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Diario de un viajero VIII: ¿un nuevo virus?

Virus

Por Juan Martínez Prau

Se habla de un grave problema. Tiene una música de fondo como si en cualquier momento fuera a aparecer el tiburón gigante de la película. Es un matutino. Una mujer y dos hombres discuten la situación en una mitad de la pantalla. En la otra aparece un hombre siendo entrevistado. Es el alcalde del pueblo que tiene el grave problema. Una pareja de hermanos atormenta a los vecinos. Salen algunas fotografías de torsos desnudos y hombres sin camisa con algunos moretones, con un coscorrón en la cabeza; luego, imágenes de ancianos.

Que cuántos habitantes tiene el pueblo. Dos mil ochocientos, dice el alcalde. Que cómo se han tomado cartas en el asunto. Se le ha dicho a los dos hermanos que dejen en paz a la gente, pero no la dejan. La mujer y uno de los dos hombres discuten términos legaloides. El hombre habla de destierro. La mujer dice que legalmente el destierro no es posible. Claro, no es la Edad Media ni la Grecia de la Antigüedad, pienso. Pero entonces la mujer le dice que en todo caso el vocablo sería algo así como extrañamiento, que ya no los dejen volver al pueblo por unos cinco o diez años, dependiendo la pena. Qué, ¿de verdad están hablando de esto?

El hombre insiste en que se deben tomar cartas en el asunto. El alcalde refiere estar desesperado. Que si ya denunció ante la policía la situación. Por ahí deberían haber comenzado. El alcalde responde como si nada que no. Que no. Es que usted debe poner atención a lo legal, ni el destierro ni ninguna otra pena podrá comportarse si no pone la denuncia. Que no quiere ponerla. Que se trata de llegar a un entendimiento. La cinta debajo de la pantalla dice, literalmente, que los hermanos asolan el pueblo. El alcalde habla del turismo que hay, de lo bonito que el lugar es, de que los medios han hecho gran alharaca porque en realidad no pasa nada. Que haga algo, insisten los tertulianos. Que ya lo ha estado haciendo.

Se repiten las escenas de los moretones, los golpes, los ancianos con cara de cruda. La entrevistadora dice que es una tremenda noticia para ese sitio. Yo pienso que el euro está ya en 23 pesos y que el peso sigue cayendo, esto me viene a la mente mientras pruebo mi spaghetti que me costó cuatro cincuenta. Ahora, vamos con el terrorista que se metió en sentido contrario y asesinó a un joven. Eso tiene un poco más de sentido, pero aun así pienso que los problemas que tienen en este país ni siquiera hacen que sus programas basura sean divertidos. Tienen algo de chuscos, pero en una dirección diferente a la que tendrían en México o en América Latina.

Todo fuera como que dos hermanos asaltaran viejitos y le dieran zapes a los otros hombres del pueblo. Vaya problemas tienen en España. Nada de Río profundo ni de Dos tipos de cuidado, ni de “Balada” (de Juan José Arreola) ni de Pedro Páramo, mucho menos de cárteles del narcotráfico y autodefensas. No pensar siquiera ir más allá de eso.

Cuando vuelven del corte, no obstante, los tertulianos empiezan a hablar de Italia. Han bloqueado el norte. Las regiones del Véneto y Lombardía están entre las que no pueden ya visitarse. El coronavirus se ha esparcido de manera indetenible. Es un escenario apocalíptico el que pintan los conductores de televisión. No pasa de ser una gripita, pienso. Pero si por dos hermanos asolando un pueblo se ponen así, quizá lo del virus sea para el espíritu europeo como si la peste negra volviera a asolar el viejo continente.

Lo que me preocupa es que para dentro de un mes, en el descanso de dos semanas tras iniciar el curso, tengo un vuelo reservado a Florencia, un viernes por la noche, para quedarme dos días y el lunes salir desde Nápoles a Egipto. ¿Será posible que también cancelen la entrada a Toscana? Digo, está casi pegada a las otras dos regiones. No creo. Está por empezar la primavera y seguro que a los italianos no les conviene cerrar más nada en cuestión de turismo. Pago los fideos. Pongo en el GPS la dirección a la que voy. Hace mucho calor para ser invierno. La gripa no remite del todo. Me bañaré en cuanto llegue y pensaré en un plan B para llegar a Nápoles en caso de que cierren también Toscana.

Ilustración: SoQ/Flickr

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