Por Darío Zalapa Solorio
Elisa no tiene fotos. Elisa parte de ningún lado para llegar a donde nadie la espera. Elisa ve a la gente despedirse en las estaciones. Elisa decapita a sus muñecas cuando se hace de noche.
Elisa escribe dos canciones por lágrima, una por cada espina enterrada en sus ojos: a Elisa ya se le murieron los ojos. Elisa está seca, ya no tiene mariposas en el pecho.
Elisa hoy se muere, o no. A Elisa le da miedo la noche y lo que sigue de la noche. Ya no quiere amigos, ya no quiere sexo. Elisa andará dos calles hasta llegar a la farmacia. [Navaja para afeitar, por favor]. Elisa desandará las calles. Elisa le escupe a dios en la cara. Elisa fractura los minutos: ya no le tiene miedo a la noche.
A Elisa se le van los recuerdos por los ojos; esos que no están en fotografías. Tiene veinte años persiguiendo el mismo principio: aquél donde no nace. Elisa quiere enterrar su cuerpo en el espejo. Elisa hoy no se muere: da la vida por sus muñecas.
Elisa ya no tiene muñecas.
Cuento inspirado en el tema homónimo autoría de José Agustín Solórzano.