Icono del sitio Revés Online

El dibujo y el río, apuntes sobre Breve injuria del mundo

 

Por Salvador Jacobo Torres

La semana pasada quedó formalmente inaugurada la exposición “Breve injuria del mundo”, colección de más de 30 dibujos de gran formato albergada en el Centro Cultural Antiguo Colegio Jesuita de Pátzcuaro. Su autor, Salvador Jacobo Torres, nos ha permitido compartir un texto donde reflexiona sobre esta labor y tras lo cual querrás visitar la expo que tendrá vigencia hasta el 17 de septiembre.

Me incomoda dar una definición de dibujo. Existen distintos tipos de dibujos que obedecen a diversos procesos. Y siempre es más divertido dibujar que escribir sobre dibujo.

Al escribir, soy incapaz de hacer algo más que frases inconexas, dispersas, casi aforismos. Estas frases son la misma idea repasada con otras palabras, a veces contradictorias y que ahondan en algo ya dicho antes.

Me molesta hablar del dibujo de manera tan abstracta y remota, como si fuera una idea que contemplamos a lo lejos y se pudiera definir absolutamente. No se trata de definiciones, todo parte de la experiencia.

Esto de por sí me parece presuntuoso e innecesario. Lo hago para clarificar y poner en palabras lo que está en mi mente como una intuición, cuando dibujo. Y de nuevo esto me parece estúpido y sin sentido, como si el lenguaje escrito sirviera más para decir lo que el dibujo manifiesta con facilidad. En todo proceso creativo es necesario un espacio para lo caótico y lo desordenado.

Los dibujos que más me interesan son aquellos que están habitados por algo irrepetible, como un espacio de recuerdos, deseos e imágenes singulares que tienen un significado de lucha por entender lo que se vive. Esto puede decirse también del arte.

I

El dibujo es la imagen de un río. El agua que fluye en él nunca es la misma, ya que discurre, está en constante movimiento. “Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos”. El acto de dibujar nunca puede ser el mismo, a pesar de repetirlo constantemente, ya que dibujar implica un salto a nuevas incertidumbres, a terrenos vírgenes. Al empezar un nuevo dibujo también nosotros debemos ser una nueva persona. Abordar el dibujo con nuevos ojos con el fin de descubrir, de llevar las líneas, trazos, huellas y signos por caminos inusitados, por afluentes que desajusten nuestra percepción e ideas preconcebidas acerca de lo que significa dibujar. Hacer un descubrimiento y repetirlo hasta la consolidación de una fórmula conduce a un arte que no hace sino apagarse en la inercia. Dibujar para descubrir y una vez hecho cierto hallazgo saltar para descubrir de nuevo, ese es el proceso del arte líquido, como un río. Al abordar un dibujo todo descubrimiento posible ocurrirá si abrimos campo a una cierta inocencia visual, mediante una estructura mental flexible, cambiante.

II

El dibujo es para mí un medio líquido que como el agua puede tomar diversas formas; un flujo inmediato entre lo que está en la mente y lo que dibujamos, en el cual el contacto entre un fenómeno o una imagen mental y la reacción ante estos no es roto por el pensamiento discursivo. Dibujar es un proceso, un flujo de posibilidades infinitas que no se detiene. Para mí un dibujo únicamente puede llevarse a su extremo, pero nunca puede darse por terminado, ya que es un acto continuo, un enigma que continúa de otra manera en un nuevo papel (o cualquiera que sea el soporte).

III

Cada dibujo es un fracaso de alguna manera, al tratarse de la representación de algo fugaz que solo sugerimos porque no alcanzamos a captar. Los mejores dibujos son los más sencillos, los que parecen hechos con facilidad, de un fluido y rápido trazo, capaz de reducir a símbolo gráfico un fenómeno o una imagen mental; y que en realidad son los más difíciles de hacer (Retrato del poeta Li Po, de Liang K’ai; o Dos patriarcas purifican su corazón, de Shih-K’o).

IV

Los peores dibujos y pinturas son los que están hechos para demostrar destreza o para impresionar. Dejar de demostrar lo que se sabe hacer, declinar el talento, nos acerca a lo que verdaderamente queremos decir. El talento es un adorno y una máscara.

V

El dibujo es algo exploratorio, tentativo. Es una proliferación de las formas de lo indefinido. Klee habla de que “dibujar es sacar a pasear una línea”. Esto es permitir que un dibujo se manifieste a sí mismo, como el registro de un pulso, no solo de la mano, sino de lo que sea que mueve esa mano. Un espíritu. Un deseo de jugar. Un espíritu que desea jugar.

VI

También el dibujo se trata de todo un conjunto de operaciones conectadas entre sí: ver, tocar, clasificar, organizar, interpretar, modificar, imaginar. El dibujo tiene su propia lógica de expresión. Se trata de un inventario de cosas y personas, animales y espacios, de ideas, conceptos y sucesos. Dibujar es equivalente a pensar. Pensar es aprender a ver de nuevo, dirigir la propia conciencia, hacer de cada imagen un lugar privilegiado. El acto de dibujar implica una nueva inocencia de percepción, liberada de todas las creencias prefabricadas y aceptadas social, cultural e históricamente.

VII

El dibujo tiene un carácter de inacabado, de incompleto o abierto que da cabida a una suerte de vaguedad, de constante flujo entre los espacios vacíos o no dibujados y los dibujados o llenos. Tal vaguedad en el espacio del dibujo establece una noción de impermanencia, de constante movimiento, como si se tratara de la representación de algo momentáneo y cambiante, que sólo está sugerido. El vacío trae consigo la sensación de que las cosas que están preservadas en el dibujo simultáneamente están desapareciendo.

En las pinturas chinas esta relación vacío-lleno se manifiesta como una visión que trasciende lo meramente pictórico y que tiene como trasfondo una concepción filosófica. Para el pintor chino no es necesario llenar todos los rincones del cuadro. Hacerlo así sería hacer algo completo. El propósito no es hacer un relato final de la realidad sino liberar la imaginación sugiriendo vastas profundidades y distancias que están más allá del poder del artista en definirlas o representarlas.

VIII

La apariencia de inacabado se hace más notoria por contraste con obras “acabadas”, como una pintura o una escultura, y reside en la inmediatez, en lo directo de la realización de un dibujo. A esa suerte de vaguedad se suma el carácter de lo diagramático, mediante el cual es posible establecer líneas y relaciones invisibles entre las cosas que nos rodean, o representar las variaciones de algún fenómeno. En esta concepción el dibujo es una nota, una proyección de ideas, una serie de intentos y errores, ensayos y variaciones. De esta manera, el dibujo tiene una función de ejercicio previo a la realización de una obra mayor, de preformulación de algo más, haciendo a un lado la posibilidad de entenderlo como un medio expresivo por sí mismo.

IX

El dibujo también puede verse como un conjunto de huellas dejadas deliberadamente sobre la superficie. Estas huellas de algo que pasó, son un fragmento: de una historia, de un suceso, de una sensación o de un mundo. Como si hubiera una realidad que ha sido destrozada y de la que quedaron muchas piezas sueltas. Cada dibujo es una de esas piezas, una pequeña parte de un gran rompecabezas. Estos dibujos son como un instante congelado, y como tal son sólo una descripción incompleta de ese tiempo-espacio virtual al que hacen referencia y del que no son más que un signo (restos, ruinas, últimas cosas). Así el dibujo se transforma en una especie de puente entre el acto de sembrar pistas y huellas, de sustraer información y dejar vacíos por parte del artista y el proceso casi arqueológico del espectador de imaginar y completar lo que falta, develar los vestigios que hablan de aquello que ha sido sustraído y solo puede ser evocado a partir de su visión.

X

El artista puede ser, entonces, “aquel que resiste con todas sus fuerzas a la pulsión fundamental de no dejar huellas” 1. Y el arte puede ser el juego de esconder aquello que buscamos y perseguimos, de dividir o hacer el vacío para encontrar lo entero.

XI

El arte es velo, más que reflejo.

XII

Me seduce la idea de esforzarse haciendo minuciosamente un dibujo para después velarlo con pintura o cubrirlo con otro dibujo, como un palimpsesto.

 

Salir de la versión móvil