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La última charla con Felipe Ehrenberg

Erandi Ávalos Aburto me había dicho ya una vez que debía hacerle una entrevista a Felipe Ehrenberg. “Es mi maestro, mi promotor, mi amigo”, y uno de los artistas más sólidos en México, me había comentado también, aunque con otras palabras esto último.

Me dijo que el neólogo iría a Bordeaux, Francia, a un evento a fines de marzo y que regresaría a su casa en Ahuatepec, Morelos, donde impartiría después del 15 de abril una clínica para promotores culturales, artistas y todo aquel al que el arte lo llamara. Debía entrevistarlo, me repitió Erandi.

Llamé a su casa la mañana del 14 de marzo, a eso de las diez, y la primera en contestar el teléfono fue su esposa, Lourdes Hernández Fuentes, a la que le dije que era de Morelia y quería hablar con el maestro. “Su teléfono me lo dio Erandi Ávalos”, comenté.

Unos segundos más tarde, del otro lado de la línea, una voz tranquila y gruesa respondía en un tono jocoso, más que amigable. Un espíritu como una habitación en la que uno podía sentarse al lado del fuego, a platicar sencillamente, aunque los temas no fueran sencillos. Con todo, me hablaba de usted.

Me dijo que Erandi era su amiga, su gestora, quien lo promocionaba en todas partes y que más que alumna era una colega de profesión. Dijo otras cosas demasiado personales para escribirlas aquí.

Y aunque Ehrenberg expresaba ya no tener mucho tiempo por un cáncer contra el cual estaba luchando, el diálogo se extendió por casi media hora. No tenía prisa de nada.

Explicaba cada detalle de lo que decía, ponía ejemplos, se ponía a entrevistarme él a mí y a pedirme mi opinión, y yo me preguntaba si debía atajar sus palabras o dejarlo hablar a placer.

“Espero poder curarme de un cáncer mientras que reunimos toda la obra perdida, los textos desperdigados. Estamos cerrando un ciclo de vida. Mis parientes cruzan los dedos para que no vaya yo a colgar los tenis demasiado pronto.

“Pero sí me estoy tratando de un cáncer y esa cosa complica un poco, como que sí tiene uno más prisa”, refería en un tono más íntimo y opté por no interrumpirlo salvo que fuera necesario. Nunca fue necesario, es como si tuviera plena conciencia de los temas que íbamos a tocar y él mismo decía: “Pasemos ahora a lo otro”.

Tras hablar de la exposición en el CAPC (Museo de Arte Contemporáneo de Bordeaux) sobre la editorial Beau Geste Press (BGP), que en 1970 fundara en Devon, Inglaterra, al lado de la también mexicana Martha Hellion, David Mayor y Terry Wright, el maestro entró en materia respecto a la clínica a realizarse en Ahuatepec.

Falta autoestima

Le pregunté que cómo veía el arte contemporáneo en México actualmente y me respondió que esa cuestión era una vaguedad: “Es que decir el arte contemporáneo mexicano es como decir ‘cómo siente que está el agro en México’, sin hablar de lugares que están prosperando mucho, que siembran muchísimas cosechas.

“El agro en general está de la chingada pero hay islas. Lo mismo sucede en el país con las artes plásticas; esa es la situación en México a principios del siglo XXI”, señaló.

—Es decir, ¿está de la chingada?

“No, está más (enfocado) en la producción, en la cantidad de artistas que están produciendo, que salen a la arena pública. Nunca había habido tantos artistas. Dese cuenta que antes, hace unos quince años, no había tantos

“Sobre Michoacán, vamos a poner un ejemplo, o sobre Morelia. ¿Cuántas facultades de arte hay?

—Dos.

“¿Cuántos centros dónde se puede ser artista profesional hay?”, lanzaba la cuestión al aire, pero no dejaba de responderla él: “Vamos a decir que seis… ¿Cuántos años tiene usted?

—32, le dije.

“¿Usted sabía de al menos un lugar donde se pudiera estudiar arte hace diez años? Pues la percepción del público moreliano debe ser la misma, no ha cambiado. Muchos se meten al diseño gráfico y confunden diseño con artes plásticas.

“Esas confusiones dependen de tres elementos: la educación de las escuelas, sobre todo las de mediano a alto nivel, es decir, de la preparatoria a la universidad, que no dan información sobre la producción de las artes en México.

“El otro son los medios, que no saben cómo informar debidamente. No saben hacia dónde se van con su crónica, si hay reseñas o no puntualmente que el público pueda ver; o sea, los medios no han sabido cómo vincularse con los productores de arte, lo que incluye no sólo a las artes plásticas.

“El otro elemento son los propios artistas, que no saben cómo ampliar su radio de acción; les da vergüenza decir que son artistas. Imagínese usted llevar a sus hijos a un pediatra y que le pregunte: ‘¿Usted qué hace?’ ‘Ay, pues yo curo niños’. No, le dice: ‘Yo soy pediatra’.

“Usted no llevará a sus niños a alguien que le diga ‘yo curo’. ‘¿Y qué cura?’ ‘Niños’. Ese tipo de falta de autoestima del artista hace que no sepa hacer acto de presencia de la misma manera que lo hacen un arquitecto o un buen contratista. Le da un poco de vergüenza porque hay una brecha muy grande en el arte”, explicó.

“¿Cuándo fue la última vez que acudió a una exhibición en la que el arte estuviera fuera de su bolsillo?” Le dije que haría unos escasos tres días, cuando me tocó cubrir una muestra.

“¿Ha comprado alguna obra, un grabado?”. Respondí afirmativamente. “¿Cuánto le costó?” Le dije que 300, 500 pesos.

“¿Cuánto costaba un cuadro o una pieza fuera de su alcance?” Le contesté que unos 18 mil pesos, uno de un grabador michoacano.

“¿No se le ha ocurrido comprar uno? Cuando se ha acercado a la galería o al artista, ¿no se le ha ocurrido decir ‘se lo compro a 18 meses a mil pesos el mes?’ O ‘¿en dos años?’ O ‘¿se lo cambio por una computadora?’

“Esa es parte de la ignorancia, el miedo o el respeto abstracto que la gente le tiene a quienes hacen arte. Si usted compra un pinche carro, le dicen ‘se lo vendo en esto’; uno dice: ‘Tengo una laptop, ¿la toma como parte?’. Ahí no tiene uno vergüenza de negociar.

“De eso se trata la clínica: de unir tanto a cronistas como a periodistas, críticos. Porque la gente habla de las artes pero no hace un esfuerzo particular, porque para empezar ¿quién lee esas notas de la sección de cultura?

“Si usted llega a su casa y le pregunta a su mujer, ella no las lee. Los jefes no leen esas páginas porque los encabezados son aburridos, porque la entrada de las notas no atrapa al lector, no usan adjetivos, copian boletines.

“Eso es la cosa más aburrida, leer cosas sobre las artes bajo los auspicios de la institución y la dirección de no sé quién; todo mundo en las instituciones manda los boletines así y el reportero no los cambia. Yo no quiero leer esos primeros párrafos. Lo dice un viejo artista plástico que tuvo que aprender a escribir”, expresaba Ehrenberg mientras decía que al no haber una crítica especializada en artes visuales él mismo tuvo que asumir esa tarea y fungir también como promotor.

Después, dijo que la clínica no sólo interesaría a los artistas plásticos y a los críticos, sino a los profesionales del arte, a los compradores, “a la gente que quiere consumir arte de manera activa y no sólo irlo a ver al museo y regresarse a su casa”.

Y aun añadió: “Estará dirigido a artistas profesionales, muy en especial al profesional de las artes en tiempos postmodernos, y esto involucra el uso de las redes y la producción digital. Por el hecho de que la gente todavía quiere comprar óleos y las fotografías no las compra”, mencionó en referencia a las obras realizadas con nuevas técnicas.

“En fin, hay toda una serie de cosas y hay que cerrar la brecha cada vez mayor e inexplicable entre lo que hacen los artistas y lo que podría comprar la gente con un poco de capacidad adquisitiva”, externó Ehrenberg, quien dijo que la clínica duraría unos tres días, “más medio día para llegar de Morelia a Ahuatepec.

“Serán tres días intensos, se enclaustrarán en la clínica y se quedarán en hoteles cercanos”, manifestó el maestro sobre aquellos que hubieran pensado en tomar el curso.

Ya no volvió

Salió el 24 de marzo a Francia. Durante la exposición de Daniel Lezama en Palacio Clavijero le pregunté a Erandi Ávalos cuándo sería la fecha para la clínica. Respondió que Ehrenberg no había regresado aún y que a su retorno se pondrían de acuerdo.

El 17 de abril le escribí y me dijo que Ehrenberg estaba muy grave, que había vuelto con la salud mermada de Bordeaux y por el momento reposaba.

El 5 de mayo, en otra exposición, hablamos del maestro nuevamente y comentó que pese a su estado delicado quería realizar la clínica, que muy probablemente sería uno de sus últimos eventos en público. Me avisaría la fecha.

El lunes Erandi me escribió. Dijo: “Felipe Ehrenberg falleció hoy”. Y repitió algo que había dicho con otras palabras: “Él fue mi maestro, él me formó, me enseñó, me ayudó…”.

Felipe Ehrenberg tenía 73 años.

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