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Dos poemas de Adán Echeverría

Yo soy el poeta

Adán Echeverría

para ese alegre compadre que es Mario Bojórquez

Usted no lo va a creer pero

cuando la noche avance y la reyna de los poetas

se suba a la barra del bar para mostrarnos los pechos

y derrame sobre la desnudez esa botella de Jack Daniel’s

 

cuando la noche se alargue tanto que no quede curva donde

poder arrastrarnos arrastrarnos sí arrastrarnos

 

cuando la noche sea alta y el negror te infunda el miedo sobre el blanco de la hoja

blancas las flores

blancos los unicornios

blancos los tentáculos que se expanden ahí en las oficinas

 

hasta ahí se elevará

ahí siempre y siempre se elevará mi nombre

en esa marquesina

en las contratapas

en las ocho columnas y debajo de las piernas de las mujeres

que oh claro que sí

soban y soban mi hombría desparramada

 

las letras lo anuncian

lo gritan las carteras los presupuestos

que Yo soy el poeta

a quien debe seguirse en medio de tanta trapacería

de tanta antología idiota y apremiante

pero me quedé en que era alta la noche

y la reyna de la poesía sonríe tirada en el cuarto de baño

vomitando porque

¡no se puede!

 

soy el poeta de este año marcado por la incertidumbre

el de la comunicación cerrada

el poeta que aúlla y se detiene en la ventana

a ver los helicópteros

a regañadientes de la prensa

y de la iglesia multicolor

paseo mis letras por la alfombra

¿me quedé en la noche alta o no?

qué hay con la noche pues

y la reyna de la poesía que siempre se ha anunciado

en las telenovelas

en las escuelitas de párvulos escritores que pagan su colegiatura a tiempo

que se saludan con las manos manchadas de crayola

y se ven todos sonrientes

detrás de los espejos donde todo es el mismo rostro

el mío

porque el poeta soy yo:

un día la musa tocó a mi puerta y dijo

acá te entrego la voz

porque eres mi hijo en quien me complazco

por eso hoy puedo decirles

que le he servido

y bien

Amanece

 

 

http://blog.dedalo.mx/2011/05/la-fotografia-de-jerry-uelsmann.html

 

Victimarse

para Ileana Garma

 

¿Dónde es aquella hora en que tu cuerpo caminaba por mi barba?

¿Aquellos días y el sol metido en tus pantalones de mezclilla?

¿dónde es?

 

¿Cuándo es la maravilla del roce de tu voz que gime tan pausadamente?

¿Ahí dentro entre tus pliegues de lechuza imaginada?

El día es sólo un templo vacío por falta de creyentes

Y la noche un hemiciclo a Juárez u algún otro monumento empolvado

¿de qué nos sirve el cuándo?

 

Los amantes callaron y las sábanas tomaron las calles

Todos desnudos habitantes del sueño y el grito cae precipitado hacia la sombra

¿Era tu grito el ataúd para mi nombre?

 

Lo sabes pequeña

un relámpago nos regaló el estallar los vidrios de la calma

y fuimos caleidoscopio

esquirlas doradas en los párpados

 

Me aterra la pesadilla de los ángeles bienaventurados

y cómo me duele tu ausencia

 

Se que te amo

porque amanece

 

 

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