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San Luis Potosí y el poeta del No

Por Ileana Garma

Sólo son palabras los grandes poemas, las grandes palabras sólo son latidos, los grandes latidos son de los que corren; viejos edificios al insomne acechan, no saben sino de venganza los árboles rancios; sólo son palabras los grandes poemas. Sólo son escudos los grandes poemas, islas hacia la sospecha: se sientan en la noche sobre la basura procurando calentarse las palabras, quien lame sus versos se corta el aliento, con la daga de los puntos suspensivos.

Los grandes poemas están llenos de miedo, andan a gatas porque el sol se mueve y alguien anuncia el gas por la madrugada, como poleas avanzan los grandes poemas, en la orilla del mundo hacia el sollozo. Tiramos los dados con los buenos poemas y no es de sorprender que nos arrojen a puertas infectadas, a cementerios de huellas, de alas, de abriles, aunque nadie desea que el poema espíe, nuestra propia tristeza desvestida en el otoño. Los buenos poemas, son sólo palabras que serpentean hasta las puertas, hasta las negras habitaciones selladas con dulces fracasos, palabras que arrullan, una llave antigua, palabras que nos abren; truenos como espejos que nos desatan. Son sólo espejos, donde es más fácil recordar un rostro que inventarlo, más fácil sumar un día al dolor que arrancarle la luz para siempre. Sin salida nos dejan los grandes poemas. Sin salida.

Es lo que pienso, son los poemas lo que importa, ya no estamos en la época en que los poetas andaban de capa por las calles lluviosas, ojerosos, maltrechos, delgados hasta el insomnio. Sus nombres pueden arrojarnos pistas, decirnos quizá de alguna corriente, de algún estilo, de algún país y su situación, del algún grupo literario; pero en pleno siglo XXI, qué corriente nueva puede surgir; lo contemporáneo es lo singular, lo propio, y en este sentido, cada poema debe defenderse por sí sólo.

Y por sí solos se defienden los poemas de José María Facha (San Luis Potosí 1879-1942), sin que importe que sean casi 110 años los que nos separan, y sin que su nombre tampoco pueda decirme algo sobre él, darme una pista, porque este poeta, más que un poeta marginado, fue un escritor del No, como diría el escritor español Enrique Villa-Matas. Pero ¿Quiénes son estos escritores del No? Creo que se puede ser más abierto, podemos hablar de maestros del No, de contadores del No, de investigadores, de barrenderos, de cocineras, de amas de casa del No. Personas que con o sin razones, a veces sin cuestionamientos, deciden no sembrar semillas, no escribir palabras, no tener huellas, no marcar un camino para los que vienen detrás. “Son esos seres en los que habita una profunda negación del mundo. Toman su nombre del escribiente Bartleby, ese oficinista de un relato de Herman Melville que jamás ha sido visto leyendo, ni siquiera un periódico; que, durante prolongados lapsos, se queda de pie mirando hacia fuera por la pálida ventana que hay tras un biombo, en dirección a un muro de ladrillo de Wall Street; que nunca bebe cerveza, ni té, ni café como los demás; que jamás ha ido a ninguna parte, pues vive en la oficina, incluso pasa en ella los domingos; que nunca ha dicho quién es, ni de dónde viene, ni si tiene parientes en este mundo”.

De pronto Facha se me revela como un poeta negativo. Tal parece, según el investigador Ignacio Betancourt, que José María sólo trabajó literariamente entre los 18 y 22 años. Publicó un libro de poesía erótica a los 21 años “Idilio bucólico” y otros poemas de él aparecieron en suplementos culturales y revistas de la ciudad de San Luis Potosí. Un San Luis de 1900, conservador y al mismo tiempo con una juventud envuelta en debates políticos. La revolución no ha iniciado como lucha social, pero sí en el mundo de los intelectuales, en la poesía, con el modernismo inyectándose poco a poco a los jóvenes mexicanos, jóvenes de alguna manera privilegiados pues para esta época, más del 80% de la población potosina no sabía leer.

No puedo explicarme el hecho de que este escritor haya dejado el impulso poético, parece que la crítica no le fue favorable, parece también que no contaba con leales amigos entre sus contemporáneos, parece que tuvo problemas políticos y que incluso fue apresado. Después de esto quizá cualquiera se preguntaría, ¿para quién escribir? ¿Para quién escribir poemas eróticos? Y yo agregaría ¿Para quién vivir? ¿Para quién respirar, para quién? Pero estas preguntas aparecen en el día a día de todos, y cada quien tiene sus maneras de responderse. Aquí están algunos poemas que Facha escribiera, con amor o con deseo para alguna mujer, o con amor y con deseo para la libertad, como comenta Adán Echeverría en un texto sobre “Idilio bucólico”. Lo cierto es que las razones que motivan a unos a apuntar, a llevar a cabo un registro literario de sus pensamientos e intenciones, no tienen por qué alargarse. «La gloria o el mérito de ciertos hombres consiste en escribir bien; el de otros consiste en no escribir.»

1.

Invocación

 

Ven, intacta y coqueta epifanía

confortando mi amor que hoy está yerto

a calentar mi tálamo desierto,

mi tálamo bohemio que se enfría.

 

Abrígame en tu cuerpo, amada mía.

Arrópame en halagos si despierto

de la mañana al resplandor incierto,

que sorprende velando mi agonía.

 

Empalaga mis labios con las mieles,

olorosas a mirtos y a claveles,

que en tu boca chorrea el entusiasmo;

 

Y fundiendo pesares y dolores

en una libre conjunción de amores

gocemos del placer en el espasmo.

 

 

3.

Tu llegada

 

Sacudió a la floresta la algazara

y en la irrupción voluble de matices

urdió el espacio mágicos tapices

con arreboles de fulgencia rara.

 

La piscina aquietó su linfa clara

por copiarte; y, crispando sus raíces,

los árboles doblaron sus cervices

para ver los detalles de tu cara.

 

Pisabas la planicie quedo, quedo,

cual si de su atención tuvieras miedo;

y al mirar las carnales maravillas.

 

De tu virginidad y sus cadencias,

el éxtasis clavóme de rodillas

y en mis ojos roció fosforescencias.

 

 

5.

Fascinación febril

 

Estaban soñolientas las campañas,

de sol acribillados los confines,

y en la contemplación de los satines

del cielo, se abrían las montañas.

 

El viento, fascinado por extrañas

sensaciones, lamía los jazmines

de tu piel y con músicos festines

hizo vibrar su frenesí en las cañas.

 

Con embriaguez de gozo inextinguida

ostentabas desnuda tu silueta,

como una ovación para la vida.

 

Y en tanto que anheloso el mar convexo

contraía sus músculos de atleta,

me hipnoticé en el hatchis de tu sexo.

 

 

8.

Ofertorio

 

Tiró en la virgen arboleda hirsuta

un manojo e brasas el Estío

y el recóndito vientre de la gruta

obsequió su refugio a mi extravío.

 

Deshice con mi fuego tu desvío

y ardió tu pubertad casta, impoluta

como un pebetero entre el sombrío

frondaje que velaba nuestra ruta.

 

En la odra maligna de tu boca

bebí muchos diabólicos proyectos,

que extorsionaron mi ternura loca,

 

y con tu cuerpo que el ritual integra

incensada por todos mis afectos

fuiste al altar para la Misa Negra.

 

 

12.

Entre los juncos

 

Entinta el río su corriente ufana

en la suave ternura de la aurora

que a puñados de luces ignidora

el lacio despertar de la mañana.

 

Polífonos bostezos la onda emana

en vaho fumiforme que elabora

a la nébula errante y soñadora

cuyo cristal en llanto se desgrana.

 

Los borbotones gárrulos, traviesos,

son bocas que estremecen el lentisco

a cristalinos y sonoros besos.

 

Y mira tu atención desde la senda

que en las linfas, al ósculo del disco,

hay rubias cabelleras de leyenda.

fotos:

Mennyo

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