El disco de la semana
Por Jorge A. Amaral
De tantos discos que grabó es complicado decidirse por uno, por eso, más allá de las canciones que de Johnny Cash todos conocemos y de los álbumes emblemáticos que se volvieron torales en el rockabilly, ahora recomiendo uno más cargado hacia el country ya que, a final de cuentas, éste fue su género originario, aunque en dicho álbum juega con ambos sonidos.
Además, si consideramos que ya estaba entrado en años cuando lo grabó, entre 1979 y 1980, su voz era aún más madura, lo que le da esa gravedad que encanta de The Man in Black, muy como en Daddy sang bass (imperdible) o como en su extraordinaria versión de ese clásico del bluegrass llamado Ghost riders in the sky, que me ha hecho levantarme a servirme alcohol.
En fin, para esta semana el disco que les recomiendo se llama Rockabilly blues y fue lanzado al mercado en 1980, aunque con poco éxito y sin mayores repercusiones, pues hay que recordar que para esa época la música country no estaba de moda, sino que el auge estaba en otros géneros.
El disco inicia con Cold lonesome morning, un country rock lleno de fuerza en el que, muy a lo “esa novia mía va a ser mi tormento”, Johnny sabe que cualquier día de estos amanece muerto de dolor, pero ese dolor no es del tipo romántico que está dispuesto a resistirlo todo por su prenda amada, sino que en una parte de la canción se escucha ese lamento que a mí, en lo personal, me encanta: “Lord, my pain can’t stand illumination, and one of these cold lonesome mornings I’ll be gone”.
Without love es un tema más rockabilly sin despojarse del country, pero con un ritmo más pausado, un canto al amor mismo, sin el que estamos incompletos, sin el que somos como máquinas y sin el cual moriríamos, al menos eso dice máster Cash y yo le creo.
Rapidito y a ritmo de country, W-O-M-A-N (así, deletreado) es una pieza encantadora, pues parte del chiste está en que a lo largo de la canción juega con el deletreo de diferentes palabras, lo cual le da una cadencia extraordinaria, y así, lúdicamente, una de las grandes netas, al igual que en el tema anterior: “I can get along without a dog or a cat, and luxury is not where happiness is at. I can do without tobacco, coffee or tea, and I turn down lots of money making deal offered to me, I can make it through the hills without a Jeep or a van, but I’ve got to have my W-O-M-A-N”.
Enseguida de esa cadencia, una de vaqueros, The cowboy who started the fight, que cuenta la historia de un vaquero desventurado que se pierde por una mujer hasta morir en las calles, pero finalmente va al cielo pues deja descendencia justo en la mujer que amaba y por la cual se perdió. Igual habría que hacer el cuento de esta historia, suena tentador.
La versión que para este disco se hizo de The Twentieth Century is almost over fue regrabada cinco años después para otro proyecto, titulado The Highwaymen, en el que participaban Johnny Cash, Waylon Jennings, Willie Nelson y Kris Kristofferson, puro peso pesado de la música country. Este tema es un recuento de lo vivido en el siglo XX: la Gran Depresión de los años 20 en Estados Unidos, las dos grandes guerras, la carrera espacial, los cambios en las modas y cómo eso modificó la idiosincrasia en ciertos sectores norteamericanos.
Haciendo honor al disco y con un sonido muy a lo Cash llega Rockabilly blues, y se llama así porque, precisamente, es un rockabilly depresivo, pues cuenta la historia de una gira por Texas en la que nunca pudo comunicarse con esa mujer, así que supo lo que es cantar para diez mil personas felices pero él con un dolor en el pecho, atendiendo aquello de que el show debe continuar, y por eso la ultima estrofa es lapidaria: “The rhythm keeps me living and have you heard the news: there’s a sad song singer coming with the rockabilly blues”.
De manera fatalista y con la gravedad de voz de la que hablaba al principio, en The last time Johnny Cash nos habla de cómo las cosas simplemente terminan y lo único que podemos hacer con las lágrimas es secarlas y seguir, pues así como las estaciones se suceden una a otra, el amor en realidad no necesita muchas razones para terminar, pues todo muere.
En She’s a goer Cash nos da una cátedra sobre esas mujeres a las que es imposible retener, sólo disfrutarlas mientras están porque para mañana no se sabe. En realidad la canción es tan buena, tan melancólicamente dulce, que no necesita mayores adornos, ya que la la letra es bastante buena y el arreglo no tiene madre, aunque si usted no es muy amante de la música country, puede que no le agrade demasiado, ya que es de esos géneros a lo que se ama o se odia; incluso conozco gente chaira que por el simple hecho de que proviene del imperialismo yanki, no escuchan country aunque esté hecho por lo mismísimos ángeles.
Bajo esa misma tónica de la reflexión ante el paso del tiempo, It ain’t nothing new babe es una balada bastante sentimental, pues como que Johnny Cash sabía que ya no era la estrella de los 50 y los 60 y por eso podía darse el lujo de aleccionar mediante su música bajo la idea de que nada es para siempre, de que todos ponemos ser necesarios pero nadie va a morir por nosotros cuando no estemos. Si esta canción me ha agarrado deprimido y con los whiskys que ya traigo encima, capaz que sí me hace gimotear cual fan de Chente.
Para cerrar el disco de manera muy circular, un country muy al estilo del primer track, aunque One way rider tiene más elementos del rockabilly, muy como Ring of fire o Folsom Prison blues. A dueto con June Carter Cash, esta rolita muy alegremente nos devuelve a la senda de sólo “hazlo por amor”, excelente forma de cerrar un muy destacable disco de uno de mis más grandes héroes personales. Salud, yo me sigo de largo con I walk the line, que no es de Rockabilly blues pero ya está en la play list.