Por Julián Andrés Vargas
Seguramente en otro país, ciudad, barrio, cuadra y casa de esta “casa común” (como nombró el Papa hace algún tiempo el lugar donde habitamos) estén pasando por la medida de control y salud más oportuna en este momento: la cuarentena.
En Colombia, y en especial en la ciudad donde vivo (Santiago de Cali), no se ha determinado hasta el día de hoy (7 de marzo) el confinamiento absoluto. Las personas, en este país, tienen que tomar por iniciativa propia ‘el autoaislamiento’ como vía de seguridad y responsabilidad con los demás, porque nuestros gobernantes priman la economía y no la salud, sus intereses y no la vida.
¿Quién -en serio- díganme quién, pensaría que la forma de desobediencia ciudadana en estos momentos es confinarse voluntariamente y no asaltar la calle para pedir por lo que nos pertenece?, cuando hace unos meses las calles estaban coloridas, combativas y firmes en lucha por nuestros derechos, o mejor, por lo que nos arrebataron los que se mantienen en el poder. Estamos palpando esta distopía.
El día dos me atrapa en la sala de mi compañera de caminar, entregando pendientes laborales, bombardeado de información, sobrepensando la crisis y hasta el momento, respirando constantemente para que no me alcance un ataque de depresión y/o ansiedad.
Me atrapa sentado, leyendo y cuestionándome. Me atrapa sin ánimos (o con pocos), pensado en mi familia y queriendo terminar rápido el revolcón.
Cuestionándome -entre tantas cosas- el privilegio que, de alguna forma, tengo al estar en casa y poder “confinarme”. Muchas personas habitantes de calle no lo tienen. Cuestionándome por qué no se actúa por los más vulnerables: trabajadorxs informarles, trabajadorxs sexuales, habitantes de calle, presos, migrantes y muchxs más. Cuestionándome la sobredimensión en redes sociales del mismo confinamiento, donde se ven personas haciendo, rehaciendo y construyendo sus quehaceres en los hogares, con el afán de producir constantemente… mientras yo apenas puedo terminar a tiempo mis pendientes laborales y repensar esto de vivir. Cuestionándome la estrujada que nos pega el virus en nuestras formas de ser y vivir, nuestras formas de relacionarnos y la más importante, nuestra forma de concebir a los animales. Cuestionándome todo.
En suma, me atrapa la crisis, así como por décadas hemos ahorcado y violentado la casa común que ahora nos enseña por medio de un virus; donde acaba de morir un mundo para quizás, surgir otro.
Y esto, extrañamente, es el segundo día de encierro.
Santiago de Cali, Colombia
Imagen: Snoopy_347
#TextosAislados