Por Pata Maldita
La Virgen de Guadalupe, el furbol y el petróleo son la verdadera Santa Trinidad de nuestro país, los que dan forma al espíritu católico nacional. Eso se puede ver en las discusiones sobre los partidos de la selección, y en las discusiones sin argumentos de los partidos sobre la reforma energética, de la que nadie sabe nada. Jesús Zambrano, ¿qué piensa de la reforma? “Lo que diga el ingeniero”, responde el líder del PRD, hincándosele al líder moral de ese partido, como si se tratara de la Virgen de Guadalupe.
Antes de ir a Perú en 2005, Jesús Ramírez afirmó que México ganaría el Mundial Sub-17. Luego, en 2012, Peña Nieto dijo que la reforma energética no implicaría privatizar el petróleo. En uno y otro casos las declaraciones de ambos suscitaron risa. Qué los compre quien no los conozca. Una risa nerviosa. Sí güey, casual, ganamos un mundial y no abrimos Pemex. LOL.
Y México venció entonces 3-0 en la final, si no mal recuerdo, a su similar de Brasil, luego de hacer una copa brillante. Incluso, varios periodistas groupies, incluido el alarmista David Faitelson, bautizaron como generación dorada del furbol azteca a ese grupo de jugadores. ¿Quiénes eran? Los belindos, los que hoy no quieren venir a jugar en la grande, los que calientan la banca en los equipos de primera división.
¿Qué fue de toda aquella grandeza?, pregunta Miguel León-Portilla en la Visión de los vencidos, qué fue de Anáhuac, de la región más transparente del aire, se pregunta a su vez Alfonso Reyes en Palinodia del polvo. Nada, los inflaron tanto que superaron la devaluación del 94, cuando le quitaron tres ceros a la moneda. Pero México fue campeón, ¿significa entonces que la reforma energética no implica la privatización de Pemex…? Tranquilos todos, no hay que dejar que los diablos extranjeros pongan sus manos sobre el petróleo mexicano. ¿Te cae que es de México?
Previo a la inauguración del mundialito en el Estadio Morelos en 2011, los inflacionistas de los medios indicaban que México podía repetir lo hecho en 2005. Parecían el personaje de El juguete rabioso, de Roberto Arlt, el que cuando se halla por fin a sí mismo quiere salir a darle “puñetazos amistosos a la gente” para festejar. Puro patrioterismo marca diablo. Virgencita, si algunas vez me has escuchado, ayúdanos a ganar; que no me paguen más en el trabajo si quieres, que se lleven el petróleo, al fin que la gasolina está más cara que en Estados Unidos y Europa, pero que gane la selección (imagen de Sara García con un niño al que regaña o de El Chicharito rezando un “Padre nuestro” antes del partido, con las manos de tacita, como si fuera a empezar a hacer una genkidama).
Todos sabemos que a los locales siempre les dan más opciones de las que realmente tienen, pero entonces Julio Gómez, Jonathan Espiricueta y Carlos Fierro hicieron (en una copa dramática en la que a cada paso parecía que se derrumbaban pero volvían a levantarse) lo que no era posible: recampeonar. Gracias, niños héroes, gracias (lágrimas en los ojos, comentaristas eufóricos gritando). Hoy sólo el último de estos tres no calienta la banca en su equipo (y Fierro juega en el Guadalajara, así que imagínense).
Ahora este nuevo mundialito de 2013 en los Emiratos Árabes Unidos me recordó una película de Arturo Ripstein: el dramononón de Principio y fin, aunque aún no sabemos el desenlace en este caso. En una familia mexicana muere el padre, y madre e hijos tienen que ponerse a trabajar (hasta Bruno Bichir); bueno, todos menos el Gabito (Ernesto Laguardia, mucho tiempo en el programa Hoy de Televisión Vía Satélite, junto a Andrea Legarreta): él es especial, él nos sacará a todos de pobres. Pero ahí tienes que pese a todos sus esfuerzos el Gabito no puede. Y todos acaban destruidos. Qué cara de culei que tiene el Luis Felipe Tovar en esa película. En esa y en varias. Y en los festivales de cine. Y en las telenovelas en las que sale. Y cuando te lo encuentras en la calle. Y supongo que cuando está en su casa.
México perdió con Nigeria 6-1 en el primer partido (se parece a la grande, dijeron los periodistas groupies entonces, convertidos en periodistas críticos. Luego volvieron a ser groupies cuando México ganó 1-0 a Suecia y pasó a la siguiente ronda). Pero seamos sinceros. En Sub-17 la selección ya puede manifestarse más allá del bien y del mal, independientemente de lo que pase el viernes. No sólo por los títulos anteriores.
Ganarle 2-0 a Italia en octavos, como 11-10 a Brasil en penaltis tras un 1-1 en el trámite (hasta los porteros tiraron), y eliminar a Argentina 3-0 en semifinales, es ya una actuación más que sobresaliente, que vale por sí misma, aun y cuando las selecciones de 2011 y 2005 sí campeonaron.
Empero, la sensación que se tiene es que México será campeón de nuevo y, a diferencia de 2005 cuando Chucho Benítez, digo, Ramírez (perdón, perdón), dijo aquello, y en 2011 cuando inflaban a priori al Tri Sub-17, esta vez las sensaciones nos parecen fidedignas, a nosotros, tan acostumbrados al melodrama. “Pepe El Toro es inocente”. “Has mancillado el honor de la familia, adultera, mala mujer” (Marga López dixit), “Tú no Gabito, tú eres distinto, tú no nos falles”, y cosas así.
Por eso, seguramente, si México vence a Nigeria el viernes todos sentirán que algo se redime. Aunque en esta categoría, creo que la selección está cambiando su fatalidad tricolor y se convierte poco a poco en un rival a derrotar (¿diremos que si gana tres copas puede considerarse una potencia en la especialidad? No, mejor no decirlo; rival a vencer es suficiente). Ya no es que se redima con un resultado de suerte o coraje, es que gana y apabulla a los contrarios.
El melodrama furbolístico Sub-17 va cediendo poco a poco, pero en el escenario nacional vemos que lo que se va cediendo poco a poco son los recursos, aunque quién puede hablar de expropiación del petróleo o de no privatizar Pemex: Pemex nació privatizado. Y dice Cuauhtémoc Cárdenas que el petróleo es nuestro. Es suyo y de su familia, por los contratos que firmó el General, Tata Lázaro (puro tatismo en este país). Ahí sí, con la grande y con la Virgencita de Guadalupe, el melodrama no termina nunca.