Icono del sitio Revés Online

Diario de un viajero IX: joven señora

Señora

Por Juan Martínez Prau

Seguimos viendo la horrible película hollywoodense, pero ella habla en un tono más alto, como para que yo escuche. Por la familiaridad con que había respondido el teléfono, me parece que se trataba de una amiga suya. Pero los temas se ponen extraños. Qué clase de amigas tiene esta mujer, pienso, cuando escucho que le dice a quien está del otro lado de la línea que ella había vivido siete años con él, que él estaba loco y que se había llevado las llaves de su coche, el que ahora él debía pagarle a condición de volver a quedar enjaulado.

Qué liberales son en el fondo las españolas, pienso yo. En México sólo he visto que hagan eso Mercedes y Juan, y Michèle y Salvador y Manuel, y otros tales escritores y pintores. Pero acá lo hace una señora, joven sí, pero señora, que habla con una su amiga de cómo ahora vive ella con su expareja y encima contándole los problemas que ellos tienen.

Claro que te acompaño, para que veas el chalet de mi madre; él tiene las llaves aún, quiero quitárselas. ¿Que ahora mismo no está? Ahora no puedo ir, pero un día de estos claro que te acompaño yo… A la horrenda película de un tipo que se hace pequeño y grande a voluntad, y que controla hormigas como si fueran caballos con poderes especiales, no le estaba prestando mucha atención de por sí.

Aquí tengo yo una chica de Colombia que tampoco tiene papeles, tú no te preocupes por eso, ocúpate de lo que quieres, si eso es lo que quieres está bien, escucho que dice la joven señora. Es que, venga, tienes que platicarlo tú con él, que yo sólo te puedo guiar, quizá cambie, quién soy yo para decirte cualquier cosa; solamente te puedo contar cómo me fue a mí, pero tal vez ya ha cambiado. O bueno no, no creo que haya cambiado, yo estuve siete años con él y se infligía él mismo daño… Es violento, sí, tenía una denuncia de su exmujer, pero habla con él tú, yo qué puedo decirte.

Si hablas con él y él te dice que va a cambiar pues dale el beneficio de la duda. ¿Cuántos años tienes tú? ¡26! Si es muy poco, eres muy joven, tienes toda la vida por delante. Nadie tiene papeles, no te preocupes, oigo que le dice a esa chica venezolana que se había casado con su ex, un tipo de 42 años, español, que se autoinfligía daño a sí mismo golpeándose en las paredes y discutiendo por todo, según me dijo después la señora.

– Pero, ¿por qué te llama?

– Qué sé yo, consiguió mi número y me llama, me pregunta cosas, quiere saber si es peligroso este tío.

– ¿Y es peligroso?

– No, pero culpa a los demás por todo lo que le pasa, da espectáculo. Sé que a su exmujer sí que la llegó a golpear porque le puso una denuncia.

– ¿Y a ti?

– A mí sólo me lloraba.

– ¿Y es español?

– Sí, claro, yo sé que es raro pero también hay españoles locos.

– Bueno, en eso tienes razón, hay locos en todas partes; aunque déjame te digo que el prototipo del español es Don Quijote. Así que ya ustedes nos sacan ventaja a todos los demás.

No parece gustarle en demasía el comentario, porque tuerce un poco la boca, ladeándola, pero no tiene tiempo de decir nada porque ya la chica de Venezuela vuelve a llamarle. Y la señora, sacando la lengua apenas por esa oquedad coralina que tenía por boca, ríe visiblemente emocionada y se toca una mano con la otra. Chica, eres tú otra vez, qué pasa. Que no, chica, que hagas tú lo que tengas que hacer, yo cómo te voy a decir lo que tengas tú qué decidir. Es tu vida. Muy bien, si tienes las llaves guar-dá-me-las. Escucho un ordenador encendido, pero qué es que pasa.

En ese momento, en su pantalla de 70 pulgadas balean a Michael Douglas, que la hace de una especie de científico loco. No sé cómo le haces tú, yo una vez le abrí el ordenador y le tomé una foto a su agenda; en su correo guardaba fotos de otras tías, pero fueron dos veces en siete años, no sé cómo has hecho tú para obtener su clave, espeta la señora, y me voltea a ver con sus ojos grandes como dos lunas y de repente hechos una cuneta o la franja que queda en los ojos de un gato. Cuelgan nuevamente.

via GIPHY

 

– Que no sé cómo hace esta chica para ver sus registros y conseguir sus números, yo nunca pude. Yo le digo que lo deje, que lo deje si eso es lo que quiere hacer y si no que no dé más espectáculo; si lo va a perdonar que le perdone y ya, pero por qué han de meterme a mí en sus problemas… Claro que yo sí le encontré cantidad de fotos y mensajes con otras tías, pero es que los hombres no sabéis mentir. Él tenía un cajón repleto de ropa de playa y no quería que la viera, que ropa para ir al gimnasio… a leguas se veía que el tío escondía algo. No es malo, no es que sea exactamente malo pero no tiene conciencia de quién es ni de lo que hace. Las mujeres sí que somos malas, digo, mentimos y ni el puto Papa se llega a enterar en toda la vida de que estamos mintiendo. Que te lo digo yo: una mujer puede irse por ahí y planear más cosas que un hombre y un hombre sí hace sus cosas pero no es nada, no es nada. Yo atiendo simplemente a sus palabras.

-Si no fuera yo tan buena ya le hubiera hecho algo a éste, ya le hubiera engañado a la chica y la hubiera puesto en su contra, pero yo no soy así; es que yo soy muy buena y quiero ayudarle, no quiero que pase por lo que pasé yo, a mí también me hizo muchas cosas, pero como decimos aquí en España, no sé si en tu país, el amor es ciego, es ciego, y ciega estaba yo con él.

Sonrío y ella también sonríe. Una breve risa se me escapa, pero su teléfono vuelve a sonar. Ella, con el rostro resplandeciente, dice que esta vez es él. Le han robado el traje para hacerse pequeño al protagonista y ahora corre para tratar de traerlo de vuelta, mientras la heroína e hija de Michael Douglas en la cinta intenta contener la hemorragia de su padre ficticio.

-Me has echado a perder la vida, ¿qué le has dicho? Me has jodido completamente. Está diciendo que me va a denunciar; se ha ido, me ha robado mil euros, mil euros-, se oye una voz estridente y chillona del otro lado del auricular, algo histriónica.

-Yo no le he dicho nada, no le he contado nada de ti, simplemente me pidió consejo y me puse a decirle lo que yo creo que debía saber, pero de ti nada-, decía la señora, en cuyo histrionismo iba apenas reparando yo.

El héroe recupera el traje, no sé cómo, porque voy al baño a lavarme los dientes, y cuando regreso ella sigue hablando con su ex por teléfono, al cual ha dejado hace apenas cuatro meses: “Sí, lo conozco, hace unos cuatro meses todavía estaba con él”, le había dicho a la venezolana. El héroe golpea al malo y salva a su hija; la policía estadounidense llega al domicilio y una hormiga baja las escaleras como si fuera una vaca. Un oficial de origen latino pone cara de sorpresa.

– ¿Por qué dice que tiene una grabación? ¿Qué le has dicho? Me has acabado. Tienes que decírmelo.

Le digo a la señora que yo me retiro a dormir. Ha sido un día terrible aunque ahora se hubiese puesto un poco divertido. Mis sospechas se hicieron realidad y en la mañana me avisaban por correo electrónico que me han cancelado el vuelo a Italia por el coronavirus, y no sé cómo haré para llegar a Nápoles, de donde sale el siguiente vuelo para continuar el viaje a Egipto.

via GIPHY

 

En la aerolínea no me han dado ninguna ayuda, salvo un “inténtelo por chat”, aun cuando había estado el día anterior más de tres horas conectado para ver si me atendían. No hallaba la dirección de la casa donde iba a quedarme y cuando por fin llegué sobre las tres de la tarde nadie salió. Estuve más de 20 minutos parado afuera y una muchacha, que me preguntaba si buscaba a alguien en especial, sólo me dijo que María, la señora del cuarto piso que rentaba cuartos en su casa, no volvía sino hasta las nueve de la noche porque acababa de salir a trabajar.

Así que me había pasado la tarde con la maleta, dando vueltas de aquí para allá por algunas calles cercanas a la estación de trenes, aburrido de lo lindo, hasta que la batería se me terminaba. Decidí ir al aeropuerto directamente a la taquilla de la aerolínea para arreglar el problema y que me cambiaran el vuelo.

Hice una hora de ida y otra de regreso. Gasté más de diez euros en ir y sólo me dijeron que ellos no podían hacer nada, que tenía que gestionarlo sólo a través de la página. Luego de maldecir a Ryanair, fui a cargar mi teléfono y con el Internet del Aeropuerto Elche-Alicante le marqué a mi anfitriona para preguntarle a qué hora llegaría a su piso. Que hacia las nueve y media de la noche había sido su respuesta, pero cuando por fin llegué, después de cenar en un Burger King porque casi todo estaba ya cerrado, seguí tocando el timbre sin que nadie saliera.

Hacia las diez de la noche me fui, pasé a una tienda y quise comprar un chip para el celular, a ver si así podía comunicarme con ella o bien rentar otro sitio. El dependiente me dijo que no vendía SIM cards y que a esa hora no podría hallar ningún sitio dónde vendieran, así que me dejó conectarme a su red con el cinco por ciento restante de batería que me quedaba. Tenía varios mensajes de la señora. Uno de ellos, con tono amenazante, preguntaba si iba a ir o no, porque sólo esperaría a las diez de la noche, tengo que trabajar mañana muy temprano.

Otro mensaje decía que el timbre estaba descompuesto y que le llamara cuando estuviese afuera. De mi teléfono de México no salían llamadas, así que la llamé en ese instante y le expliqué que no podía hacer lo que me pedía, pero que en quince minutos regresaría lo andado y estaría debajo de su puerta para que me abriese. Eran las diez y media y nadie salía.

Por fin, unos quince a las once la señora salió a abrirme. Me ofreció de cenar, me dio una toalla y me indicó dónde estaba el baño. Me invitó a pasar a la sala a ver la horrible película que ella seguía y montó toda esta escena. No iba a quedarme hasta las dos a eme a esperar a que finalizara su conversación marital, su pequeña vendetta. Iba ya más de una hora. Qué cabrona es esta mujer, pienso.

Cuando voy por el pasillo, caminando a mi habitación, aún logro oír su voz. Chico, ¿ya te vas a dormir? ¿No quieres que te cuente qué es lo que me ha dicho?

Imagen: Flickr/Benidorm Town

*Agradecemos al portal La Vida Útil por compartir estos diarios de viajero

TEMBIÉN LEE:

Diario de un viajero VIII: Un nuevo virus

Salir de la versión móvil