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Screamin’ Jay Hawkins: Black music for white people

Así como los discos de pirekuas están grabados para los turistas y los citadinos, Screamin’ Jay Hawkins grabó un disco de música negra para el público blanco, ese que tomó el blues y el jazz y les dio un sentido que en los juke joints de los años 20 del siglo pasado no tenían, viéndolo como algo que está entre el folclor afroamericano y la alta cultura snob, cuando sólo es música en toda su magnitud.

Front

Excéntrico y a veces extraño, Screamin’ Jay Hawkins es un bluesman de esos que casi no se dan, y es que su expresividad y teatralidad al cantar dotan a sus canciones de una atmósfera que absorbe al escucha. El disco que recomiendo esta semana me llamó la atención desde el primer momento simplemente por su nombre, a sabiendas de lo que Screamin’ Jay era capaz de hacer: Black music for white people.

Este disco, lanzado en 1991 por Bizarre Planet Records, contiene doce temas que van del blues al R&B y de ahí al jazz con extraordinaria facilidad, siempre enmarcando con una sección de metales que recuerda a Ray Charles y esa voz aguardentosa y cavernosa que remite a los años dorados del enorme Satchmo.

“A woman, she’s a creature that has always been strange, / just when you’re sure of one, / you’ll find she’s gone and made a change”, reza el estribillo del primer tema del disco, “Is you is or is you ain’t my baby”, que a ritmo de rag time nos lleva por ese mar de confusiones que las mujeres suelen provocar.

Más adelante nos encontramos con una versión de su clásico del 57, “I put a spell on you”, pero ahora en una versión más bailable, a ritmo de pop de principios de los 90, incluso con un interludio rapeado que le da un nuevo aire a esa joya del blues, que fue la que encumbró a Screamin’ Jay Hawkins. Esta versión, aunque no tiene los aires catárticos y etílicos de la original, conserva su espíritu gracias a la omnipresencia de los metales, tan es así que esa parte rapeada resulta nada más ornamental, pudo no haberse incluido y no hubiese pasado nada.

Curiosamente, al escuchar “I hear you knockin’”, me fue inevitable consultar “Ain’t nobody home”, de BB King, y resulta que ambas canciones podrían ser hermanas, o una símil de la otra, y es que no tienen el mismo ritmo pero abordan el mismo tema: te fuiste, te rogué que no lo hicieras; ahora vuelves y a mí me importa un carajo, date la vuelta, no hay nadie. Algo por el estilo.

Para darle más dinamismo al disco, “Heart attack and vine” es un poema por demás encantador que vale la pena escuchar como las reflexiones de un tipo ebrio, de esos que al calor del whisky se ponen meditabundos y dan rienda suelta a toda su creatividad. Y esa creatividad para hacer de algo simple un gran blues se nota en “Ice cream man”, en la que el galante caballero se ofrece a ser todo lo que ella necesita, como un helado de cereza o una piscina en un día pesado.

Y el mismo espíritu de hacer una excelente pieza con dos o tres versos simples sigue en “I want your body”, y creo que no es necesario decir de qué va la canción, pero tanto en esta como en la otra, lo realmente valioso está en los arreglos, aunque hay que admitir que esa simpleza tiene su encanto si se sabe capitalizar bien, o de otra forma “Constipation blues” no sería considerada una de sus mejores canciones, a pesar de que no dice gran cosa verbalmente, pues el mensaje no llega con palabras.

Screamin’ Jay Hawkins, un bluesman al que bien valdría revalorar y redimensionar por su versatilidad, su creatividad, ese ácido sentido del humor y la expresividad con que cantaba, características que, hasta donde he visto, comparte perfectamente con el jazzista Sun Ra, con la salvedad de que mientras Sun Ra se asumía como un faraón alienígena, Jay Hawkins es el sacerdote de cualquier tribu africana, y eso no lo hace menos músico o menos compositor, sino que complementa el todo que es su música como parte de una herencia negra que, hay que decirlo, vende bastante bien entre los blancos, de ahí el título de Black music for white people.

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