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El mate y la radio: un relato de Javier E. Ragau

Ahora lo comprendo todo, puedo asegurar con vehemencia porqué en esta ciudad, o digámoslo mejor, en la gran mayoría de este país existe una gran tradición no solamente a tomar mate a una hora en concreto, a la mañana o a la tardecita, sino que esta tradición o ritual, llamémosle así, tiene que ver con otro aditivo que quizás nadie se ha percatado, el asunto de una radio prendida, o cuando el locutor o los locutores están hablando se podría decir que tomar mate y escuchar la radio van de la mano, y se fusionan de una manera perfecta, por eso la gran costumbre de la cultura diaria de los habitantes de este país es tomar mate y mientras hacen eso también escuchan la radio.

Memphis - Hotel Room Radio WHBQ
Memphis – Hotel Room Radio WHBQ. Foto de Drriss & Marrionn

Esto es una práctica de antaño, de los ancestros, la fusión entre el mate y la radio entre los ciudadanos cuando, sobre todo, se levantan a las siete de la mañana y no tienen ningún ruido a su alcance y tienen que acompañar el mate con la voz de otra persona.

Aunque no es lo mismo que si la radio se digna a transmitir un tema musical y ahí el espíritu se torna de otro color, porque para escuchar música no necesitamos una radio, pero sí para escuchar a un locutor hablando de política, cultura, problemas sociales o alguna noticia de mucha importancia; solo para eso necesitamos la radio, quizás para ninguna otra cosa más, y lo cierto es que muchos la escuchan mientras toman mate o viceversa, muchos toman mate mientras escuchan la radio y se sientan más a gusto que si lo hicieron a solas, sin la radio.

Porque creo que está más que demostrado que quien escucha la radio lo está haciendo mientras toma un mate o, mejor dicho, quien decide comenzar a tomar un mate es porque también ha decidido prender la radio y escuchar la voz de ese locutor que tanto conoce o le ha sonado familiar, o ya se ha acostumbrado a escuchar, o de un modo u otro, suena tan perfectamente bien en el preciso instante en el que el mate está caliente y está sorbiendo de la bombilla. Las dos cosas, podríamos decir, tienen hasta un mismo significado, algo que tiene que ver con los hábitos cotidianos o mejor dicho, con una manera de vivir y sentarse ante el mundo, de comenzar el día o atravesar el día, ya que no es lo mismo escuchar la radio sin un mate que escucharlo mientras, sobre todo sumido en la soledad o sin nadie que comparta ese ritual, nos encontramos al mismo tiempo degustando una rica yerba caliente y que, también al unísono y a la vez que nosotros hacemos eso, estemos escuchando a un locutor que sale misteriosamente de un transistor al que ya todos conocen como radio.

Cuando una persona se sienta a tomar un mate y casualmente tiene la radio encendida quizás piense que ambas cosas fueron producidas por azar, pero realmente se han originado a conciencia, mentalmente, ya preparado quien se sentó con el mate en una mano sabía que en ese instante se escucharía la voz de un locutor hablando sobre algún tema quizás intrascendente pero no importaba, porque con el mate ese tema podía convertirse tranquilamente en trascendente, sin importar la función o el mensaje.

Foto de Marcos Cousseau

Y no es lo mismo, eso ya es sabido, que la persona que escucha la radio o tiene la manía y la costumbre de escuchar la radio no esté calentando la pava en la cocina sabiendo que no será lo mismo sin el mate, y en ese instante lo que está pretendiendo es abstraerse del mundo para irse a otro suyo, a un espacio en el que sabe perfectamente que nadie lo irá a molestar. No es bueno acercarse a alguien que está realizando este ritual, y siempre que veo a alguien con un mate en la mano y escuchando la radio sé que es una situación peligrosa, y hasta diría problemática.

Cuando una persona se dedica a tomar mate sin nadie a su lado (porque supuestamente tomar mate es para hacerlo en compañía) y ni siquiera tiene una radio, y por más que crea que con algo de música podrá sentirse algo más dichoso, en el fondo está abandonado y olvidado y nadie está acordándose de él. Quizás por eso sea mejor tener una radio cerca porque con mucha seguridad ese acto, el de tomar mate sin estar cerca de nadie y completamente solo puede ser un indicio de querer quitarse la vida, o una anticipación al suicidio, antes de tirarse por la ventana o dejarse atropellar por un tren.

Tomar mate y luego girar tu cabeza y comprobar que no hay absolutamente nadie a tu lado, sino que estás más solo que un escorpión en la playa es realmente devastador. Pocos pueden soportar una sensación así. Creo que, sinceramente, la radio y los locutores de radio son auténticos salvadores de vidas, de vidas desesperadas, solitarias, desamparadas, que viven todos los días un auténtico calvario y que si no fuera por esa radio, y también por ese mate, las dos cosas juntas a la vez, no podrían continuar con su existencia, propiamente dicha. ¿Cuántas personas no se han querido suicidar, por usar el término exacto, cuando se levantaron de sus camas y comprendieron que nada, ni nadie, habían cambiado del día anterior?

Entonces prenden la radio y toman un mate y creen que haciendo eso son dueños del mundo, y posiblemente algo hayan conseguido, quizás algo se hayan alejado de todo el horrible planeta tierra y con esa acción tan desolada escuchan personas que no conocen, pero que escuchan como si estuvieran al lado suya, mientras toman de su mate bien caliente y espumoso. La primera vez que vi a una persona tomar mate mientras escuchaba la radio, haciendo las dos cosas al mismo tiempo, sentí que un halo de peligro lo envolvía y que sería muy inadecuado o desafortunado acercarme a esa persona. Sentí que ella misma me estaba pidiendo que no hiciera nada que perjudicara su trance, su evasión.

Foto de Joe Haupt

Rápidamente comprendí la primera vez que vi a una persona sentada con su mate al lado y una radio encendida y que esas dos cosas servían para alejarse de todo que no había que molestarlo y en caso de hacerlo podría meterme en graves problemas. Parecía que era más importante lo que estuviera diciendo ese locutor que la realidad misma. Que esa persona no quería saber nada de nosotros, los humanos, sino que a pesar de estar en una habitación junto con otras personas, prefería estar atento a lo que dijera el locutor de la radio, y por supuesto tomar su mate mientras era todo oídos a las noticias o las pamplinadas que decía el locutor. Por eso siempre escuchamos chistes absurdos en la radio, ya que con plena seguridad no sea lo más importante el sentido o la importancia de su comunicación, sino el hecho de que hay alguien del otro lado hablándole a una persona abandonada y desolada y que con eso es suficiente, ya ha cumplido con su trabajo de locutor.

Uno cree que la vida tiene sentido luego de tomar un mate y escuchar la radio y con eso puede afrontar el día sin inconvenientes, porque quién sabe si su vida pudo haber terminado aquella misma mañana si no llegan a ser por la radio y el mate, o según cómo se mire, porque para algunos es más importante escuchar la radio que tomar mate y para otros, el proceso inverso, es más importante tomar mate que escuchar radio.

Algunos prefieren solo escuchar radio y si no tienen un mate a lo mejor se preparan un café y los que no tienen una radio a lo mejor se contentan con tener un mate y si no tienen una radio quizás no les preocupe demasiado, sabiendo que pueden tomar su mate, así como los que tienen solamente una radio pueden tolerar despertarse una mañana y dedicarse a escuchar las noticias de la mañana aunque no tengan un mate y sepan que pueden acompañar su ritual preferido con un café caliente. En realidad, es cuestión de gustos o de lo que a uno le apetezca hacer, pero está claro que el mate y la radio son una combinación perfecta.

 

Javier E. Ragau nació en Buenos Aires, en 1976. Vivió en Madrid e Inglaterra. Su anterior novela, El Ataque de los moscovitas (Santiago Arcos Editor, 2012), fue alabada por Fabián Casas y Enrique Medina, entre otros, teniendo sucesivas notas de prensa en el año de su publicación, como La Nación, Clarín o Diario Perfil. Es escritor desde los veinte años, comenzó escribiendo relatos, o cuentos, pero aspiró a la novela de género. Sus títulos editados son La sociedad de Consumo (próxima a reeditarse) y El Ataque de los Moscovitas (Santiago Arcos Editor, 2012). En la actualidad vive en Buenos Aires.

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