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Los reflectores de Arcade Fire

 Por Adrián González Camargo

 

Las probabilidades siempre tienen un mayor porcentaje de fatalidad que de logro. De la fatalidad no rescatamos más que lamentos. Los logros los presumiremos por el resto de los días. Así eran las posibilidades para llegar a uno de los primeros “gigs” que ofreció Arcade Fire en Estados Unidos previo a su gira mundial. Mi acompañante se llama Mariana, es búlgara y se autonombra como la más grande fan de Arcade Fire. Tal vez sea cierto, tal vez no, pero lo que sí es cierto es que la tenacidad mueve montañas.

Ella es la prueba. Sin boleto llegamos hasta el Palladium, un “dance hall” Art Decó construido en los 20´s, en donde alguna vez estuvieran los Estudios Paramount. Ahí, minutos después diría Win Butler: en este lugar tocó mi abuelo y puedo sentir su vibra. Se refería a Alvino Rey, acaso el primero en amplificar el sonido de una guitarra (y un instrumento en general) en 1930. Mariana había hablado con un tipo. 100 dólares por cada boleto. Reventa de 150 por ciento, pero valía la pena. No quise hacer la cuenta en pesos. Llamamos. Nada. Llamamos otra vez. Nada. Un tipo bonachón y con un gafete nos mira y se acerca:

–      ¿Van a entrar al concierto?

–      No es que…

Dudamos. ¿Qué pasa si decimos que íbamos a comprar una reventa? El sistema te vuelve paranoico.

– No tienes buena cara… – le dice el tipo a Mariana y Mariana se suelta catárticamente con la fuerza de una ola: primero me engañó un tipo, soy súper fan de ellos, ahora estamos esperando a comprarle a otro pero no nos contesta. El que no chilla no mama, pienso yo después. El tipo bonachón se convierte en nuestro ángel: vengan conmigo. Así, nos da dos boletos y de la nada estamos adentro. Gracias, muchas gracias.

El Palladium nos recibe con Mariachi. Literalmente. Ya no provoca shock cultural, esto es parte de la Roma moderna que vende tacos en Beverly Hills. La arquitectura art-deco del Palladium mantiene su espíritu de casi 100 años. El Palladium y todo Sunset Boulevard se alborota con doble expectativa: el warm-up al tour de Arcade Fire y probablemente la fiesta más esperada del año, el All Hallow´s eve (Noche de todos los santos). O mejor dicho, Halloween. Y por cierto, la película Sunset Boulevard pocos la conocen o recuerdan y yo sigo de necio que sigue siendo tan icónica… en fin.

Autonombrados The Reflektors, nos hierve la sangre de conocerlos de frente en esta nueva etapa de su carrera, acompañados por el moisés neyorquino James Murphy. Comienza la noche con los sonidos que abren el nuevo álbum. Atrapado en una prisión, en un prisma de luz, Solo en la oscuridad, la oscuridad del blanco, Nos enamoramos, solos en un momento de la era reflectiva. El espacio. Nos vemos en el otro lado. La letra de sus canciones parece haber tomado más el rumbo de Sylvia Plath que el de Alice Munro. Arcade Fire ha llevado su rumbo a nuevo puerto: ahora cuentan poesía y dejan los pequeños cuentos con los que tal vez iniciaron. O los convierten en una nueva lírica. O simplemente, escriben un nuevo tomo. O tal vez siguen escribiendo lo mismo.

El pasado de su propia discografía se hace presente en la siguiente canción. De su primer disco, Funeral, suena Power Out (Apagón, y no precisamente el de Yuri). Su historia se condensa en dos canciones: una guitarra que frenética sube y baja el apagón después de una suave introducción. Luego, el engaño de los reflectores, el engaño de entrar a la luz creyendo que después de la luz está el cielo.

Ahora tocan Flashbulb Eyes, diminuto hipnotismo que tiene un suave movimiento de caderas en medio de una atmósfera azul del futuro. Acompañan discretas percusiones creoles. Uno agradece los warm-ups en esta debacle del año. Acompañan los mejores disfraces de Halloween. Entre los Mario Bros., Popeyes, decenas de enfermeras, muchos zombies, una bruja masculina y otros que solo con un sombrerito hacen lo suficiente para rendirle homenaje al Halloween. La dedicación es tanta. ¿Cómo no han inventado un concurso entre los disfrazados para Halloween y los disfrazados para el Comic Con? Se llamaría Comic-een o Hallowcon. El ganador se lleva un pavo de Thanksgiving.

Joan of Arc es la siguiente canción en el repertorio. El inicio tiene un engaño punketo que baja a un ritmo suave. Yo soy el que va a seguirte, tú eres mi Juana de Arco. Después You already know (tú ya lo sabes) que tiene el inevitable sello introductorio de James Murphy. Engaña. No es LCD Soundsytem. La música rápidamente se va a la cancha de Arcade Fire. ¿Como no ser Arcade Fire, apenas escuchando la suplicante voz de Win Butler?

Continua It´s never over. Mi canción favorita del disco. Wait until it´s over – espera a que acabe – pide la canción. ¿Será el canto de un amante pidiendo paciencia? El cliché es imaginarse en un coche, de noche, cerrando los ojos mientras las luces de la ciudad pasan. Pero el techo del Palladium y las luces de este interior, azules, verdes, los rayos que nos hacen despertar y que no nos hacen extrañar otro lugar. No hay mejor lugar en el mundo que éste, en este momento. Como se dice, un buen partido requiere un buen calentamiento. Y este concierto ha sido eso: el gran preludio a una gira que se antoja inolvidable. La siguiente canción se pregunta lo que la humanidad se pregunta desde siempre. No ha sido inventada la comunicación con el más allá, si es que existe: solo las palabras que decimos en este mundo, los poemas, los epitafios, las visitas a los cementerios. Hoy es noche de todos los santos y la canción se llama Afterlife (después de la vida o, si se me permite, Trasvida). Afterlife, I think I saw what happens next, it was just a glimpse of you, like looking through a window – Después de la vida, creo que vi qué sigue, solo un vistazo de ti, como si viera a través de la ventana…

Headlights look like diamonds y Normal Person se tocan con el mismo vigor sostenido, con la misma pasión mesurada, con la fuerza regulada y postproducida de este nuevo disco. No hay mejor lugar en el mundo que estar acompañado del sudor de alguien que soñó años con este momento. Recuerdo la misma emoción con la que compartí el último concierto de los Rolling Stones en México al lado del estimado Rafael Flores, alguien que también había esperado años para llegar a ese momento.

Dos canciones para concluir. Un cover de Devo: Uncontrollable urge, cuya letra contrasta con la sutileza de sus canciones: ¡Necesidad incontrolable, quiero contártelo todo! Y la primera parte del show termina con una canción que incluye una introducción de la Velvet Underground. Triste y acaso accidental guiño al reciente fallecimiento de uno de los mayores, verdaderos grandes del rock: Lou Reed. Qué respiraremos en el aire el día que mueran Mick Jagger, David Bowie, Bob Dylan… ¿Hemos realmente imaginado la muerte de Bob Dylan? Seguramente sucederá en domingo y será… just a perfect day.

Hay canciones que viven para obsesionar durante toda la vida y otras para ciertos años solamente. La última y única vez que había visto a Arcade Fire (en el Palacio de los Deportes, en medio de una implosión emocional) me había quedado fatigado como en ningún otro concierto. Rebellion (Lies) fue el rayo que dejó sus cicatrices por dentro sin ganas de querer sanarlas. Luego, cuando terminó el chistoso, odioso pero necesario programa de radio «Buenos días, Santa Fe», Leonora y Baxter terminaron su maratónico final con Rebellion. En este warm-up no hubo Rebellion. Tal vez es hora de seguir adelante.

Un pequeño clamor para el encore que me hace extrañar el “otra, otra, otra” pero que se sustituye por aplausos, chiflidos y gritos, trae de regreso a la banda para sus últimas dos canciones de este warm-up: Haití, no necesariamente su mejor pero sí muy entrañable canción de su primer LP. Una pequeña ola para terminar con este contenido huracán que está a punto de irse por el mundo. Y luego, la conclusión de la noche: Sprawl II, Mountains beyond mountains (Desborde II, Montañas más allá de las montañas).

Concluye irónica para una ciudad que, como Los Ángeles, es justamente lo que Arcade Fire critica en su letra, pero también conclusión irónica para un disco que se titula Los Reflectores. ¿O será acaso la ironía dentro de la ironía, dentro de la ironía? Dead shopping malls rise like mountains beyond mountains, And there’s no end in sight, I need the darkness, someone please cut the lights – Centros comerciales muertos se levantan como montañas más allá de las montañas, y no se ve el final. Necesito la oscuridad, alguien por favor apague la luz.

 

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