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Jazz, el agua en medio del tortuoso desierto

#Jazz

Nota al lector: este no es un desglose profundo y analítico de jazz, en cambio, es acaso un tenue acercamiento como aficionado convencional a la música.

Por Héctor Dimas

El 31 de octubre de 1965, Louis Armstrong dio su primera actuación en Nueva Orleans, su ciudad natal, en nueve años. Cuando era niño se había detenido en las esquinas de las calles. A los doce años se adentró en el orfanato, donde le dieron su primera trompeta. Pero había boicoteado públicamente la ciudad desde su prohibición de las bandas integradas, en 1956. Tomó la Ley de Derechos Civiles, de 1964, para deshacer la ley. Regresar debería haber sido una vuelta de victoria.

A los sesenta y cuatro años su atractivo popular nunca había sido más amplio. Su grabación de «Hello, Dolly!» para un musical dentro de su carrera inicial en Broadway, golpeó la «Can’t Buy Me Love» de los Beatles en la posición número 1 en el Billboard Top 100, y la canción continuó hasta los Grammy; ganó el premio a la Mejor interpretación vocal de 1964. Cuando salió la versión de la película, en 1969, fue llevado a dúo con Barbra Streisand.

Armstrong era entonces ampliamente conocido como el abuelo del jazz, adorable y de voz grave. Sin embargo, fue un punto bajo para su estimación crítica. «El músico de la plaza», lo llamó el periodista Andrew Kopkind, mientras cubría el regreso de Armstrong a Nueva Orleans para The New Republic. Kopkind agregó que «entre los negros de todo el país, ocupa una posición especial como símbolo de éxito, héroe cultural y exclusión racial». Kopkind no estaba completamente equivocado en esto, y no estaba solo al decirlo.

El primer acercamiento que tuve con el jazz fue cuando cursaba la secundaria. El sistema de cable tenía integrado un canal de nombre Film & Arts, el cual transmitía los martes el programa “On the road”, en alusión a la obra literaria del emblemático Jack Kerouac. El programa iba de blues, country y, por supuesto, música de jazz.

Entrevistas, conciertos, músicos legendarios, jazzistas emergentes, revistas, reseñas, lugares, etc. Un manjar. En una entrevista de archivo de Armstrong, el trompetista oriundo de Luisiana sentenció que “el jazz es la música más poderosa del mundo”. Y lo es. No pasa desapercibida nunca. Al tiempo, me hice mi material tangible del género: un tío me envió de EU discos de Ella Fitzgerald, Lena Horne, Billie Holiday y Louis Armstrong. Tiempos donde no era posible descargarla. No había música de Count Basie en los puestos piratas.

A lo largo de la década de los 50, el trompetista Chet Baker, nacido en Oklahoma, estaba haciendo grandes olas, mareas, en la escena del jazz de la Costa Oeste, tanto por sus melodías de improvisación como por su buena apariencia. Fue nombrado Trompetista del Año por la Downbeat Magazine dos veces, a pesar de haberse enfrentado contra titanes como Louis Armstrong, Dizzy Gillespie y, en particular, Miles Davis.

Pero a principios de los años 60, Baker estaba luchando contra una seria adicción a la heroína. Antes de que su dependencia de la droga reclamara su vida en 1988, la adicción de Baker fue considerada el catalizador de un asalto de 1966 que arruinó su embocadura. Muchos pensaron que su carrera había terminado. Lo demás es historia. Y para muestra, la reciente película que interpreta Ethan Hawke como Baker. Sublime.

BILLIE HOLIDAY, MY LOVE

Billie Holiday queda definida por la tragedia; un talento deslumbrante cuya vida temprana se vio empañada por la pobreza y cuyos años de celebridad quedaron marcados por la adicción, los matrimonios brutales y el racismo institucionalizado, historias reiteradas en numerosos relatos posteriores. Pero su estirpe iluminadora le devuelve a la cantante la dignidad de una verdadera artista, una que emerge de sus páginas y los registros a los que te conduce con avidez de vuelta como una revolucionaria. Un crítico de Holiday dijo que “sus libertades rítmicas son alarmantes e irresistibles”. Holiday cantó notoriamente detrás del ritmo, reformulando y dando un nuevo significado a lo que ella ejecutó.

Billie también fue valiente. Fue su idea grabar “Strange Fruit”, el febril relato de un linchamiento del sur que se convirtió en su disco más exitoso, cortando la canción (escrita por un hombre blanco) para un independiente de Nueva York cuando su sello se negó a aprobar su grabación. En un momento (1939) en el que «no había posibilidad de que el linchamiento de negros apareciera en una película, sin importar cómo se informara en los periódicos», su representación en la canción se convirtió en una causa célebre.

LA ERA JOHN COLTRANE

Considerado como uno de los saxofonistas más revolucionarios y ampliamente imitados en la música de jazz, John Coltrane se hizo un hueco en el mundo jazzístico. A pesar de una carrera relativamente breve que abarca más de 12 años, logró más de lo que un músico humano normal podría soñar alcanzar. Esta es la razón por la que fue honrado con numerosos premios póstumamente. Fue increíble ver a las compañías discográficas, aprovechando su fama, reeditando sus grabaciones. A pesar de todos estos logros, Coltrane fue una figura controvertida.

Fue una persona que cambió su estilo a menudo a lo largo de su carrera, lo que creó mucha confusión en la discografía y las apreciaciones de su interpretación. Sin embargo, independientemente del estilo, nadie puede cuestionar su devoción y compromiso con la música de jazz y el significado de esa música en la historia del género. Aunque es difícil encontrar músicos que realmente toquen su estilo, fue una gran inspiración para los ejecutores a ser innovadores en su trabajo y dedicarse al arte. Aunque probablemente su disco más significativo, y quizá el más laureado, sea “Blue Train”, de 1958, me quedo con el “Africa/Brass”, de 1961. Un álbum abrasador.

BITCHES BREW

Amanece y sigues pensando que el “Kind of Blue” de Miles Davis, publicado en el ’59, es celestial. Después llega un vendedor chilango de “música pacheca” y te ofrece el trabajo del trompetista de Illinois de nombre “Bitches Brew”, de 1970. El sonido eléctrico y los estruendosos ritmos del rock latino de esos años podrían haberse roto con la tradición del natural del jazz, pero la espontaneidad, el color y la producción visionaria significa que puedes dejarte llevar por el ritmo. Importa la trompeta ardiente de Miles Davis, la guitarra de John McLaughlin o el saxofón soprano de Wayne Shorter.

Un quinteto de finales de 1969 espectacular. Destacan los elementos en “Pharoah’s Dance” y el sonido terroso de jazz temprano en “Miles Runs the Voodoo Down”, junto con el retorcido toque de guitarra de McLaughlin en la maravillosa “Spanish Key”. Es la música que cambió sísmicamente el jazz. Chick Corea y Dave Hollando fueron algunos de los músicos invitados, con el piano eléctrico y el contrabajo, respectivamente.

En casi todos los años de su existencia de más de un siglo, el arte del jazz, que oscila abruptamente, se mantiene fascinante para sus devotos incondicionales, y en algunos años llega a una nueva multitud intrigada más allá. Trae nuevos escalofríos al fascinante juego de sopesar los legados de gigantes difuntos, contra las maneras en que ingeniosos recién llegados los sacan de forma.

 

http://revesonline.com/2018/11/30/mercaderes-del-aliento-una-historia-llamada-river-boca/

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