1. Honrar al escritor o cómo justificar a Bran Stark
En la novela Los narradores de la noche, de Rafik Schami, un cochero de Beirut llamado Salim cuenta historias del mundo sin haber salido de su ciudad. Salim pierde la voz por un maleficio y son sus amigos quienes le cuentan una historia cada uno, para así romper el maleficio y poder seguir escuchando sus historias. Una novela que recuerda a uno de los pilares de la narrativa: Las mil y una noches. En este libro, una mujer llamada Scheherezada cuenta historias para mantenerse con vida. “Nada es eso comparado con lo que te contaré la noche próxima, si vivo aún y el rey quiere conservarme.” Y el rey se dijo: “¡Por Alah! no la mataré hasta que le haya oído la continuación de su relato, que es asombroso.”
Cuando Dickens publicaba por entregas y sus historias se seguían semanal o mensualmente, la gente juntaba los chelines para poder comprar el periódico y escuchar las historias que alguien leía en la calle. Los amigos de Salim, el Rey de ¿Samarcanda? y los londinenses querían que la historia continúe. Quien cuenta la historia, quien debe seguir viviendo, perdurar. Quien lee o narra, nos traslada a otros mundos y fascinaciones. Así, en un solipsismo que extraña en la forma que HBO ha contado historias, presenciamos el monólogo de Tyrion Lannister (Peter Dinlkage, probablemente el mejor actor de la serie) causando conmoción y extrañeza cuando resume quién y por qué debería estar en el poder.
Tyrion se refiere a Bran Stark como aquel que representa y a su vez tiene una gran historia. Para Tyrion, quien tiene una gran historia es quien puede unir los reinos. El discurso es un traslado probablemente extra-diegético de los escritores. No lo dice Tyrion en realidad: lo dicen Weiss y Benioff, honrando al autor que solamente ha visto la historia sentado, urdiendo, moviendo las cuerdas desde la lejanía. Lo dicen, tal vez con más sentido chantajista que siguiendo la lógica de su propia trama, honrando al oficio de sentarse, observar y después escribir.
No es consecuente con una historia que estuvo llena de venganza, acción y sangre. Pero sí lo es con el término de una era. No es consecuente con los duros finales que tuvieron ciertos capítulos, pero sí es consecuente con su ideología, o tal vez con su vergüenza. Es posible que Benioff y Weiss estuvieran llenos de vergüenza por no cumplir la expectativa Martin y por eso resuelven con un monólogo, en voz del más entrañable personaje. ¿Qué le heredan los creadores (dioses nuevos y viejos) a Bran Stark? Una capacidad casi invisible para muchos espectadores, puesto él es quien conoce, como el autor de una historia, el pasado, el presente y el futuro.
Una y otra vez, la serie insistió que el Ojo de los tres cuervos era el personaje que menos debíamos procurar, el viejo Gran Hermano, el que más debió causarnos curiosidad. Sus visiones nos mostraban, en destellos veloces, lo que había sucedido y lo que estaba por venir. Sin embargo, el monólogo-«homenaje» al oficio del autor y narrador de historias es casi tan burdo como poner sobre las manos de Tyrion el libro A song of ice and fire. De alguna manera, el trono se lo lleva el autor. Tal vez humor involuntario, guiño subconsciente a Chuck Lorre cuando terminó Two and a half men. Los escritores Benioff y Weiss honran al escritor Martin, pero no son consecuentes con el continuum de acción, drama y suspenso que habían procurado desde la primera temporada.
2. La lógica dentro del show, el fandom creyente y las decepciones
Las quejas de muchos fans o seguidores de la serie son porque hay, en su mayoría, una expectativa que se desprende de una proyección personal. Arya, por ejemplo, jamás quiso ser dama, princesa o reina. Desde la primera temporada, su padre Ned Stark le dice que será una dama y ella refuta, enojada, diciendo que no quiere. Con su profesor de danza-esgrima, Syrio Forel, aprende que quiere pelear. También aprende que debe vengar a quien mate a sus seres queridos. Aprende, posteriormente, a quitarse el rostro. ¿Por qué habríamos de quererla reinando? Las características de su personaje son la terquedad, valentía, tenacidad, resiliencia y, sobre todo, un desprendimiento de la casa y de las raíces: Por lo tanto, es bastante lógico que Arya no quiera quedarse y prefiera irse al oeste del oeste, cual Cristóbal Colón.
En este sentido, Daenerys es tal vez la más consecuente de todas. La odiamos (yo lo hice) cuando quema King’s Landing, pero en toda la serie ha utilizado el fuego y la destrucción para avanzar en su poderío. Daenerys había seguido fiel a sus dos principios: a) me pertenece por herencia el reino y b) estás conmigo o en mi contra. Cuando supo que no era la heredera legítima, había crecido tanto su deseo y obsesión, que ya era imposible retroceder. Si dejó que su hermano fuera asesinado, ¿por qué habría de tocarse el corazón con miles de habitantes indefensos? Daenerys supo que pronto dejaría de ser amada y solo pudo abrazar el odio. Iba a reinar en una tierra donde nadie iba a quererla. Quería liberar sin preguntarle a los «sometidos» si querrían ser liberados. Impuso, una y otra vez, su ley y orden.
Así, Jon Snow, Jon Stark o Aegon Targaryen, consecuente rector del statu quo, tiene que matar a Daenerys. Es posible que lo haya considerado cuando ella quema King’s Landing. Pero probablemente su discurso le hace tomar la decisión. Daenerys resume: vamos a liberar a toda la población, desde Winterfell hasta las Islas de hierro. Es decir: voy a terminar con las Casas, con los nobles. Algo que Jon Snow no podría permitir, porque el estado de las cosas debe permanecer. Jon Snow, el apaciguador, nace y muere guardián, vigilante. Su hermana (o prima o ya no sabemos qué es), Sansa Stark, ha devenido silenciosa roble que sigue creciendo.
Seguir creyendo que Sansa es una niña mimada es no haber visto desde sus ojos cómo la sometió Ramsay Bolton, cómo ella utilizó a Lord Baelish para vencer el ejército de Bolton y como, finalmente, entre Sansa y Jon recuperan Winterfell. Más aún: son Sansa y Arya quienes terminan como Baelish, el último «mal» que aquejaba a los Stark. ¿Es incoherente que proclame la independencia de Escocia, ejem, del Norte? Sí, tal vez. Pero el norte siempre fue poblado para defender a los otros reinos de los salvajes, de lo que había más allá del muro (de Adriano, que por cierto el verdadero aparece en la travesía de Bran), donde todo era realmente invierno.
Si lo desconocido y por lo tanto la amenaza ha terminado, ¿para qué seguir unidos? Se lee mucho la frase «no supieron hacer». Incluso les han llamado Dumb and dumber a los creadores. De verdad, ¿acaso creemos que HBO o cualquier cadena que gasta millones (se dice que 15 millones de dólares por episodio, aunque otros que lean esto tendrán otros datos), de verdad contrataría a gente que no sabe qué hacer? ¿En serio? Sí saben qué hacer. Que no nos guste, es otra cosa. Ser permisivos y terminar la serie en un denouenment, es probablemente su más grande falla. Si a mí me preguntan, no volveré a ver nada que ellos escriban. Pero la gracia de las redes sociales ha abierto una nueva caja de pandora: el fandom ha comenzado a creer que la escritura de series es una democracia, cuando en realidad escribir siempre es y será una dictadura.
3. Los spoilers de nuestra era
Cuando Psicosis se estrenó, Hitchcock solicitó que no se pudiera entrar a la sala una vez iniciada la función porque (¡spoiler!) la protagónica muere en la primera parte de la película. Quería mantener el relato intacto, lo más que pudiera. Odiar a quien hace spoiler es odiar a quien nos arruina una sorpresa. Sorprendernos es seguir teniendo ilusión. Mantener una extensión de esa etapa de la vida donde aún la teníamos. Si la jornada fue larga, es porque teníamos que evadir una era de sobresaturación, de más información de la necesaria, de especulación creada a partir de la ansiedad.
En esta nueva era del entretenimiento, donde potencialmente podríamos comunicarnos con otros mil millones de personas en el mundo (aunque el espectro real sea mucho menor), somos ciudadanos del mundo virtual que está lleno de trampas. Quienes tienen más ansiedad por saber el final, son menos pacientes pero también pueden caer en la perversidad. ¿Por qué esperar, si uno puede destacar del resto por saber antes que los demás? Información es poder. ¿Poder para qué? Quién sabe. La diferencia de quien busca arruinar la sorpresa de la historia, tal vez se resuma a aquellos niños que odiaron cuando supieron que sus padres eran los Reyes Magos o Santa Clos, y aquellos que disfrutaron arruinando la ilusión de las fiestas de fin de año.
4. Deus ex machina o la nueva necesidad de la lección moral de HBO
Si los tiempos cambian, HBO también empieza a cambiar. Tal vez para mal. Una cadena de televisión que tradicionalmente no se tocaba el corazón, como lo hizo con el final de Los Soprano o con Daniel Knauf al cancelar Carnivale. HBO nos dio temporadas tan oscuras como la cuarta de Six Feet Under. O la primera de True Detective. O Boardwalk Empire. Pareciera haber estado probando y convertirse en el Dios maligno que ya no quería solo probar la moral en los espectadores: ahora da lecciones, dentro de lo «inmoral».
Lo que HBO no quiso hacer con Carnivale, lo probó con Roma para después consolidarlo con Game of Thrones. Probar otras épocas para probar nuevos acercamientos a la moral. El fin de los tiempos medievales, el incipiente inicio de la democracia moderna (que ya había iniciado mucho antes del medievo, pero ¿quién quiere hacerle caso a los griegos?), podía poner a los seguidores a preguntarse a quién deben seguir y por qué. El engaño mayor fue Daenerys. Caímos en su demagogia. Y al hacerlo, llegamos al nivel Daenerys y el Tercer Reich, aunque nos decía que era Daenerys y el free world.
Daenerys podría representar a los famosos defensores del nuevo mundo, la libertad y la democracia: matar y destruir para defender la paz. La demagogia dice que Daenerys peleaba por los desprotegidos, por los pobres. Pero cuando se da cuenta que no todos la van a amar, entonces busca generar miedo. La misma encrucijada de Maquiavelo: ¿que te amen o que te odien? El cambio a la fuerza, como cualquier cambio, tendrá siempre que responder la pregunta: ¿por qué habríamos de cambiar? Pensando en que aún no existe esa justificación.
La esclavitud pareciera haber terminado con la edad media, pero en realidad pasaron un par de cientos de años más. Y en el mundo, realmente hasta el siglo XVIII empezaron a desprenderse las ideas de liberación. Incluso, si Game of Thrones se desarrollara en el siglo XV, sería justamente cuando Europa comienza la esclavitud de África. Otras cadenas han sido consecuentes con los valores que quieren promover. ¿Por qué las historias de las sitcoms, por ejemplo, terminan con el inicio de una familia, como Friends, Big Bang Theory, How I met your mother? Porque concluyen los objetivos que consolidaron las sociedades después de la guerra, a las que les dijeron una vez más: ve y puebla el mundo.
En Game of Thrones el objetivo era que la casa perdurara. Traslado de una sociedad industrial que invadió el mundo, respecto al entretenimiento, con películas, luego con música y al final con televisión. Al final, ¿quién termina en el poder de los Siete… Seis Reinos? La minoría. La sociedad se burlaba del inválido y del enano. Y ahora ellos reinan. Eran minoría física, pero también intelectual. Conocimiento y sabiduría. La diacronía y la retórica. Bran Stark, más que nadie del universo, sabe qué significa la evolución de los Reinos. Solo él sabe cómo surgió todo. Tyrion Lannister es la retórica. Los York y los Lancaster hacen las pases, pero no vemos a los Tudor nacer. En vez de esto, vemos la democracia «moderna» nacer. 300 años antes.
Sin embargo, HBO mantiene una tradición que no supo (o quiso) hacer Netflix. HBO entiende todavía que las series y la dosificación de las historias sigue llevándonos a las misas, a las reuniones, al momento de la historia alrededor de la fogata, a visitar a los abuelos que tienen historias. A seguir la tradición de leer a Dickens o escuchar a Salim o Sheherezada. En una época en la que el entretenimiento provoca ansiedad y glotonería y que Netflix promueve esa diabetes narrativa como si fuera la nueva Coca Cola, HBO sigue creyendo en los rituales. Aleccionando, tal vez. Como dice una de las tantas notas de Las mil y una noches: que las leyendas de los antiguos sean una lección para los modernos.
5. Breve valoración final
¿Una palabra para calificar el final de la serie? Cheesy. Cursi. Tal vez. Una serie que se dejó desinflar lentamente y apenas alcanzó a salvar algo de dignidad, a pesar de la falta de consecuencia de sus escritores. La misma serie se había gastado sus mejores cartuchos hace tiempo en grandes momentos como La boda roja, La batalla de Blackwater, The Door, La batalla de los bastardos, el «capítulo negro».
Lo mejor de Game of Thrones ya había pasado. Tal vez no tocarse el corazón y ser más sólidos, sin tantos «cabos sueltos», deba suceder en series de cinco o seis temporadas, máximo. No es la primera vez que extender una serie resulta perjudicial. Mad Men o Breaking Bad lo comprobaron. O si no pregunten a Sam Esmail, que está a punto de terminar y esperemos no arruinar su casi obra maestra, que solo duró cuatro temporadas. Por ahora, nos queda esperar la ya esperada secuela de Game of Thrones, que en realidad fue la Guerra de las Dos Rosas: los York (Stark) contra los Lancaster (Lannister). Y si creemos que las secuelas no son mejores que la original, yo solo diría tres palabras para concluir: Better call Saul.
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