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El cielo, el infierno…

Por Francisco Valenzuela

I

Era cerca de la medianoche cuando una banda que suena muy bonito salió al escenario de un bar elegante, con muros de cantera, muebles nuevos y terraza fresca. La gente iba muy bien arreglada, las chicas lucían guapas y los caballeros apuestos. Mientras en la enorme barra se servían tragos de altura, San Juan Project tocaba piezas que mezclan el jazz con el funk, con el hip hop y la electrónica.

san juan 2

Varias canciones son en inglés y lo mismo suenan a James Brown que al rap neoyorkino más vanguardista. El líder del grupo, de cuerpo pesado y vías respiratorias a prueba de tabaco, posee gran sensibilidad para tocar la trompeta, pero también canta, rapea, baila y sirve tragos de tequila a las fans. Los otros integrantes lo hacen igual de bien, unos sintetizadores precisos y juguetones, el bajo sobrio, las percusiones en su jugo. Del sonido no hay ninguna queja, nada de que no se escucha tal instrumento, nada de que la voz se pierde.

Ahora la banda suena a Daft Punk, samplea el Get Lucky, luego se pone más intensa y triphopea, para más tarde meterle ritmo latino que hace bailar a todos los veinteañeros que corean ciertas partes de temas bilingües. La mayoría ve al cuarteto desde la parte baja del bar, acercarse a la primera fila no es ningún problema, fumar y beber tampoco, pues el basto personal llega pronto para saciar la sed. Arriba, en la terraza donde el viento sopla con cautela, también se puede echar un vistazo, pero el clima es mejor, cae una ligera brisa que hace de la noche un pasaje de cine noir, la escena donde el maleante ha de conquistar a la rubia, mientras una banda de jazz sigue rapeando, sampleando, bailando.

 II

Menos de 50 metros separan al bar elegante de un hoyo funky. En medio hay un jardín lindo, donde sus bancas sirven para que jóvenes parejas se citen en un gesto de romanticismo a la antigua. Pero en esta noche, la del 24 de mayo de 2013, hay un poco más que 50 metros entre un bar y otro. Hay una grieta de 20 años, una caprichosa máquina del tiempo que en menos de un minuto nos lleva a 1993.

El hoyo funky no queda a deber: es pequeño, huele mal, carece de ventilación y solo vende cervezas tibias. Nada de whisky, olvídate de un vodka y ni pienses en un mezcal, porque, recuerda, estamos en 1993 y el mezcal aún no está de moda.

Quien pone la música en el figón darkie es La Castañeda, la banda que emergió en esa década donde se revaloró al rock en español porque sonaba muy bien, porque sus representantes ya no eran marginales protestando contra el gobierno, sino jóvenes que mezclaban géneros, que agregaban metáforas y hasta incorporaban performance teatral.

El vocalista, le dicen Chava, es un viejo lobo, un lobo cansado, aunque fuerte, de brazos acostumbrados al gimnasio y fauces capaces de hacer trizas a su presa. Canta antiguos temas que son coreados por tres docenas de chavorucos que han salido de sus apacibles casas para recordad tremendos tiempos. ¿Ligar aquí? A menos que quieras follar con una darkie de 40 años, tres hijos y un humor insoportable.

En los 90 esta banda salía a grandes escenarios y armaban tremendo show, lanzaban fuego, hacían sonar botes de basura y se vestían con camisas de fuerza, como los locos que querían fugarse del manicomio porfirista. Ahora el presupuesto y los años no dan para eso. Sus vestimentas son discretas e incluso ridículas, como la del guitarrista que al parecer le ha robado la sudadera de Spiderman a su hijo adolescente.

“Dicen que yo no te conozco, que yo debo estar loco, soñando en tu querer”, relata esa canción noventera que tampoco lo es, porque en realidad hace 20 años la tomaron de más atrás, de cuando Javier Solís hacía boleros hermosos, finos, métricos y desoladores.

III

Dicen que Michoacán es un estado de locos, de narcos, de estudiantes revoltosos y maestros orangutanes. De gobiernos ladrones y raterillos por montones. Quien dice eso ignora que, además, en la capital michoacana hay noches para viajar en el tiempo, para ir de una terraza celestial a un hoyo funkie que se parece al infierno.

 

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