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Lila Downs en Morelia: la crónica

Los domingos generalmente son para estar en casa, una especie de ritual sagrado que te aleja del mundo y permite que te pongas al corriente con las más de diez series que ves, si acaso puede sacrificarse esta privacidad por compartir una película. Pero este fue diferente.

Lila Downs vendría a Morelia, un concierto gratuito y masivo en la avenida principal de la ciudad organizado por varias dependencias gubernamentales so pretexto del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Por supuesto, no es un día para celebrar, a veces no comprendo cómo los mexicanos celebramos las cosas más inimaginables, pero era Lila Downs, y su música y yo tenemos una historia.

Eran alrededor de las 6:30 de la tarde y la zona donde se ubicaban las sillas ya lucía casi llena, se escuchaban las pruebas de sonido mezcladas con un evento de Antorcha Campesina que tenía el sonido más fuerte y que de pronto ya no supe si estaban festejando algo, oficiando una misa o qué, pero parecía más una cosa de Pare de Sufrir. Mientras buscábamos un asiento se terminó el suplicio de tanto ruido y comenzaron a recoger las sillas de aquel evento, poco a poco la zona del concierto se iba llenando, muchas familias, grupos de amigos, gente que no tenía idea de quién iba a tocar.

Pindékuecha dio el inicio oficial a la noche; la agrupación caracterizada por tocar pirekuas, sones y sones abajeños tuvo la participación más corta de los artistas invitados a preceder a la oaxaqueña. Después le siguieron las chicas de Cihuame Project, un trío de mujeres talentosas que ya tienen su historia dentro de la música local, su sonido fresco y su calidez atrapó al público a pesar de que la gente seguía esperando encontrar una silla. Una señora a mi lado decía: “Lo hacen muy bien, son buenas” y les aplaudía como una nueva fan.

Después de algunas canciones, Ireri Mejía tomó el micrófono y su voz retumbó. Hizo un reclamo a las autoridades por las mujeres asesinadas en los últimos meses en el estado. Recordó a Satya López, la ligereza de algunos medios al tratar estas noticias y la mujer encontrada el sábado en el municipio de Tarímbaro. Los ánimos están a flor de piel, la rabia, la impotencia. Levantó la voz cuando tenía que hacerlo, y se la dio a las madres de las víctimas, que dijo estaban entre el público, la gente aplaudió su valentía, más aún cuando recordó que ese concierto gratuito era gracias a nuestros impuestos, las risas y los vitoreos no se hicieron esperar, en medio de mucha indiferencia también.

chihuame

Se me vino a la mente la concentración que se realizó en la Plaza Benito Juárez el pasado viernes, convocada por la Coordinación de Feministas de Michoacán, pensé en dónde estaba toda esta gente que ahora aplaude, no como reproche sino pensando en lo difícil que es esta lucha de concientización que realizan tantas mujeres, no sólo en Morelia, sino en todo el país. No conocer esos rostros y esos nombres, ignorarlos, es lo que también las desaparece. Es verdad lo que decía Ireri, también debe exigirse memoria.

Al terminar, los músicos de Rocío Vega comenzaron a acomodarse y probar sonido, uno que sonaba cada vez más bajo. Eran pasadas las ocho de la noche cuando comenzó con su repertorio con el estilo acostumbrado, mencionó querer un Michoacán en el que los programas de verdad ayuden a la paz en el estado. La gente ya estaba instalada, disfrutando a la cantante y en espera de que Lila Downs saliera.

Finalmente, su particular tono de voz se escuchó en medio del juego de luces… «Yo no quiero llantos, yo no quiero penas, no quiero tristezas, yo no quiero nada», sonaba esta canción que se hizo popular antes en voz de Ramón Ayala. Los más emocionados eran los más jóvenes, incluso un niño unas filas antes de mí no dejaba de bailar. Mientras Lila decía “que entre en nuestra cabeza la no violencia contra las mujeres”, y daba las gracias por estar en la ciudad y recordaba el motivo de su visita, yo veía a lo lejos a un señor alegando acaloradamente, bueno, la verdad, parecía estar gritándoles a unas chicas que se atrevieron a pararse porque no veían nada, acto seguido, el señor se llevó a sus dos acompañantes fuera de ahí, seguramente indignado por el atrevimiento. Vaya paradoja.

Imágenes cortesía de la Secretaría de Cultura

Entre canciones como Humito de copal, La Sandunga, La Iguana, Palomo del Comalito, Dulce Veneno y Mezcalito transcurrió su paso por Morelia. Hizo mención a Juan Gabriel para cantar enseguida Se me olvidó otra vez; agradeció al gobierno del estado por haberla traído, recordó a los 43 seguido de un pase de lista, hizo apologías por el maíz, el cacao, el pueblo oaxaqueño, por México, pero no habló de los feminicidios, esos que las estadísticas señalan que en México son asesinadas 7.2 mujeres diariamente, de acuerdo a los datos recabados por el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio.

El concierto continuó con Balas y Chocolate, Cucurrucucu Paloma y Viene la muerte echando rasero, canciones de su última producción y muy pocas de discos anteriores, para culminar la noche con la esperada La Cumbia del Mole. No sé si Lila quedó a deber en el sentido de nombrar ese tema delicado que aqueja al país, pero me parece que sí era necesario un recordatorio más profundo del motivo de esta presentación.

Un buen concierto, poco más de una hora de buena producción, buenos músicos. Poco a poco la gente se dispersó, se escuchaban las sillas recorriéndose, el piso lleno de basura, cañas, botes de cerveza, rastros de plástico de los six, iba desapareciendo el rastro de todo, el frío arreciando. Era momento de moverse a saludar a los amigos, pero sigo teniendo ese sabor metálico en la boca, pensando en si habrán encontrado a esa niña que minutos antes anunciaban que se había perdido, sin terminar de entender por qué convertimos todo en un festejo, pero todo se disipa mientras escribo un mensaje… porque Lila y yo, su música, tenemos una historia.

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