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Festival de Música de Morelia: un balance

La mayor parte de las actividades culturales de la ciudad se han concentrado en los últimos meses del año. Evidentemente son las fechas en las que se celebran algunos de los festivales más importantes, pero esta saturación de eventos también se vio beneficiada por una tasa creciente de población vacunada, así como el entusiasmo inicial de las nuevas encargadas de la cultura municipal y estatal. Ya veremos si consiguen conservar ese impulso hasta el final.

El Festival de Música de Morelia (FMM) volvió a un formato ligeramente más cercano al que tenía anteriormente, con dos fines de semana de actividades intermedias. Todavía no hubo condiciones para llevar a cabo el tradicional concierto al aire libre en la Plaza Valladolid, pero los tapetes florales, con todo y presentaciones musicales, regresaron a la Calzada Fray Antonio de San Miguel.

La Orquesta Sinfónica del Estado de México (OSEM), dirigida por Rodrigo Macías, llegó a celebrar su 50 aniversario con un par de conciertos. La OSEM es una de las agrupaciones sinfónicas más sólidas y versátiles del país. Así lo demostraron con su interpretación de temas de cine acompañados por el trompetista francés Romain Leleu en la clausura del festival, la cual se llevó a cabo en el Teatro Matamoros.

Lleno total para apreciar el trabajo de Tango Mortale, dúo conformado por César Olguín (bandoneón) y Astrid Cruz (viola), en una fría noche en el Centro Cultural Clavijero. Igualmente boletería agotada para el de la pianista Nargiza Kamilova y el talentoso violonchelista Álvaro Bitrán, ampliamente conocido por su labor académica, así como con el famoso Cuarteto Latinoamericano.

Versus 8.

Sin llegar al lleno, pero igualmente memorables estuvieron algunas otras presentaciones. La agrupación coral Voz en Punto, dirigida por José Galván, ofreció una noche muy divertida en el Matamoros, y dicen quienes tuvieron oportunidad de asistir, que la pasaron muy bien en la Calzada, escuchando sus conocidas versiones a capella de temas de Crí-Crí.

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Probablemente entre las mejores interpretaciones elegiría la del cuarteto de percusiones Versus 8, en el Ocampo, una pujante interpretación con un programa de lujo. Habrá que verlos el próximo 16 de diciembre en su concierto de aniversario en Amati, en el centro de Morelia. Igualmente para destacar, la cuidadosa selección de piezas ejecutadas de manera magistral por el Ensamble navío, dirigido por Roberto Rivadeneyra, que fue todo un viaje en el tiempo, una probadita del virreinato.

Desafortunadamente el gran trabajo de Segrel, del maestro Manuel Mejía, se vio empañado por un descontrolado flujo de personas que abandonaron el recinto. Para el final del concierto homenaje a Alfonso X, “el Sabio”, solo quedaba una tercera parte del público. Aunque no hay nada que reprochar a los músicos y a la cantante, quienes se brindaron al máximo.

La Orquesta Sinfónica de Michoacán (OSIDEM) cumplió jugando de local, con el concierto homenaje a Miguel Bernal Jiménez. Y ya que estamos en los homenajes, no faltaron las menciones a Mario Lavista, uno de los más grandes compositores mexicanos del siglo XX que falleció hace apenas unas semanas.

Por alguna extraña razón, la presentación del joven Cuarteto Sonata de Colombia no apareció en el sitio oficial del FMM, aunque sí en el programa de mano. Como sea, los cafeteros se lucieron con grandes versiones de Fuga con pajarillo, del venezolano Aldemaro Romero, y sobre todo Libertango, de Piazzolla. Aduciendo razones de espacio, no se permitió el acceso a la prensa al recital del guitarrista Jaime Márquez en la Pinacoteca del Templo de San Agustín, en ediciones anteriores no hubo ningún problema, pero este año se decidió así y no pudimos apreciarlo.

En streaming desde Austria, la Camerata Mozartiano y el Trío Clarivoce, ofrecieron un repertorio más bien clásico de compositores austriacos. Por supuesto sería mucho mejor escucharlos en vivo, pero de momento es lo que hay. En ese sentido hay que reconocer el esfuerzo de transmitir la mayor parte de los conciertos a través de las redes sociales, porque pone al alcance del público conciertos como el de clausura, cuyo costo era de 600 pesos.

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No podían faltar como cada año, las taras inherentes al festival: los aplausos a destiempo y la gente que llega tarde a los conciertos. En esta ocasión se sumó una más: el incontenible flujo personas que entraban y salían, particularmente en los que se llevaron a cabo en la Sala 1 del Clavijero. Fue una situación a la que inexplicablemente se sumó personal del propio FMM.

Fueron días de caos vial y guaruras apostados a la entrada de recintos culturales cada vez que el austero gobernador hacía acto de presencia. ¿Algún día superaremos esa faramalla? También deberíamos agregar que el programa digital estaba incompleto, no solo porque omitían la presentación del Cuarteto Sonata, sino porque no se publicaron los precios de cada concierto y el repertorio de cada uno de ellos muchas veces no se hizo llegar sino hasta el último momento.

Un detalle tal vez menor, pero inexplicable, fue que se anunciaba a Rusia como país invitado. Tal vez hacían referencia a la pianista Nargiza Kamilova, que no nació en la tierra de Putin, sino en Uzbekistán.

Terminó la edición número 33 con mucho público, un programa más variado y con un mayor acceso a los conciertos vía online. Hay mucho por hacer, pero seguramente el FMM seguirá creciendo y nos traerá más música en el 2022.

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