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Operación Salvador: Un cuento de Francisco Valenzuela

Fotografía de Carlos Felipe Pardo

Estaba pensando en llamarle a Mariana para salir a coger.

Bueno, tal vez nadie se ponga de acuerdo expresamente para ir a coger, es más correcto echar una llamada para salir a beber cervezas, pero en el fondo sabes que eso acabará en sexo sin contemplaciones. Así que estaba por marcarle a esa chica cuando entró la llamada de Raúl Mejía.

-Raúl, no tengo dinero.
-Esta vez no te llamo para eso.
-Ah, entonces estoy a la orden.
-Oye, necesito verte al rato. ¿Podrías ir a La Enramada?
-¿Por qué siempre eliges ese lugar, Raúl?
-No lo sé, será porque ya estoy viejo y me parece un lugar muy apacible donde se puede platicar a gusto.
-Ahí está el Café del Prado, va gente vieja como tú y tampoco hay mucho ruido.
-No mames, tampoco iré a ese asilo.
-No dudo que tus hijos algún día…
-Bueno, ¿te veo o no en La Enramada?
-Espero que sea algo importante, no me gusta perder el tiempo en trivialidades.
-Lo es, Javier, allá te veo.

Antes de irme le tuve que marcar a Mariana, le prometí que una vez terminada cierta reunión de trabajo pasaría a buscarla a su casa para ir a beber cervezas. También le dije que podríamos ir al cine, o quizá a mi casa a ver películas.

-¿Por qué siempre te inventas tantas cosas, Javier? Pasa por mí a las diez y cogemos en tu casa, ¿o qué?

Carajo, estas mujeres que van al grano me provocan un placer inenarrable aunque, por otra parte, me preocupa su falta de sutileza. ¿No podrían ser un poco románticas?

Antes de las ocho estaba yo entrando a La Enramada, una cantina no tan grande, no tan pequeña, habitada por hombres solitarios, por bestias abandonadas a su suerte, por jugadores de la vida que lo han perdido todo. Ahí, en medio de ese panorama desolador, estaba Raúl Mejía con un vodka y un cigarro en la boca.

-Javier, gracias por venir, es muy importante para mí y creo que también para ti.
-Me intrigas, Raúl, pensé que solo querías hablar sobre el último libro de algún autor escandinavo.
-No se trata de eso, Javier, este asunto es muy importante y lo debes de saber. Pero eso sí: te pido absoluta discreción.
-Raúl ¿puedo pedir un whisky?
-Puedes pedir lo que se te dé la gana, Javier.
-Me refiero a que no traigo dinero, y no sé si tú me lo puedas pagar, porque sé lo miserable que eres.
-Le diré a don Armando que me fíe.
-¿Quién diablos es don Armando, Raúl?
-Pues el dueño. El doctor Armando González ¿quién más va a ser?
-Bueno, pues si el asunto ése es tan importante como aseguras, ve pensando en que me tomaré cinco o tal vez seis whiskeys.
-Tampoco abuses de mi amistad, Javier.
-Oye Raúl, espero que en esta cantina de viejos sirvan un whiskey decente.
-No estamos en uno de tus bares de poca monta, Javier. Este es un lugar para hombres con carácter.
-Ah, chingá.

Antes de levantar la mano, un vejete se acercó a la mesa para darme la carta de servicios. Le ordené el mejor whiskey de la casa, en las rocas, y un poco de botana. En menos de dos minutos regresó con el pedido, lo cual me generó cierta desconfianza, pero total, ya estaba en ese pequeño infierno y no me iba a poner exquisito.

-Bueno, Raúl, ahora sí suelta la sopa.
-Se trata de Salvador.
-¿Cuál Salvador? ¿Salvador Jara?
-No mames ¿qué tendría que ver Salvador Jara con nosotros?
-Pues no sé, tal vez haya muerto y me estés dando la exclusiva.
-Se trata de nuestro amigo, de Salvador Munguía.
-¿Se murió el Chava? Carajo, no era tan viejo, aunque bueno, tomaba mucho y tuvo una juventud desenfrenada. No dudo que alguna mala mujer lo haya contagiado de una enfermedad venérea. Pinche Chava, le dije que se cuidara pero nunca me escuchó. En fin ¿dónde será su funeral?
-¿Y quién chingaos te dijo que está muerto?
-Ah, cabrón, ¿entonces qué pasa con Chava?
-Te repito que esto es sumamente delicado, por favor, no la vayas a regar, mano.
-No cabe duda que estás muy viejo, Raúl. Ya nadie dice cosas como “no la vayas a regar, mano”. ¿Quién eres? ¿Un personaje de José Agustín?
-Hace unos meses Salvador estaba pasando por una etapa difícil, perdió su trabajo en gobierno y nadie lo quería contratar. ¿Sí sabías eso, no?
-Algo me contó, aunque supuse que era una treta para sacarme dinero, conociendo a ese embustero…
-Era verdad. Y la cosa se puso tan fea que estaba dispuesto a aceptar cualquier trabajo que lo sacara del hoyo.
-Raúl, este whiskey sabe a mierda, pero tú sígueme platicando.
-Sabe mejor que cualquier bebida que pides en esos bares para gente que ya ni es de tu edad, Javier.
-Carajo, no me recuerdes mis cuarenta, amigo, mejor prosigue con la desgracia del licenciado Munguía.
-Desesperado, Chava aceptó lo inaceptable.
-¿Aceptó un trabajo de verdad? Porque siempre ha sido un aviador, por decir lo menos.
-Chava está planeando matar al gobernador, Javier.
-¡No mames!
-Baja la voz.
-¿Lo contrató el FBI o la CIA?
-Deja de ver tantas series gringas, estamos en Michoacán.
-Lo contrataron los narcos…
-No, Javier, lo contrató una especie de secta.
-Ah, chingá. Espera, deja pido otro whiskey.
-¿No que era muy malo?
-Bah, he tomado peores. ¿Y luego?
-Esta secta asegura que nuestro gobernador es un mensajero de Satanás. Lo asocian con una cosa de numerología.
-No te estoy entendiendo, Raúl.
-Mira, las letras de su nombre de pila son siete. Las de su primer apellido son ocho y las del materno son seis.
-No mames, el 666
-No, Javier, eso no da 666 por ningún lado, no seas tan básico.
-Ya me perdí…
-De acuerdo a la creencia de esa secta, el Diablo es el creador de los siete pecados capitales; el ocho era el número de Anu y de su segunda mujer vampira, Isthar, mientras que el seis es su número favorito, por decirlo de alguna manera.
-¿Pero entonces esa secta es anti-satánica?
-Es un grupo de religiosos extremos, fueron expulsados de la Iglesia católica hace varios años y desde entonces que operan en la clandestinidad. Su objetivo es derrocar a los poderosos que, según ellos, han llegado a sus puestos gracias a sospechosos pactos con el señor de las tinieblas.
-¿Y cómo fue que Salvador se involucró con esos orates?
-Una noche Chava se fue a beber solo a un putero del Libramiento. Estaba dispuesto a gastar sus últimos pesos metiéndolos en los calzones de una bailarina. Estaba resignado a morir esa noche, tal vez ejecutado por algún narcotraficante de Buena Vista Tomatlán.
-Raúl, ¿y por qué un narco de Buena vista Tomatlán querría matar a un pobre infeliz como Chava? Más bien ocurriría lo contrario, a lo mejor le invitaría unos tragos al verlo tan decaído.
-Estoy haciendo suposiciones al aire, Javier.
-Bueno, ¿y entonces?
-Efectivamente, Chava puso sus últimos billetes en los calzones de una bailarina, pidió un trago y se quedó dormido sobre la mesa. Al despertar, se encontraba en un lugar extraño, en una casa enorme, lujosa, con alfombra y mármol, con muebles caros y grandes espejos.
-Pediré mi tercer whiskey. Ah, y dame de tus cigarros.
-La mansión es la sede de la secta. Ahí viven varios de sus fundadores que además están ligados con los antros, las drogas y la prostitución.
-De ahí que hayan pescado a Chava en el putero.
-Vaya, hasta que estás captando algo.
-Me imagino que lo sodomizaron hasta que aceptó trabajar para ellos. Joder, pobre de mi amigo.
-No me dio tantos detalles, el hecho es que sí, a Salvador le ofrecieron liquidar todas sus deudas y por supuesto abonarle una buena cantidad de dinero si se convierte en el asesino material del gobernador.
-¡Espera! ¿Te das cuenta que la palabra Salvador también tiene ocho letras?
-¿Crees que eso tenga que ver?
-No lo sé, pero hay que apuntarlo en algún lado, por si las dudas.
-Ok.
-¿Cuándo fue que te contó esta barbaridad?
-La semana pasada.
-¿Y cómo sabemos si es verdad? Una vez Chava me dijo que tenía boletos para ver a The Who en Los Angeles y todo era una mentira. Salvador es un mentiroso profesional, Raúl, no hay que creerle sus cuentos.
-Me temo que esta vez no está mintiendo.
-¿Cómo lo sabes?
-Me mostró todos los detalles. Tiene la agenda del gobernador, sabe dónde va a comer mañana, sabe dónde va a  dormir pasado mañana. Lo sabe todo, y tiene una semana de plazo para cumplir el plan, o de lo contrario…
-¿Lo van a matar a él?
-Peor… lo amenazaron con castrarlo.
-Bueno, al menos varias mujeres se salvarían de caer en sus garras.
-Y luego con matarlo.
-Puta madre.
-Obviamente Salvador está arrepentido de haber aceptado ese encargo, pero ahora no sabe qué hacer y los días siguen corriendo.
-¿Crees que tengamos que denunciar todo esto en la Policía?
-No confío en la policía.
-¡Pero estamos salvando a su gobernador!
-No estoy tan seguro que la policía quiera con vida al gobernador.
-Claro, leí que las cosas no iban muy bien entre ellos.
-Mira, le he dado muchas vueltas al asunto y tengo una idea.
-Te escucho.

-La única forma de evitar que Salvador mate al gobernador es que nosotros nos adelantemos.
-¿Ah? ¿Quieres que matemos al gobernador para salvar a Salvador? ¡Zafo!
-No, idiota, que nosotros matemos a Salvador.
-Raúl, ya estás borracho. Paga la cuenta y vámonos a dormir.
– Mi propuesta es que simulemos un accidente en carretera, es cosa de echar un auto viejo al barranco y hacer creer que ahí va Salvador. Luego, un primo médico que trabaja en el Forense hará lo conducente para que cualquier cadáver de los que nadie reclama sea el Chava, pero habrá quedado tan mal, tan lastimado por las llamas del coche, que lo mejor es volverlo cenizas.
-¿Y el verdadero Chava?
-Lo mandaremos por dos años a una hacienda de Ciudad Hidalgo propiedad de mi tía Rita. Es un lugar frío, pero nada que no pueda resistir un joven de 36 años. Ahí, estoy seguro, nadie lo va a buscar.
-¿Sabes si hay Internet? Chava no puede vivir sin sus páginas de porno.
-No es algo relevante, ¡lo que importa es salvarle el pellejo!
-¿Qué va a pasar con su familia? Sería un golpe muy duro para su esposa e hijos.
-Su esposa ya no lo quiere y sus hijos son muy pequeños. Bastará que pase un tiempo para que le digan papá al nuevo novio de la mujer.
-Pero tiene mamá, hermanos… y creo que dos amigos.
-Ya veremos cómo se arregla eso. Por ahora, lo que urge es armar el teatrito del accidente, el funeral, los llantos y el novenario.
-Carajo, nuestro amigo se convertirá en un mito. ¿Sabes? una vez leí que el Señor de los Cielos también fingió su muerte y ahora vive muy tranquilo en Miami.
-No creo que lo hayas leído, seguro lo viste en la serie esa de Telemundo.

Todo salió como lo habíamos planeado. Salvador tomó un viejo Datsun y se dirigía a Uruapan para alcanzar al gobernador en una gira de trabajo. Ya en plena plaza, Chava llenaría de dinamita el carro para hacerlo estallar justo cuando el mandatario pasara por ahí. Semejante acto de salvajismo, donde morirían inocentes, fue tomado de buena forma por los locos de la secta, quienes estaban convencidos que aquel pobre diablo realmente iba a cumplir su tarea. En tanto, el primo de Raúl nos regaló un cadáver que llevaba dos días sin que nadie preguntara por él. Era un cuerpo de mediana edad, 34 años, aseguró el médico, flaco y panzón, con indicios de calvicie y problemas de astigmatismo, casi un hermano gemelo del licenciado Munguía. A medio camino, Chava desvió el auto, pusimos al muerto en el volante y sobre su pie un tabique que se encargó de mantener a fondo el acelerador.

Para que nadie se nos adelantara con las investigaciones, el mismo primo (quien era un corruptazo al servicio de los maleantes) fue quien consiguió a los policías y ambulancias que llegaron al lugar del accidente, mismos que trasladaron al cadáver, o mejor dicho, a lo que quedó de ese cuerpo totalmente quemado por las llamas. No fue necesario que la viuda reconociera nada, le bastó ver una especie de muñeco negro para desmayarse y pedir su cremación completa.

El funeral fue emotivo. De pronto nos dimos cuenta que Salvador era un tipo querido, pues a la sala de servicios llegaron sus antiguos amigos del futbol, tres mujeres que dijeron haber tenido aventuras de juventud e incluso sus suegros, quienes fingieron dolor ante la partida de ese holgazán al que siempre despreciaron. La viuda solo estuvo un rato y se marchó a bordo de un auto manejado por otro hombre. Raúl y yo cruzamos miradas, lamentando que Salvador no conmoviera a su amada ni estando muerto. A esas horas, el licenciado ya estaba en Ciudad Hidalgo, sin comunicación alguna, pues la única forma de mantenerse a salvo era que no tuviera acceso a celulares, internet, telégrafos, correo postal o señales de humo. Ya habría tiempo para que reinventara su vida, total, la misma estaba destruida desde mucho antes, estaba tan rota como el vaso que ha soltado un hombre embrutecido por el alcohol.
La madre del muerto organizó un novenario, pero al tercer día ya nadie acudió y todo quedó en eso. Había muerto Chava, el licenciado que nunca ejerció como tal porque prefería escribir cuentos que nadie leía, el mismo que alguna vez me dijo tener boletos para ver a The Who en Los Angeles, sin que nada fuera cierto.

Seis meses y medio después, Raúl Mejía marcó a mi celular.

-¿Puedes venir a La Enramada?

Evité burlarme de su necedad por esa cantina de abuelos, así que simplemente le dije que llegaba en una hora. Al arribar, Raúl estaba con un vodka y un cigarro en la boca; aquello parecía un déjà vu.

-Raúl, este lugar es decadente. ¿Te das cuenta que no hay nadie más que nosotros dos?
-¿Y crees que se trata de una casualidad? Le dije a don Armando que no dejara pasar a nadie, porque tenemos que platicar de Salvador.
-¿Salvador Jara?
-No te hagas el gracioso.
-Raúl, ¿no habría sido más sencillo reunirnos en tu casa para tener privacidad?
-Ni loco. Laura me tiene bien vigilado, sospecha que la engaño y creo que ya instaló cámaras y micrófonos en toda la casa.
-Jajaja, ¿en serio cree que la engañas? Si a ti ya ni se te para, Raúl.
-Bueno, déjate de chistes y platiquemos.
-Y ese don Armando… ¿es de fiar?
-No te preocupes, es el hombre más confiable del mundo y está al tanto de todo. De hecho, era el dueño del Datsun.
-¿Cómo está Chava? ¿Lo has visto?
-Justo ayer estuve con él. Está muy cambiado, ni te lo imaginas.
-Supongo que se dejó crecer la barba y tiene una panza llena de frijoles, puercos y gallinas.
-Salvador es un predicador en Ciudad Hidalgo.
-¿What?
-Como lo oyes. Llegué para decirle que tal vez lo podíamos sacar del país, que los de la secta no habían sospechado nada y que en unos años le podríamos comunicar a su familia toda la verdad, pero que por lo pronto, se podía mudar a California para rehacer su vida.
-¿Y qué te dijo?
-Sacó una biblia de su bolsillo y comenzó a leer pasajes del Pentateuco, su parte favorita del Antiguo Testamento. Luego, tocó mi frente y me invitó a orar, ambos hincados, frente a un crucifijo de madera.
-¿Y tu tía Rita?
-Está sorprendida, al principio fue ella quien le invitó a abrazar la religión, pero nunca sospechó que Salvador se fuera a tomar tan serio ese asunto. Ha bautizado a niños, desterró al sacerdote del pueblo y ahora oficia misas desde lo alto de un cerro. La gente lo adora, le lleva comida, le construyó una capilla y hay quien le atribuye milagros.
-No mames.
-Le platiqué de ti y quiere verte, desea que lo visitemos este fin de semana porque es el viacrucis, y él, obviamente, representará a Jesucristo.
-Raúl, esto se ha salido de control. Se suponía que Chava se tenía que esconder en la hacienda, no salir a predicar la Palabra de Dios. ¿Te imaginas si los de la secta lo descubren?
-Eso mismo le dije, pero no hay forma de que entre en razón, está poseído por su personaje de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

El viernes, a las dos de la tarde, Raúl y yo arribamos a Ciudad Hidalgo. Estacionamos el coche frente a la casa de la tía Rita y entonces vi a Salvador con una túnica blanca, una inmensa barba, sandalias y una Biblia en la mano. Su piel se había esclarecido, era tan blanca como el peluche de una oveja. Sus ojos se tornaron más azules que el cielo mismo. Sí, era un santo, el mismísimo Hijo del Creador.

-Chava, cabrón, no mames, te ves súper cagado. ¡Dame un abrazo, hermano!

Salvador me vio con ternura beatífica, soltó un suspiro y me dijo:

-Hermano, aunque te empeñes en tratar de ofenderme, tus palabras son un cáliz lleno de esperanza para mí. Ven, acompañadme al Monte de los Olivos, ya me espera Poncio Pilatos para juzgarme por ser el hijo del Señor.

Crucé miradas con Raúl y con su tía Rita, quien ya estaba afuera con un velo que le cubría la mitad del rostro. Los cuatro nos encaminamos al cerro y comenzó el espectáculo. El Salvador fue negado, luego juzgado y entonces caminó con la cruz a cuestas, recibiendo fuertes latigazos por los soldados romanos. Yo lo miraba incrédulo, pues realmente ese tipo te transmitía una paz infinita. Le pusieron una auténtica corona de espinas y al momento de ser crucificado, unos clavos gigantescos le atravesaron la mano. Levantó su mirada al cielo y dijo:

“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”

Después miró hacia donde me encontraba con Raúl, nos giñó un ojo, sonrió levemente y murió en la cruz.

Raúl estaba atónito y yo también. Aquello había sobrepasado el límite de la representación religiosa. Chava fue enterrado en el panteón del pueblo, con el llanto de cientos de campesinos que entonces sí lo consideraron un verdadero santo y le construyeron una iglesia mucho más grande en su honor, además de decretar la fecha como una festividad religiosa. Sin más, nos regresamos a Morelia, sin hablar de nada durante el trayecto. Ya afuera de mi casa, abrí la puerta del auto y miré al viejo Raúl Mejía.

-Gracias por el aventón, espero verte pronto.
-Prometo que ya no será en La Enramada.
-Eso espero, adiós.

Arrancó el auto tan rápido como pudo y desapareció en tres segundos, como si se tratara de la sombra de un fantasma.

FIN

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EPÍLOGO

Esa noche le dije a Mariana que veríamos una película en el cine, pero como siempre no me creyó y terminamos cogiendo desde las nueve en mi casa. Fundido, prendí un cigarrillo y escuché sonar mi teléfono.

-Bueno

-¿Javier?

-¿Quién habla?

-Chava

-¿Quién?

-Chava, ¡tu amigo!

-Solo tenía un amigo Chava y murió en la cruz. Creo que usted se equivocó.

-No mames, tengo que contarte todo. ¿Puedo verte en La Enramada?

-¿Ya?

-¡Ya!

Le dije a Mariana que había pizza en el refrigerador y mota en el buró. Le prometí no tardar mucho.

De paso le di un beso en el coño.

Era la mujer de mi vida.

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