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El documental Nuestra Lucha Libre llegó a Netflix y es una joya

Transmitida originalmente por Canal 22 hace no muchos meses, ahora ha llegado a Netflix la miniserie documental Nuestra Lucha Libre, escrita y dirigida por David Ferreira con la producción de Casa Murmura y Gala Lutteroth, empresa del mandamás del Consejo Mundial de Lucha Libre, asociado a este proyecto.  

Compuesta por seis capítulos de media hora, la serie es un acertado vistazo a prácticamente todo lo que rodea al espectáculo de los encordados; no se conforma con mostrarnos a las estrellas del pancracio, sino que se sale de la arena misma para poner la lente sobre las coloridas porras, los réferis, las arenas independientes y todo la cultura alrededor de máscaras y cabelleras.  

En el capítulo 1 conoceremos a El Federal, quien combina los costalazos en arenas independientes con el volante de su combi que debe transportar a cientos de pasajeros todos los días. Ese hombre creció viendo las luchas en el Toreo de Cuatro Caminos, a los 21 años comenzó a entrenar y tuvo sus buenas peleas en la arena Naucalpan, donde le quitó la máscara a un tal Omega. Pero no pasó de ahí, cuenta que Blue Demon lo intentó llevar al estrellato pero desaprovechó la oportunidad. Es apenas la introducción para después conocer al Kairos, quien lleva tres años de entrenamiento en la escuela de la Arena México y sueña, además, con ser piloto aviador. O a El Demasiado, veracruzano que sin pretenderlo se abrió paso como luchador exótico.  

Con la narración de El Warpig y otras personalidades, la serie tiene como una de sus principales virtudes no centrarse en las estrellas del CMLL, que sería lo más obvio. En su lugar, indaga en quienes hacen posible que la lucha sea parte de la cultura mexicana, como los entrenadores, esos que ven desfilar a decenas de jóvenes que después abandonan el barco, como lo refiere el ya icónico Tony Salazar. Y es que llegar a las funciones estelares alguna buena arena no es nada sencillo; hay quienes pasan 10 años solo en los entrenamientos, para luego ir escalando poco a poco, desde espectáculos independientes hasta esas primeras luchas de las que nadie habla.  

La lucha libre no sería nada sin los aficionados, por ello, la serie también acierta cuando incluye a un coleccionista de fetiches que sueña con levantar un museo y un centro de investigación sobre este deporte. Ferreira acude a porras de la CDMX, Puebla y Guadalajara para deleitarnos con escenas inmejorables, como esa donde un grupo de hombres gritan “chinga tu madre” y “culero” para después asegurar que nunca pronuncian groserías por respeto a los niños.  Pero también nos lleva a la vida cotidiana de estrellas como el Último Guerrero, quien a bordo de un lujoso convertible recuerda cómo Atlantis lo despojó de su máscara, y ya sin ella y el personaje, dice, “soy un ciudadano más que batalla contra el tráfico de la Ciudad de México”. El mismo Atlantis, un veteranazo considerado la máxima estrella del CMLL, muestra las heridas de esta larga batalla, es captado en plena rehabilitación luego de que lo operan por primera vez en más de 30 años de carrera.  

El japonés Okumura y el chilango Negro Casas también nos cuentan sobre su rivalidad, la que los llevó a la apuesta de cabelleras, dos estilos distintos donde el Negro ganó gracias a su creación: “la casita”. Pero afuera del espectáculo, el Negro vive con su esposa, la también luchadora Dalys, quien después nos contará cómo se abrió paso para no depender de su pareja. El japonés, por su parte, ya es un mexicano adoptado que habla español a la perfección pero que no deja de acudir a tiendas orientales para no extrañar de todo a su tierra natal.  

Imágenes extraídas de Netflix.

 

El episodio 3 está dedicado a las luchadoras pero abre con un breve vistazo a las “mascotas”, luchadores de tan corta estatura que ni siquiera son considerados como bajitos o minis, sino como micros. “Yo quería ser luchador, no mascota”, nos dice El Perico Zacarías, quien con orgullo subraya: “No por ser chiquitos los chingadazos son menores”. Luego sabremos de la increíble historia de Irma González, que además de grabar discos fue precursora de la lucha libre femenil, hoy en día estelarizada por gladiadoras como la ya mencionada Dalys, la sexy Estrellita (que ahora estudia medicina) y la psicóloga Sanely, hija del icónico Mano Negra, quien combina su profesión con los golpes en la arena. No podía faltar el testimonio de los réferis y qué mejor que el polémico Tirantes, surgido de la AAA pero hoy un villano más contenido del Consejo, un veracruzano que se creó fama por apoyar descaradamente a los rudos, amado y odiado por igual.  

El cuarto capítulo nos lleva a los referidos aficionados que a veces llenan, a veces no, las diferentes arenas mexicanas. Incluso hay quienes abren sus propios espacios para organizar funciones, y no faltan las mujeres que aman a este mundo de los madrazos, como sucede con La Cavernaria, quien comenzó yendo a las peleas del Santo y hoy es quizá la mujer más respetada en las primeras filas de la México y la Coliseo. Los Guerreros Apestosos le dan vida a la Arena Puebla, mientras que la Porra de Tepito asiste religiosamente martes y viernes a la México. Sin embargo, en la Coliseo de Guadalajara se vive un ambiente sui géneris, pues en los llamados “Martes de Glamour” las primeras filas son ocupadas por aficionados de clase media y alta, en tanto, arriba está otro grupo con playeras impresas con la leyenda “Putos los de abajo”, desatando así una batalla alternativa a la que se libra entre los encordados.  

Finalmente, veremos puntos de vista del Súper Astro, que además de luchador es tortero; de Trino, el monero tapatío que junto a Jis dio vida a la tira cómica del Santos y la Tetona Mendoza; de los integrantes de Lost Acapulco, surferos inspirados en las máscaras; del mascarero y luchador Canelo Casas; del sacerdote Fray Tormenta, descubridor de Místico; de la fotógrafa Lourdes Grobet y su majestuosa colección que incluye postales de Blue Demon Jr y El Hijo del Santo. 

Dice Trino que “la lucha libre es un teatro, un teatro muy bonito; la lucha libre tiene que ser falsa, pero hermosamente falsa para que creas en ella”. 

Amén.  

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