El gran caricaturista Eduardo del Río, mejor conocido como Rius, falleció la madrugada de este 8 de agosto en Morelos, tierra que adoptó al nacido en Michoacán. Hace tres años nuestro colaborador Jaime Garba, también zamorano, tuvo la oportunidad de entrevistarlo y conocer más detalles sobre sus primeros pasos en el mundo de la historieta y l cartón político.
Dice Rius que su carrera como caricaturista inició de pura chiripada, cuando por accidente conoció al editor de una revista de chistes. Era el año de 1954 y desde entonces este personaje ha publicado decenas de libros e ilustrado un montón de publicaciones. Aquí, una entrevista con él.
Eduardo del Río García, Rius, para los cuates, es quizá el más grande historietista y caricaturista que ha dado México, su irreverencia, crítica política, cultural, filosófica, religiosa y social, plasmada en sus trabajos, le han ganado una gran popularidad en un importante sector poblacional de nuestro país que gusta de sus perspectivas y del filtro cómico logrado por el autor en sus libros.
La cosmovisión del ser humano y de la sociedad a la que pertenece, a través de los ojos de Rius, puede entenderse de manera sencilla pero profunda. La propia realidad, cruel, inverosímil y desalentadora, sobre todo en el México de hoy, la aborda con un humor que la vuelve digerible y factible de reflexión. Ha publicado más de cien libros de variados temas, casi todos con fines de divulgación. El escritor celebra este 2014 sus 80 años y varias cosas se están gestando para celebrarlo, por ejemplo la Editorial Almadía ha publicado Rius en pedacitos, una antología personal de dibujos, monos la mayoría inéditos, del autor de Cómo acabar con el país…sin ayuda extranjera. En la presente entrevista el caricaturista habla sobre sus orígenes como historietista, sus influencias, ideas y la perspectiva que tiene sobre el México de hoy.
JG. Es innegable que la figura de Rius es muy importante para comprender parte de los principales temas políticos, sociales, filosóficos y culturales de nuestra sociedad, pero esa figura hoy reconocida y admirada es la voz de un hombre común y perspicaz, Eduardo del Río. ¿Cómo surgió el Rius que todos conocemos?
R. Yo me volví caricaturista por pura chiripada. En 1954, trabajando en la funeraria Gayosso como encargado del conmutador telefónico, recibí la petición de un cliente para hacer uso del teléfono. Yo trabajaba detrás de una especie de «cantina» desde la cual se me podía ver haciendo mis cosas en espera de las llamadas telefónicas. Ese día estaba yo dibujando letras, una manera curiosa de matar el tiempo, otras veces llenaba crucigramas o leía. Cuando acabó su llamada, el cliente me dio las gracias y me extendió una tarjeta diciéndome: si alguna vez se le ocurren algunos chistes, yo se los publico. La tarjeta decía «Francisco Patiño. Director. Revista Ja-Já». Una semana después, ya estaba yo en las oficinas de la revista entregándole medio kilo de monigotes mal hechos, que me empezaron a publicar semanalmente. Dos años después, entré a trabajar al diario Ovaciones, supliendo a Abel Quezada en el cartón editorial. Así empecé esta innoble carrera en la que sigo haciendo travesuras.
A sus 80 años, después de una vida de experiencias, de haber conocido personajes, ideas, perspectivas, ¿quiénes considera que le influyeron e inspiraron para su obra?
Todavía antes de volverme caricaturista ya admiraba los trabajos de Quezada, Oski -un argentino que publicaba en Ja-Ja´- de Alberto Huici y otros moneros que aparecían en la prensa nacional. Del extranjero enloquecí con los monos de Saúl Stgeinberg, un rumano-gringo considerado como el padre de la caricatura moderna. Me influyeron también las cosas de Ronald Searle, André Francois y otros franceses que publicaban en París Match. Sobraban pues los colegas dignos de admiración, a quienes les debo en buena parte haberme dedicado a ser humorista gráfico. Y junto con ellos, también debo decir que me inspiré en el campo de las ideas en los escritos de Carlitos Marx, John Steinbeck, Nikos Kazantzakis, Renato Leduc, Hemingway, José Rubén Romero (el de Pito Pérez) y otra docena de escritores izquierdosos con quienes aprendí a manejar los diálogos y a plantear en mis textos ideas diferentes a otros caricaturistas. Se puede decir que leyendo reforcé el dibujo, que era y sigue siendo bastante malo.
Dominando magistralmente el arte del monero, el texto y el pensamiento que se conjugan en uno sólo, muy al equilibrio de la literatura emblemática del siglo XVIII, ¿qué fuerza e impacto considera tiene la caricatura como discurso?
La caricatura puede plantearse como un medio de comunicación de las ideas y una forma de criticar lo mal hecho y las burradas de los gobernantes (aunque nunca hacen caso de lo que se les dice).La elocuencia de las ideas adquiere otro tono en la caricatura o historieta, se vuelve humorística y eso permite que la gente la acepte con más gusto y haga caso del mensaje. Con humor puedes suavizar todas las mentadas de madre, y los moneros podemos presumir que hemos choteado y vacilado a presidentes, sumos pontífices y millonarios, casi impunemente.
Usted, como muchos otros colegas, han hecho de la caricatura y la ilustración un proceso reflexivo y hasta pedagógico, pues gracias a sus obras muchos han tenido acercamientos claros a los grandes pensadores y han abordado temas que muchos intelectuales se empeñan en abordar con solemnidad. ¿Es la caricatura un medio o un fin para comunicar la elocuencia de las ideas?
Me parece es un poco de ambas, el añadido del humor vuelve al discurso más efectivo y como se trata de que la idea dé resultados, el discurso escuchado y comprendido, tenemos así que la gente prefiere una caricatura que una ilegible editorial llena de letritas. El humor es una rama, no reconocida, de la filosofía, y es la que más acepta el público.
Usted es de Michoacán, un estado que imagino era muy distinto a lo que es ahora. ¿Qué retrospectiva tiene de ese lugar que en la actualidad se ve flagelado por la violencia, el narcotráfico y un gobierno fallido?
Siempre he sido enemigo de los nacionalismos y veo a Michoacán como una parte de México, azotada por los mismos problemas que se están dando en todos los estados. En Michoacán, sin embargo, se ha dado con un brochazo de humor que va desde los nombres de las bandas y grupos rijosos, hasta los gritos de “Viva Cristo Rey” y las delicias de los Nuevos Jerusalén que pueblan las tierras purépechas.
Cuáles cree que son los principales problemas de nuestro país y cómo, desde su perspectiva podrían solucionarse, tomando en cuenta el grado de descomposición social que parece existe en México
Michoacán (enlazando un poco la pregunta pasada) forma parte de un pobre país que ya no tiene remedio, por más que le busco de buena fe, por dónde podríamos empezar a tratar de cambiar al país y a la sociedad, no le encuentro por dónde. Tenemos encima como enormes piedrotas que siempre se atraviesan: negación que se ha hecho de nuestro pasado indígena y la forma en que hemos tratado a los indios, y la otra piedrota que nos impide cambiar, que es el catolicismo hipócrita en que nos metieron desde la conquista. Nunca hemos podido ser independientes ni soberanos, nunca. Nunca hemos tenido un sistema de justicia para todos, nunca se ha dado la democracia, y al parecer, nunca se va a acabar la corrupción. Tenemos un sistema educativo bien chafa, unos partidos políticos increíblemente corruptos e inútiles, una economía completamente dependiente de Estados Unidos, una caricatura de agricultura, una población que sueña con irse al norte, una clase media sin aspiraciones sumida en el consumismo y la mayoría de paisanos apendejados con la televisión y el fútbol; con altos índices de desnutrición somos campeones mundiales en obesidad y diabetes. Tenemos un ejército que nunca nos ha defendido de los abusos del poder, dependiente del pentágono y nos hemos convertido, para abreviar, en una estrellita más del pabellón de las barras y las estrellas. ¿Por dónde empezamos para acabar con la corrupción, la impunidad, la ignorancia de nuestro pueblo, la demagogia de los políticos?
Ahí se los dejo de tarea a todos los mexicanos que todavía creen en este país. Besos y abrazos a quien corresponda, de un zamorano (de Zamora, Michoacán), que nunca lo fue plenamente, pero que no se ha cansado de decir que nació en el mero Jardín del Teco.