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La Lotería: entre la comedia y el drama nacional

Mientras los espectadores juegan a la lotería y beben una cerveza, en escena doce sketches y un baile tienen lugar. Cuatro actrices -Paulina Rosas, Erandini Alvarado, Andrea Ruiz y Selma Sánchez- enfundadas en trajes de noche, con medias caladas, pantaletas y corsets, hacen reír al público con pintorescas situaciones.

Los escenarios a los que se traslada el espectador van de un programa de concursos en TV, las calles de una ciudad de cantera, el tablado de un foro teatral independiente o un gimnasio, pasan por un recinto conventual, una academia de superheroínas, un crucero en el Río Bravo o un restaurante, hasta situarnos en la habitación de unas niñas, una cantina, la casa de una familia mexicana o un barco lleno de piratas.

¿Qué tienen en común los protagonistas de estos lugares? Que son parte de una sociedad inmersa en el absurdo, la descomposición y la decadencia, que prescinde de las condiciones más elementales para vivir y, sin embargo, busca ostentar, sentar canon, poner el ejemplo.

Ello no ha pasado desapercibido para las actrices y dramaturgas de la Coregía Teatro, quienes se valen de la parodia para criticar situaciones inverosímiles y darles la vuelta, con un humor inteligente y mordaz que, de súbito, hace que uno se pregunte: Pero ¿por qué diablos me estoy riendo de esto?

Pasan de las nueve de la noche, llueve y, en El Foro, casa de la Coregía -que cumplirá su primer año el 7 de julio-, se reestrena La lotería, obra original de Teatro de Cabaret que las intérpretes presentaron en 2016 con apoyo en el texto de Cecilia Sotres, una de las Reinas Chulas, la compañía más célebre del país en el género.

Es el séptimo sketch de la velada. Un grupo de turistas -una japonesa, otra española y una, al parecer, francesa- navegan el Río Bravo en un crucero internacional. Están ahí para presenciar cómo se desarrolla una balacera para tomarse selfies desde el barco y twittear el suceso.

Fotos: Omar Arriaga

La guía turística también les ofrece ver dónde quedará el muro de Donald Trump, observar cómo los indocumentados tratan de cruzar la frontera, ser testigos de una marcha de la CNTE o de cómo los periodistas intentan correr por sus vidas. Las carcajadas no pueden atajarse, pero paulatinamente se convierten en risa incómoda, como le sucede a quien lee las Poesies de Lautréamont.

La guía habla entonces de otras atracciones: los sembradíos de “mota”, los valles de la pobreza, las casitas miniaturas que el gobierno de ese país da a sus ciudadanos, la peste de los basureros y las fosas clandestinas, además de prometer un premio especial a aquélla que encuentre el cuerpo de uno de los 43. Una vez que el sketch ha terminado aún se escucha que en esa fosa que están visitando son mucho más de 43. Otra vez la risa fluye y vuelve a incomodar.

Es casi la mitad del espectáculo, pero antes hubo ya un concurso televisivo denominado “El que piensa pierde”, en el que de manera semejante a cómo hacía Víctor Trujillo con Margarito -Ausencio Cruz-, a Robustiano se le ocurre realizar lo único prohibido en el programa.

La policía no está exenta de aparecer en las críticas de la obra y, al igual que con las monjas -de otro sketch-, las costuras quedan en el aire y enseñan aquello que preferirían ocultar. En este último caso, las dos religiosas exhiben sus deseos soterrados, lo que ya desde el tercer sketch las actrices buscan poner de manifiesto entre el público al tener una acalorada discusión sobre sexo, que logra atrapar a la concurrencia.

Un gimnasio, en el que dos mujeres hacen aerobics, sirve para comenzar la venta de una pluma creada por la NASA, que tiene cargador integrado y materializa por escrito los deseos de quien la usa, situación en la que el gobernador del estado, la Secretaría de Educación y los Goyos también aparecen.

Una escuela de superheroínas, que tiene por catedráticas a la Mujer Maravilla, Gatubela y la Mujer Invisible, evoca una sociedad machista en la que las mujeres tienen que partirse y ser omnipresentes para cumplir con las expectativas puestas sobre ellas, en tanto que un restaurante es el escenario donde una proterva mujer maltrata a un pobre hombre indefenso y bueno, en una versión del mundo al revés.

Al revés está también una pedida de mano de una mujer a los padres de un hombre, y el estremecedor relato de tres niñas que narran cómo es que obligaron a su padre, a un sacerdote y a su tío a tener sexo con ellas y cómo no los dejarán que cuenten nada de lo sucedido; mientras que los machos que discuten en una cantina -con música de película de Dos tipos de cuidado– para dirimir quién es el más macho de los tres, acaba como una confesión de las propias filias y fobias.

Cierra la obra el sketch de un barco pirata, en el que Barba Negra y Barba Lampiña se traban en curioso combate con la tripulación de una nave que resulta no ser enemiga, todo mientras las actrices echan la lotería y los asistentes buscan completar la carta, a ver si -como el Robustiano del principio- ganan ellos también un premio especial.

Una de las cinco obras originales de la Coregía Teatro, que se presenta de nuevo en su primera temporada de 2017, este jueves 29, viernes 30 de junio, sábado 1 y viernes 7 de julio, por el primer aniversario de El Foro, ubicado en la calle Aquiles Serdán 415, en el Centro Histórico de Morelia; un trabajo para reír, comentar y estremecerse.

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