) sin necesidad de tener cubiertas las rodillas (“al chile pelón”, recuerden).

–El Yo me la rifo solo pero tampoco es pa’ tanto: aquí la persona va solita con su alma pero antes de iniciar se amachinó algunos trapos en las rodillas para hacer un poco más llevadero el trayecto.

–El Yo me la rifo solo pero lo que no saben es que traigo truco jejeje: estos cínicos compas piensan que la virgencita anda bien ocupada recibiendo felicitaciones o más súplicas y por eso no va a percatarse que abajo del pantalón de mezclilla deslavado llevan bien puestas unas rodilleras de plástico.

–El Ábranla que lleva bala: en menos de lo que uno se da cuenta ya pasaron y rebasaron a cuanto arrodillado se encontraron. Llevan prisa y pueden ir con apoyo o sin éste.

–El Al pasito pero llego: camaleónico y tripartito ser conocido por su apariencia del Aprovecho cualquier cosa para hacerme bien wey, o que también, con cualquier tipo de estímulo sensorial puede mutar en el Despacio que al cabo la noche es larga y yo la verdad no traigo nadita de prisa. A este tipo de oferente se le ubica fácilmente porque va acompañado de una gran comitiva en pleno festejo. Utiliza toda circunstancia para detenerse a tomar un descanso: saluda a un conocido o, mejor aún, se toma fotos y fotos que a esta hora ya están subidas al Facebook.

–El Hagan paro como sea y con lo que sea: a ellos se les ubica porque son apoyados por varias personas, ya sea mientras éstas caminan a su lado y los sostienen de los brazos, o bien, el apoyo consiste en poner ante su lento paso: cobijas, cobertores, chamarras, cartones o cualquier cosa que aminore el suplicio.

–El También descalzo se vale: estos individuos van caracterizados de indígenas y se avientan el trayecto descalzos, lo cual, ante cualquier ojo humano podría parecer algo que no vale la pena pero ya los quisiera ver a ustedes pisando descalzos la cantera con toda su bonita parafernalia del día: restos de caña masticada, colillas de cigarro, vasos-botellas de plástico, cáscaras de cacahuates, semillas, etc.

“¿Y los porcentajes de cada tipología de oferente?” Preguntarán los cuantitativos amigos pero la verdad terminé esto solo porque las tesísticas nenas se fueron a casa a descansar y yo de vez en vez me entretenía con mis deliciosos cacahuates y el refresco (re-fres-co).             Por lo tanto, si me pasé de sarcástico (o de caracteres) desearía pedirles una disculpa pero no creo que alguien se sienta agraviado con lo hasta aquí descrito. Sirva esto para identificar que por este año la hipótesis se corroboró a cabalidad: La fe mueve montañas.

Al final de la noche la reflexión es indeleble: siempre es bueno creer en algo, o en alguien… por lo menos deberíamos creer en el potencial de uno mismo.

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