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El rey del vals

Por Omar Arriaga Garcés

Aunque sea un cliché, no se puede empezar por otra parte: lo mejor del concierto inaugural de la XXV edición del Festival de Música de Morelia “Miguel Bernal Jiménez”, que protagonizó la Orquesta Johann Strauss de Viena, dirigida por Johannes Wildner, fue la interpretación por parte de los herederos del músico vienés –afamado por sus valses en todo el mundo– de “El Danubio Azul”, pieza con la que concluyó la noche en su programa normal, hasta que empezaron los encores, para deleite del público asistente. Y no se crea que aquello era una fiesta de XV años, nada por el estilo.

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Luego de las presentaciones de rigor de políticos y patrocinadores del evento, de la develación de una placa por parte del presidente municipal por el cuarto de siglo del Festival de Música de Morelia, y de los saludos y bienvenidas de un funcionario federal del ministerio de cultura, la “Obertura a El barón gitano”, de Johann Strauss Jr., el más célebre de los hijos de Johann Strauss I y autor de “Cuentos de los bosques de Viena” y “El Danubio Azul”, abrió el recital. Se trató de una pieza a caballo entre el folclor austriaco y la música romántica que por aquellos tiempos causaba estragos en Europa, tal como indicó Johannes Wildner, previo al concierto inaugural.

Además de felicitar a los organizadores del Festival de Música de Morelia por el logotipo del evento, ya que simboliza a la perfección la música de Strauss, “ante la cual todos somos iguales”, Wildner refirió que la de la dinastía Strauss es la primera música del viejo continente escrita para las diferentes capas sociales, para todos, como una forma de unir a la gente “tras la Revolución Francesa”.

“La misma fuerza que propició la Independencia de México es la que llevó a los países europeos a librarse del absolutismo”, señaló el director, quien puntualizó que parte de esa fuerza epocal venía dada por un sentimiento de libertad al que se unían alegría y la melancolía, emociones que también conforman el espíritu vienés y que pueden sentirse en la música de los Strauss: “Justo cuando Austria pierde una guerra contra Prusia en 1868 se cree que todo está acabado, que ya no hay cultura, y entonces Johann Strauss Jr. escribe El Danubio Azul y recupera la confianza de los austriacos”.

Asimismo, Wildner expresó que la Orquestra Johann Strauss de Viena es la legataria directa de la orquestra que dirigiera durante el siglo XIX el propio Johann Strauss Jr., la cual se formó en cierto sentido para hacer la competencia a la de su padre, Johann Strauss I, con quien los tres hermanos (Johann, Josef y Edward) tuvieron una relación tirante durante su vida. “Esto es importante porque transmitimos la música de generación en generación, y hay detalles en las partituras que no se encuentran, hay sonidos que se hacen al tocar, como en el jazz o el rock que no se anotan, pero que un buen músico debe tener en cuenta”, apuntó el director.

Fotos: Cortesía FMM

Uno de esos sonidos es el que se halla en la “Jockey-polka”, una polka rápida de Josef Strauss, donde un curioso instrumento semejante a un abanico de madera servía para hacer el sonido del jinete de carreras que golpea al caballo para que acelere en su marcha. También de Josef fueron las polkas “Hacia adelante” y “Viaje de vacaciones”, que entusiasmaron al público que, sin embargo, no bailó como sí lo hacen quienes acuden a los conciertos de la orquesta en Europa, sobre todo en el famoso Concierto de Año Nuevo.

Con todo, fueron las piezas de Johann Strauss Jr., como “Bajo truenos y relámpagos”, “Vino, mujer y canto”, “Cuentos de los bosques de Viena”, “Cuadrilla sobre temas de Un baile de máscaras de Verdi”, los que más lucieron, no se sabe si por la cercanía con el público, que reconoce el sonido característico de las creaciones de Strauss Jr., o si por la propia fuerza de sus composiciones. Eso sí, con un sonido tan fino que difícilmente podría hallarse un error en la interpretación de la orquesta invitada a abrir el evento.

“Pizzicato-polka”, de Josef y Johann Strauss, en la que los solistas de la viola, el violín, el cello y el bajo apenas tocan sus instrumentos con la mano para arrancarles breves sonidos, fue del gusto de la concurrencia y dio paso a “Viaje de vacaciones”, en el que por momentos parecía que alguien fuese a levantarse para bailar. Concluyó este programa “El Danubio Azul”, el vals consentido en México de alguno de los Strauss y su ejecución fue impecable, con esos lentos movimientos que Wildner indicó no están en las partituras, una cadencia difícil de describir que parece el sello particular de esta orquesta.

Y si alguien le quedan dudas de la valía de este vals, Wildner refirió que al finalizar la Primera Gran Guerra en Europa los austriacos no tenían himno nacional, así que fueron los propios ciudadanos los que eligieron esta pieza para identificarse a sí mismos. “El arte es como la leche o el pan, quizá no moriríamos inmediatamente pero sin duda que moriríamos”, dijo Wildner.

Tras “El Danubio Azul”, ya más asentados en el Teatro Morelos, los intérpretes de la Orquesta Johann Strauss tocaron tres encores, en el que hubo un combate entre aves, protagonizado por los músicos que tocaban la batería y los platillos, y el que tocaba los tambores; otro más (“El vals de la champaña”), en el que el músico que tocaba la batería y los platillos arrojaba una especie de corcho al aire, una de cuyas veces trató de impactar en apariencia al director de la orquesta, quien saltaba para esquivar el golpe.

La gala terminó con la “Marcha Radetzky”, de Johann Strauss I, cuyas notas reconoció de inmediato el respetable, al que el propio Wildner dirigía para decirle que aplaudieran y que bajaran el sonido de sus palmas o lo elevaran, de acuerdo a la intensidad de la pieza, con lo que todos los Strauss, Johann I, Johann Jr., Josef y Edward, quedaron nuevamente unidos, al menos sobre el escenario. Ya decía Paganini de la música de Strauss padre que era todo menos corriente, y ya decía Richard Wagner cuando le echaban en cara que la música de los Strauss era como un pastel de crema con crema encima, por eso de lo empalagoso, “y a ti, ¿no te gusta el pastel de crema? A mí me encanta”, en plena defensa de los valses de los Strauss, en especial de Johann Jr., el considerado rey del vals.

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