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Emociones aerostáticas

Por Sr. Tarántula

No se necesitan colores para iluminar el cielo, se necesitan decenas de globos aerostáticos para cumplir tal efecto. El León del Bajío mexicano es la sede en donde nos congregamos para disfrutar del espectáculo aéreo. Por un pasillo el Parque Metropolitano le da la despedida a miles de visitantes que pasaron aquí la noche del viernes y en el otro pasillo estamos nosotros, los recién llegados.

globos 1

“Bienvenido al Festival Internacional del Globo León 2013”, así versa el letrero que recibe a los visitantes a Guanajuato. Son las 6:45 am del sábado 16 de noviembre, nos encontramos en el acceso principal. “¡Lleve sus globos de Cantoya! ¡Lleve sus globos de Cantoya de sólo diez pesos!” Made in China se alcanza a leer en la bolsa que contiene el objeto aludido, mismo que al ya estar elaborado sólo debe sacarse y encender en la parte inferior para dejarlo elevar y después verle caer (mayoritariamente) en el lago.

Mochilas con víveres, casas de campaña, sleeping bag, cobijas, bebidas, cigarros y leña: todo listo para comenzar la caminata. Apenas subimos por una ladera del lago y de inmediato se avizoran los globos que en el otro extremo están suspendidos en el aire: comienza la sesión fotográfica para dejar constancia en Facebook respecto a nuestra asistencia. Buscamos el sitio adecuado y da inicio la instalación de las casas para acampar.

Hora del almuerzo. Quesadillas, carnitas, tamales oaxaqueños y anexas son la oferencia para nuestros hambrientos estómagos; contamos con atunes enlatados y sopa fría pero a estas horas eso nomás no se antoja, necesitamos un guiso calientito y “Me da una michelada con mucho clamato por favor”: son las 10 am y el armisticio con las bebidas embriagantes ha llegado a su fin así que es hora de liquidarnos con éstas, literalmente, a besos.

Fotos: Página Oficial Festival del Globo

Los globos descienden, son empaquetados y transportados en camionetas para ser traídos de nuevo hoy por la noche: hora de caminar para inspeccionar la zona. Atrás del escenario se cuenta con varios stands donde se venden alimentos y souvenirs, también ahí se encuentra una zona con juegos mecánicos e incluso un mini rodeo. (Más tarde unas amigas nos comentarán un vil atraco: tomaron asiento en uno de los stands, pidieron un burrito, un miserable y hediondo burrito que acompañaron con un refresco mas al pedir la cuenta se percataron de haber cometido un error al no preguntar los precios ni ver la carta: $145 del burrito hediondo y miserable más $25 del refresco les hacía una cuenta total de casi mil pesos por los alimentos de cinco personas, ¿qué se podía alegar llegados a ese punto? Nada. Sólo restaba pagar y comerse una rabieta como postre.)

“¿Ligth o roja mi joven? La que tengas a la mano Paty, de cualquier manera saben del carajo…” y entonces la señora de 52 años se toma todo el tiempo del mundo para llenarme un vaso con dos cervezas de la Cuauhtémoc Moctezuma: pura pinche Tecate (sé que en el Norte del país es la que rifa pero de dicha empresa sólo las Carta Blanca me laten mas ya entrados en gastos no queda sino aplicar aquella bonita máxima de “Al lugar que fueres has lo que vieres” o bebe lo que encuentres, que para el caso es lo mismo).

Familias completas, muchas familias completas se encontraban en el sitio y por doquier se veía a los padres compartiendo tiempo de calidad con sus pequeños ya sea surcando el aire con un cometa (Made in China), pateando un balón o simplemente corriendo como desquiciados tras sus criaturitas.

Las vicisitudes, al igual que en cualquier evento masivo, eran obvias: red satelital saturada y por ende poca o nula comunicación vía celular dependiendo del sitio en el que uno se encontrara; de igual manera, filas interminables para acudir al sanitario. Los lapsos de espera iban desde 15 minutos hasta una hora, promedio de tiempo donde uno debía estar formado para evacuar aquello que ya no debe permanecer en el cuerpo. Como era de esperarse, las mujeres eran las más afectadas con dicha ineficacia en el servicio del WC mas en una de esas no era raro ver a los varones meando tranquilamente en un arbusto o incluso en las llantitas de una patrulla con la premeditada alevosía que otorga el saber que sus ocupantes se encuentran comiendo tacos de ojo con tanta chamaca chula que ahí se encontraba paseando.

Ahora sí: los atunes, la sopa fría e incluso unas empanadas rellenas de coco (Made in Lázaro Cárdenas). A descansar y hacer fluir la charla recostados en la ribera del lago, también a dormir un poco…

Seis treinta de la tarde, los elementos de logística comienzan el acordonamiento del área que se encuentra entre el lago y el escenario pues en unos instantes comenzará el festejo. Una a una arriban las camionetas con las barquillas y los respectivos pilotos dentro de éstas, extranjeros casi en su totalidad.

En menos de sesenta minutos nos encontramos rodeados de fuego sin necesidad de estar en el infierno pues hay bastantes barquillas ocupando sus lugares y desde ahí sus ocupantes accionan las palancas para que el gas haga ignición y por ende se manifiesten múltiples columnas de fuego. Los rostros se iluminan y algunos más se cubren pues el calor emanado de la flama lacera la vista. Dos animadores hacen su trabajo y desde el sonido local incitan la aparición de más y más llamaradas. “En una de esas se les va a acabar el gas por estar de payasos”, comenta una compañera que, sin saberlo, emitía un vaticinio comprobable pues a la mañana siguiente (domingo 17, 7:25 am) se suscitaría un leve percance con un globo amarillo: se le terminó el gas y el piloto se vio obligado a descender justo en la zona del camping, cubriendo con la amarilla tela a quienes ahí pernoctaron y a quienes se acercaron para tomarse una foto del recuerdo: vaya recuerdo el quedar envuelto por la tela del globo.

Tres, dos, uno, cero… fue el conteo para ver al primer aerostático elevarse, por fin, una muestra fehaciente de la satisfacción del deseo: los seres humanos no tenemos alas pero nos acompaña el conocimiento y a la creatividad (en los más de los casos) no le gusta separarse de éste. Hubo aplausos, gritos de emoción, demasiados flash fotográficos y una alegría inconmensurable. En breve teníamos sobre nosotros la cabeza de Darth Vader, al mismísimo Bob Esponja, a un reloj, un barquillo de nieve, una botella de Coca-Cola (sin ácido ascórbico ni azúcar en dosis industriales, por supuesto), un colibrí, una pareja de abejas coquetas y varias decenas de globos con colores muy llamativos.

Elevados los artefactos era tiempo de acercarse al escenario para escuchar a Nortec Collective, mismos que salvo para los chavos más prendidos que estaban cerca de ellos, en realidad pasaron sin pena ni gloria en el evento. Uno que otro bailaba pero el pulsar del ambiente era más que cierto: se requería a Molotov para tener un verdadero concierto. Nortec terminó y pasaron 10, 20, 30 minutos y nada, los defeños no llegaban al escenario así que aparte de los globos, en el aire también volaban mentadas de madre, vasos con cerveza, agua de riñón y muchas otras cosas bonitas que la gente suele aventar cuando está desesperada.

Una hora, una hora se tardaron en llegar y lo primero que dijeron fue “¡Pinche tráfico!”, luego entonces, a tocar se ha dicho. Entre las rolas sonó el clásico aquel del disco homónimo que dice: “Paseaba en la troca con quemacocos, parqueamos la guagua y le tocamos al Loco que siempre jala con sus carnales, se jala temprano para echar desmadre” y a brincar-cantar-gritar-pistear-fumar se ha dicho. Empujones por aquí, empujones por allá, pisotones a diestra y siniestra, agarrada de nalgas por aquí, por allá, chichis pa’ la banda por este lado y toda la bonita parafernalia que suele disfrutarse en este tipo de eventos estuvo presente ante un público estimado de 10 mil asistentes.

El concierto termina, Randy quebra baquetas y se las avienta a la gente. “No la chingues Paty, ¿cómo está eso de que no puedes vender más chela si apenas son las once de la noche? Son las reglas mijo”, ni hablar, me vi en la necesidad de comprar-beber agua…

Al regreso a la tienda de campaña ya había una fogata elaborada por los compas donde se asaban bombones y salchichas pero quien estas líneas escribe ya estaba más para allá que para acá y por ello decidió ingresar a la casa y descansar con las compañeras; total, en el siguiente día se comenzaría con el peregrinaje para ir al baño, desarmar las casas de campaña, almorzar, curársela, comprar la playera del recuerdo, regresar al autobús, visitar el centro de León y por qué no, quizá comprar unos zapatos.

En todo ello pensé justo antes de dormir mas una idea fue la última en desaparecer antes de conciliar el sueño: no se necesitan colores para iluminar el cielo, se necesitan decenas de globos aerostáticos para cumplir tal efecto.

 

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