Por Brandon Donovan
Juan Manuel Márquez tiene 40 años, lo que equivale a un vejestorio en términos boxísticos y en casi cualquier otro deporte. Hace unos meses estaba recibiendo una paliza de Many Paquiao, pero tuvo la fortuna y habilidad para asestar un golpe que dejó tirado al filipino por varios segundos. Increíble K.O. que por fin hacía justicia a quien se asume como víctima constante. “Me han robado al menos seis peleas”, asegura quien cobró la nada despreciable cantidad de 126 millones de pesos por pelear contra Pacman, y un poco más cuando buscaba hacerse de su quinto título en una divisón distinta.
Pero esta vez, la noche del 12 de octubre, la dinamita de Márquez ya no fue tan efectiva y en decisión dividida los jueces le dieron el gane a Timothy Bradley, invicto norteamericano que suma otra gran victoria a su palmarés, luego de que derrotara al mismo Paquiao en una increíble decisión que fue reprobada por los conocedores. Al Pacman le robaron la pelea, aunque meses antes, Pacman se la robó a Márquez, aquella noche en que el mexicano salió al ring con un calzón que promovía al PRI, el partido político acusado de robar elecciones y robar presupuestos.
Ladrón que roba a ladrón compra ring side en Las Vegas.
Juan Manuel Márquez, cual López Obrador en su peor versión, o contrario al inspirado Buki, nunca acepta su derrota. No aprende a su partido, el PRI, que deja pasar algunos descalabros insignificantes (Oaxaca, Sinaloa) pero asegura lo que realmente le importa: la silla presidencial. Tal vez al Dinamita le haga falta un malvado Videgaray en su esquina; más pragmatismo neoliberal y menos discurso populista.
¿Y la nueva camada? Ahí está el Niño Verde, el hijo de Quadri, la hija de Elba Esther, el hijo del Ingeniero, el hijo de Clouthier. Lo más parecido a Jorge Emilio González es Julio César Chávez Jr., heredero de los millones, fanfarrón, borracho, yonqui. Un bueno para nada.
Y Canelo como Peña Nieto: niños bonitos, construidos, dicen, por la malévola Televisa. Con el primero lo lograron, pero con Saúl ya no se pudo más. “Su cara golpeó violentamente a los puños de Floyd Mayweather”, decía un chistuit cuando el gringo casi viola al mexicano.
Políticos y boxeadores, por igual, se embolsan millones de dólares. Pero a los primeros les duran más, o quizá, los podrán ganar hasta que mueran de viejos. Los pugilistas tienen pocas oportunidades y no van a desaprovechar ninguna. “Ahora sí, esta pelea y me retiro”, dirá el viejo Márquez, frase que jamás, pero en verdad jamás, le escucharemos a Bartlett, o al Ingeniero, o a Beltrones.
Hay viejos lobos que nunca dejarán de ahuyar.