El próximo 28 de noviembre se presenta el libro Los peces de Tamés/trazos de lo invisible en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, compilación realizada por Rogelio Laguna. Aquí les compartimos esta reseña sobre la publicación.
Ese techo tranquilo ¿campo de palomas?
palpita entre los pinos y las tumbas.
El meridiano sol hace de fuego
el mar, el mar que siempre está empezando…
Paul Valéry / El cementerio marino
Por Gonzalo Trinidad Valtierra
Los peces de Tamés/ trazos de lo invisible, libro publicado por la Facultad de Arquitectura de la UNAM está construido como un diálogo con la colección de ilustraciones de peces del arquitecto Jorge Tamés y Batta, director de la Facultad de Arquitectura. El filósofo Rogelio Laguna se encargó de la compilación de los textos e imágenes que se incluyen en el libro y que establecen un diálogo entre la imagen y las letras.
Los dibujos que parecen cobrar vida de un momento a otro, salpicando un poco de agua, se deslizan entre los textos de Salvador Gallardo Cabrera, Sonia Torres Ornelas, Gerardo de la Fuente Lora, Jorge Armando Reyes Escobar, Hugo Cervantes y Eusebio Ruvalcaba.
Un diálogo entre la literatura, la filosofía y la arquitectura que tiene como tema la (in)visibilidad. En los textos se exploran las conexiones entre el espacio, el dibujo y la reflexión filosófica-literaria que se vierte en el papel de forma escrita; así como la creación del espacio, su reinterpretación y reinvención que hace el artista en sus dibujos.
Los peces
Los peces han sido desde antaño símbolos mágicos; basta recordar la vesica piscis o vejiga del pez cuyas medidas representaban una proporción divina llamada la medida del pez; también los peces han sido símbolo de la vida eterna y la prosperidad.
La palabra pez proviene del latín piscis que significa piscina; en la antigüedad se acostumbró utilizar fuentes o pozos en las que se coleccionaban peces para disfrutar con su contemplación. Los peces de Tamés es un contenedor de ideas, de suspiros y emociones que nadan en la piscina-libro; se mezclan en los corales de letras provistos por los escritores.
Peces contenidos en peces creados con acuarelas, lápices, carbón y café. También los hay atrapados entre corales de figuras geométricas; creaciones de arquitecturas marinas del artista. Pequeños peces-mundo en un mar invisible y otros construidos como los planos de un edificio de escamas azules tornasoladas. Los peces de Tamés se deben explorar sumergiéndose en su fuente de colores, trazos, matices y siluetas difusas.
Dos peces que se besan en una ciudad que parece imitar un mar primigenio saturado de minerales multicolores. Son peces-mundo, peces-sueño, peces-revelación que por momentos se vuelven visibles para luego sumergirse en el mundo invisible del que los ha extraído su creador.
Tamés se pregunta si existen otros mundos, si estos son visibles, y se responde: sí. Para él esos mundos internos son accesibles a través del trazo que delinea espacios, que sombrea figuras misteriosas, siluetas ondulantes, colores que se desbordan de la paleta de acuarelas o la taza de café.
El artista se pegunta por el lugar de lo invisible: ¿se puede siquiera acceder a ese lugar en caso de que exista? Concluye: “quizá lo que me atrae de lo invisible es que puedo inventarlo, descubrirlo”.
Las arquitecturas construidas con peces son producto de una vida dedicada a develar lo invisible valiéndose de las potencias de la pintura y el dibujo, de las luces, las sombras y las tonalidades variadísimas de los colores del mundo.
Lo visible y lo invisible
Los textos que se entrelazan y sumergen en la piscina de Tamés son otros tantos peces; criaturas nuevas que el lector debe atrapar buceando en ese mundo. El diálogo entre literatura, filosofía y dibujo se vuelve casi líquido, fluye con facilidad y las imágenes del filósofo se mezclan con las del dibujante y al encontrarse estas con las del literato se transforman en peces que danzan frente a los ojos de la mente, se desborda un sentimiento de visión de lo (in)visible.
El primer texto se titula “Láminas” y es de la autoría de Salvador Gallardo Cabrera quien descubre en el fósil de un mundo con “la tierra volcánica, rugosa, con los intestinos vaciados al exterior” emergido del mar primordial la historia de otro fósil viviente en las costas sudafricanas: el Celacanto, pez primitivo que se pensaba extinto hace millones de años. A partir de este ser antiquísimo explora las dislocaciones del espacio y la simbiosis de los peces de Tamés con “atmósferas, estructuras, formas, geometrías, planos, cartografías, textos, espacios vacíos”.
Sonia Torres Ornelas con su texto “Lo invisible” recupera algunas ideas de David Hume y Gilles Deleuze sobre lo visible y lo invisible. Sonia dice que más allá del mundo material del que dan testimonio las ciencias exactas existen “infinitos mundos nacientes por gracia de los juegos de creer e inventar que dislocan el curso empírico del tiempo y conducen fuera de la realidad tangible”. Espacio y tiempo son uno mismo, aunque tendemos a separarlos por violencia del pensamiento; “el espacio, lo táctil y visible es puro color; el tiempo, lo invisible, lo que está siempre por venir, una espera, un eterno diferir, es luz que enceguece”. Para Sonia la imaginación es lo que nos hace ver, la que nos concede la visión; pero también lo in-visible nos afecta, nos transforma y nos hace.
Gerardo de la Fuente en su texto titulado “Por una oceanografía de lo visible” recurre a Jacques Lacan y Derrida para hablar sobre la pintura y el dibujo. “Dibujar significa marcar la diferencia entre el sistema y el entorno, fincar un hasta aquí del blanco diferente de otro del blanco mismo”, en palabras de Gerardo. Dice también que para conocerse hay que dibujarse, “pero nosotros mismos no podemos dibujarnos”. El dibujo es una forma de conocimiento, de configuración del mundo; delimitación de éste, pues el acto de ver es acto de distinción, de definición.
Jorge Armando Reyes Escobar en su texto “Los peces, emisarios de lo invisible” se pregunta: ¿puede pensarse lo invisible como aquello que se niega a la visión? Hace una exploración ontológica de la visión y de su relación consigo misma. Dice Jorge que “una de las guarniciones de esa frontera en la cual lo invisible susurra a gritos su realidad se encuentra en las grandes masas acuáticas, ríos y mares”. Los humanos estamos sitiados por el invisible reino de lo (sub)marino y los peces son los emisarios de ese reino invisible.
Los dos últimos textos del libro son aportaciones literarias de Hugo Cervantes y de Eusebio Ruvalcaba. Hugo Cervantes narra la historia de dos peces que (lejos) se miran (cerca); diario de un viajero que busca a la persona amada, y que narra sus fracasos. Hugo Cervantes crea una especie de geografía narrativa a través de varias ciudades: Baltimore, Costa Rica y California. Dos amantes para los cuales “el amor, lleno de tantas palabras, era un océano entre dos peces”.
Eusebio Ruvalcaba cierra el libro con “El oficio de la invisibilidad”. Su texto es un despliegue de 23 aforismos productos del estilo a veces crudo de quien ha ejercido el oficio de estar invisible; dice Eusebio que “ser invisible consiste en estar sin estar. El invisible no se pierde de nada.”
Los peces de Tamés es un libro que demuestra que el diálogo entre diferentes disciplinas puede ser muy provechoso. El quehacer arquitectónico, filosófico y literario se enriquece con esta obra bien cuidada en su edición y compilación.