Aunque amo el rockabilly y géneros similares, en cuanto al psychobilly siempre he tenido reservas, y es que tantas influencias del punk me desagradan un poco.
Por Jorge A. Amaral
Esto porque es de los pocos géneros del rock que abiertamente puedo decir que no me gustan. Aun así puedo hacer excepciones con bandas como Necromantix, The Psyclocks o grupos brasileños como Os Cervejas.
Uno siempre recibe sorpresas y me pasó con Surfin Caramba, banda chilena que, siendo básicamente de psychobilly, intercala estilos como el rockabilly, el surf y el country, algo a lo que ellos mismos le llaman psychosurfabilly crudo.
No sé, de repente se establecen categorías bastante mamertas, lo que sí es un hecho es que Surfin Caramba es una excelente banda, y por eso esta semana recomiendo escuchar su disco homónimo, editado en 2008, que se compone por canciones que datan de 2001 a 2007 más algunas en vivo.
A pesar de contener material hecho a lo largo de siete años, Surfin Caramba es un disco sólido, con un concepto bien definido, y es que aunque fue su primer disco, el grupo venía trabajando en las escenas underground chilena, brasileña y argentina y en circuitos europeos, por lo que las tablas ya las tenían y eso se nota en el primer track del álbum, Psychokiller, un psychobilly poderoso, apabullante, ágil y fuerte, sin por ello, a diferencia de otras bandas, sonar agresivo; por el contrario, sabemos que a pesar del mote de psycho no deja de ser rockabilly.
Decía alguien que si hay nostalgia por el sonido y la parafernalia del rock de los 50 es rockabilly, y si a ello se le agregan monstruos, zombis, vampiros y calaveritas, tenemos a un psychobilly. Eso puede o no ser cierto, pero tratándose de un disco de este estilo tales temas no podían faltar, así que la segunda canción del disco es La criatura de la Laguna Negra, una suerte de anfibio prehistórico que ha vivido por siglos como el eslabón perdido entre los primeros seres y los actuales. Aunque la letra en sí no es la gran cosa, el arreglo es muy bueno.
Más con tintes de hard rock, en La guitarra del Diablo se cuenta la historia ese ángel caído que por sentir envidia de Dios fue expulsado del Paraíso. Así, Satanás se le aparece a quien canta y le da una guitarra mediante la cual el músico junta almas para el Príncipe de las Tinieblas. El tema de la canción de hecho se antoja para una novela oscura.
Con un ritmo que de rockabilly sólo tiene el contrabajo, Luna es una joya de este disco: bien ejecutada, una letra con excelentes imágenes poéticas y un ritmo que se vuelve melancólico pero contagioso. La única debilidad de este tema es su brevedad, pues daba para mucho más que el minuto con 45 segundos que dura.
Volviendo al rockabilly, Weekend in Tijuana es una delicia de canción, ideal para el slam y con un slap en el contrabajo que de inmediato me remitió, hablando de TJ, a Calavera (luego hablaremos de ellos). De la historia no hay mucho que haga falta decir, sabemos de qué se tratará una canción sobre esta ciudad: “putas y mucha mariguana”; habrá que preguntarle a Manuel Noctis si es cierto.
Carumba es simple y sencillamente una delicia, con solos de guitarra y un ritmo que la hacen ideal para empinarse la cerveza y golpear a alguien. Un surf buenísimo que trae a la memoria las glorias de este género cono The Ventures, Dick Dale, Link Wray (alabado sea) o The Champs.
En la misma tónica sigue Triste rock & roll, una rolita melancólica y adolorida en la letra pero agresiva en el ritmo, aunque ambas cosas no están peleadas. “Un cuarto vacío es la cruel prisión de mi corazón”, qué más se puede decir. Al igual que Luna, Despedida juega con diferentes estilos, incluso por la letra, el ritmo, el arreglo y toda la atmósfera de esta rolita dan un saborcito como al Enrique Bunbury de Héroes del Silencio.
Dronka lonka ya es un psychobilly neto tanto en arreglo como en cuanto a la letra. Trata de una suerte de aliens sifilíticos que traen sexo y droga para las terrícolas. ¿Malviajado?, sí, bastante.
Surfin Caramba además contiene algunos temas en vivo para cerrar el disco, y uno de ellos es Atardecer en Rapa Nui, una joyita instrumental muy al estilo de las baladas de los 50, perfecta para que su chica pongo la cabeza en su hombro, no importa que sea la novia de su mejor amigo.
Un día de estos mataré a tu mamá es un rockabilly en cuyo bajeo hay destellos de rag time con una guitarra bluesera con pequeños trances de surf. Cuando la escuché por primera vez me sorprendió, y es que en realidad es instrumental y va subiendo en intensidad hasta ser un perfectísimo psychobilly que puede volarle la cabeza.
No podía haber mejor cierre del disco que Voodoo, ya que clausura perfectamente el ciclo que se abrió al inicio con Psychokiller, así que Surfin Caramba, de la banda chilena del mismo nombre, es un muy buen y recomendable disco que vale la pena tener, aunque usted no sea afín al rockabilly y sus derivados y conexos, sí al menos como referencia del underground latinoamericano.