Por Francisco Valenzuela
Justo cuando el inocente y despistado abogado Renfield hace su dubitativa entrada al castillo del Conde Drácula, repleto de polvo y telarañas, por las ventanas se cuelan los ruidosos aullidos de bestias que el espectador no quisiera encontrar ni en la peor de sus pesadillas. “¿Los escucha? Son los hijos de la noche… ¡qué música hacen!” afirma el vampiro interpretado por Béla Lugosi en 1931, lo que dio pie, 82 años después, a que el teatro Morelos se inundara con la reinterpretación sonora a este clásico en las manos del Kronos Quartet, quienes han manufacturado un excelso viaje en complicidad con Philip Glass en el piano, todos dirigidos por Michael Reisman, que además abordó los teclados para así completar una nueva atmósfera en torno a la película de Tod Browning.
Uno de los conciertos más esperados en la programación del Festival de Música de Morelia “Miguel Bernal Jiménez” solo cosechó ovaciones por parte del público que pagó hasta 900 pesos con tal de ver juntos a verdaderos monstruos de la composición y ejecución, leyendas vivientes que emulan a películas como The Truman Show, The Hours y desde luego Requiem for a Dream, partituras que en conjunto acumulan Oscares, Globos de Oro, Baftas, Grammys y demás reconocimientos de fama mundial.
Había dos maneras de disfrutar este espectáculo: una, concentrarse en la película y tener como majestuoso fondo a los violines de David Harringnton y John Sherba, la viola de Hank Dutt así como el chelo en manos de la señorita Sunny Yang, más la pareja Glass-Reisman. Quienes así lo consideraron, pudieron experimentar la nueva maquetación a este filme de culto, el que encumbró a Lugosi como el eterno monstruo que mutó en bestias como Frankestein y su sirviente Igor, así como bizarros personajes de serie B ideados por la loca cabeza de Ed Wood, el famoso “peor director de todos los tiempos”.
La otra forma de desquitar el boleto era haciendo justamente lo contrario: dejar del lado la historia y solo dejarse llevar por la ejecución de los seis jinetes del apocalipsis; así, el efecto era avasallador, pues la mezcla de agudos y graves dejaba como susurros los diálogos de la cinta, con ese tono cansino y elegante tan característicos de la época.
Philip Glass mostró así este nuevo atrevimiento, el de musicalizar la obra cinematográfica perteneciente a los estudios Universal, un proyecto que promete hacer lo propio con otras cintas de antaño como La Momia y el propio Frankestein.
Así, la capital michoacana se unió a las pocas ciudades que han albergado este espectáculo en el que los arreglos de cámara acompañan el viaje de Drácula hasta Londres, lugar sombrío al que solo llega con un par de ataúdes, evitando siempre la luz del día y los delatadores espejos.
“Los vampiros son un mito”, le dice un científico al sagaz profesor Van Helsing, quien sin embargo no descarta que un hombre pueda estar muerto en vida, pero sin imaginar que 82 años después seis bestiales músicos encajarán sus colmillos sobre esa historia de nobleza y oscuridad.