Por Arturo F. Silva
I
Bueno, ya tenemos varias fechas de Qatar encima y no podían faltar las inevitables sorpresas. La máxima, claro está, es la victoria de Arabia sobre Argentina, la segunda en importancia (aunque no para los dos equipos que la protagonizaron, claro está), fue la victoria de Japón sobre Alemania. La verdad es que a mí, lo que me llama más la atención, es la cara de sorpresa de algunas personas y, sobre todo, de algunos periodistas deportivos, aunque a estos últimos ya les creo menos, ya que parte de su trabajo consiste en hablar sin decir nada y en hacer que algo sucedió donde nada importa.
Lo que quiero decir es que parece que la gente no se ha enterado de que las estadísticas, al menos en estos casos, no sirven para nada. ¿Cómo es posible que en todos los mundiales haya una o varias «sorpresas»? Porque los medios nos atiborran con resultados estadísticos y nos dicen que, si el equipo V nunca le ganó al equipo K, lo más probable es que V le gane a K y eso no es así; los partidos hay que jugarlos y los gana el que hace más goles. Una verdad de Perogrullo como esta parece que está fuera del alcance de cualquier periodista deportivo y, por ende, parece que también de la población en general.
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Y no estoy hablando de este Mundial, sino de todos y cualquier otro. En el 2014, por ejemplo, Alemania le gana, en semifinales, al local (repito: al local) Brasil por 7 a 1; cuatro años después Alemania queda afuera en la primera ronda… ¿Qué números pueden explicar ese desfase, esa doble personalidad del equipo alemán? Ninguno; Alemania quedó último en su grupo y eso fue todo, a casa muchachos, se acabó la fiesta. Y en este mundial le puede pasar a cualquiera.
Y hablando de periodistas deportivos, una cosa más: ¿Qué fue primero, el periodista deportivo o el análisis inútil? Ayer estaba viendo a un par de estos engendros haciendo lo que hacen siempre, es decir, hablar por hablar, sin decir nada y rellenando el pastel (las horas de transmisión que tienen por delante) con mucho aire y poca substancia.
Uno de ellos, sobre todo, me llamó la atención por la seguridad con la que analizó el partido Alemania – Japón y cómo explicaba las razones por las cuales los segundos vencieron a los primeros. ¡Pero claro, una vez terminado el partido! Así hasta yo me convierto en analista y especialista en líneas laterales, desbordes, velocidad final, pases cruzados, zonas abiertas y otras bellezas por el estilo.
Por lo visto, a falta de pulpo Paul (no entiendo cómo a nadie se le ocurrió la idea de inventar una cosa similar para este mundial, con lo lucrativo que debe ser) que les adelantara los resultados de los partidos, se tienen que conformar con no decir nada antes del partido y mucho después, con el resultado ya puesto.
Estos son los tipos que al ídolo de ayer (y cuando digo «ayer» no digo «el año pasado»; digo «ayer» nomás) hoy lo revuelcan por el piso y al que ayer revolcaban hoy lo ponen en un pedestal (v.gr.: Lionel Mesi y Memo Ochoa); ahora, mañana pueden darle vuelta a la tortilla y pasado mañana otra vez y así hasta la náusea. Estos tipos tienen menos estatura moral que Joseph Blatter, y ya con eso digo todo.
II
Se dice que este Mundial de Qatar es muy polémico y tengo la sensación de encontrarme ante una generación infinita de millennials, incluso algunos con varias generaciones extra. Parece que tampoco conocieran la historia de los Mundiales de fútbol ¿Polémica? ¿Por dónde quieren empezar? Tal vez podríamos estar de acuerdo en que este Mundial puede ser uno de los más hipócritas. Eso sí, porque incluso fuera de la cancha nos encontramos con visiones tan distintas como la de Human Right Watch, que titula un texto como «Qatar, la Copa Mundial de la vergüenza» mientras que por otro lado tenemos a Marca.com quien titula su artículo «Qatar, el mejor Mundial de la historia por muchas razones».
Hay de todo en la viña del Señor (y hablando del Señor ¿quién más cree que la religión debería estar fuera de los ámbitos deportivos? Los ecuatorianos festejaban cada gol reuniéndose en círculo y alzando los brazos al cielo; los árabes, una vez terminado el partido, se hincaban como suelen hacerlo al orar en sus cinco horarios diarios. ¿Qué es esto, un dios ganándole al otro o qué cosa? Es una pena que no haya entrado Israel; por ahí hasta nos desayunábamos de cuál era el correcto).
Volviendo al tema de la hipocresía, me pregunto: ¿Qué esperaban? Las normas de Qatar para el Mundial eran por demás conocidas desde hace tiempo ¿por qué ahora se horrorizan y hacen berrinches? Alemania con la foto tapándose la boca; Dinamarca amenazando con abandonar a la FIFA… todo muy bien muchachos, pero esto no es algo que salió como el genio de la lámpara, de un momento para el otro.
Esto ya se sabía desde hace mucho ¿por qué el berrinche y no la actitud rebelde correcta, la cual hubiera sido negar a ir al Mundial? Si hablamos de hipocresía… es por eso que dije antes que tengo la sensación de estar ante una generación infinita de millennials, incluso algunos con varias generaciones extra. Porque tengo la sensación de que, más allá de los botines con los colores LGBTI+ y demás, la cosa para muchos no pasa de allí, de la foto para Intagram o del comentario inocuo como «No hay que ver los partidos del Mundial de Qatar», como si a alguien le importara tal cosa (y mucho menos a los qataríes, que ya tienen todo vendido desde hace años).
No hay nada que hacerle, pa´ revolucionarios, los de antes.
III
Y vamos cerrando con lo deportivo. Empieza la segunda vuelta, o segunda fecha del Mundial. Ya se va a comenzar a perfilar el sueño o pesadilla para muchos. Nos vemos en unos días con algunos resultados ya puestos y con la bandera de siempre (al menos la que tengo por aquí y la que sé que algunos otros comparten).
Tómenselo con calma, es solo un juego; lindo sí, apto para bromear a los que pierden, sí; pero no mucho más. Aquí no se juegan ni los colores de la bandera nacional ni el sentir de la patria ni el orgullo que sentimos al oír el himno (cualquiera sea: el tuyo, el mío, el de todos). Es solo fútbol. No hay conspiraciones como las que oí ayer en la televisión ni nada por el estilo. Un último consejo, si me lo permiten; aléjense de los periodistas deportivos. Verán que se divierten más y se amargan menos.
Foto: Save the Dream