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Los Locos del Ritmo y una joya llamada Rock!

La recomendación de la semana

Por Jorge A. Amaral

Hay discos originarios que marcaron un inicio y un camino. A veces es complicado hablar del rocanrol de nuestro país porque no sabemos a partir de qué momento considerarlo mexicano y hasta qué punto son versiones locales de éxitos gabachos.

Locos Del Ritmo, Los - Rock!

Y no es por mala voluntad de los músicos de aquella época, sino que a finales de los 50 el rock & roll comenzaba a expandirse hacia fuera de Estados Unidos, por lo que fuera de ese país no había una grey rocanrolera que supiera cómo hacer música, cómo grabarla, y una sociedad que supiera cómo asimilar un ritmo demoniaco e inmoral de una juventud desenfrenada.

Ya con la masificación del rock and roll, los productores, aún con cierta desconfianza y viéndolo como algo efímero, comenzaron a explotarlo, para lo cual se abusó de la adaptación de las versiones originales, aunque hay que decir que muchas versiones mexicanas en español llegan a tener hasta más encanto que las letras en inglés.

Al no tener la suficiente solidez, los grupos eran perfectamente manejables y muchos de ellos fueron desarmados con tal de lanzar como solistas a sus vocalistas, de ahí salieron personajes como Enrique Guzmán, César Costa o Alberto Vázquez, los Paul Anka del nopal que, de haber sido rocanroleros bastante interesantes, se convirtieron en baladistas regulares y los galanes perfectos para las insulsas películas melosas que protagonizaban con Angélica María y sexy stars de la época.

Pero hubo otros que no entraron en esa dinámica y se mantuvieron fieles a un concepto, a un grupo, tales como Johnny Laboriel con Los Rebeldes del Rock, Javier Bátiz y su sonido de sinfonola o bien Los Locos del Ritmo, cuyo disco Rock! es mi recomendación para escuchar esta semana.

Grabado entre 1958 y 1959 pero lanzado hasta 1960, Rock! es de las piedras angulares del rock and roll mexicano pues goza de una frescura y una energía tales, que a sus 55 años de edad sigue teniendo belleza y juventud, además de ser uno de los primeros discos en contener canciones originales, pues recordemos que, al no saber producir rocanrol, los productores y ejecutivos de las disqueras preferían trabajar sobre lo ya hecho y solamente adaptarlo al español. Si a lo anterior de sumamos la excelente voz y carisma del grande y entrañable Toño de la Villa, tenemos un disco digno de revaloración.

Así, el disco inicia con influencias de Elvis Presley en Nena no me importa, una forma de pedir claridad sobre una relación. Un rocanrolito bastante rico que pone el pompadour de punta.

Como interludio bastante twist, la instrumental La cucaracha, alegre y repetitiva, debió ser la locura en las fiestas y bailes pues contagia las ganas de quitar la cara de quítense o los meo y moverse un poco. Del tercer track no voy a hablar.

Con un rudimentario requinto pero la nítida voz de Toño de la Villa, Un gran pedazo de amor es un rockabilly de gran pureza que hace entender por qué fueron admirados por el mismísimo Rey Elvis en el Whisky A Go Go de Los Ángeles cuando alternaban con unos nacientes The Doors.

Siguiendo con ese sonido instituido en Estados Unidos por el padre fundador Bill Halley, Morelia es una joya instrumental llena de energía, verdaderamente disfrutable. Del sonido rockabilly, el rock and roll visita a su papá el blues en una rolita con la que de inmediato me dieron ganas de servirme un trago, Blues tempo, que con el requinto de Chucho González y el piano de Pepe Negrete (tiempo después sería reemplazado por el gran Lalo Toral tras la muerte de Toño de la Villa) es algo verdaderamente extraordinario de escucharse, y más porque en esa época, finales de los 50, el blues en México realmente no existía.

Por si el blues fuera poco, Crecidito para amar es una balada de despedida, al estilo Fue en un café con Los Apson, en la cual el tipo se despide de la novia simple y sencillamente por la diferencia de edades. Una balada triste con un arreglo que, sin embargo, no la hace más triste, sólo más emotiva.

Otra vez con el piano de Pepe Negrete en primer plano, Vasito con agua es una pieza instrumental en la que ya se comienza a configurar un sonido que distinguiría a las bandas de rock chicano como Tito & Tarantula o Los Lobos. De ahí nos montamos en una ola auditiva y a ritmo de surf nos deleitamos con Pedro Navajas, otra instrumental que me hace pensar en el disco Jack The Ripper del maestro Link Wray. Este tema tiene casi como segunda parte el track siguiente, El mongol, un rock más duro en el que Chucho González se luce como guitarrista principal del grupo.

Rompiendo con esa atmósfera de surf de mala muerte, Geraldine es un rocanrol sin mayor adorno, sólo un coro, pero un ritmo que sirve para ponerse a tono antes de cerrar el disco con uno de los primeros temas originales que un grupo mexicano grabó: Yo no soy un rebelde, una de las glorias del rocanrol mexicano.

Había dicho que no hablaría del tercer track de Rock!, y es que lo quise dejar para el final dado que es una de mis canciones favoritas de todos los tiempos, de esas que me han perseguido durante muchos años sin dejar de gustarme, me refiero a Tus ojos, autoría del baterista Rafael Acosta que, al ser de los más hermosos temas del rocanrol mexicano, también le dio la inmortalidad a Toño de la Villa.

Por eso y por Tus ojos es que recomiendo este clásico llamado Rock!, de Los Locos del Ritmo, un documento imprescindible en la historia del rocanrol de nuestro país. Salud.

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