Por La Ru
Sentada en el colchón a pelo. Metí a lavar las sábanas porque se cayó mi frapuchino con mezcal después de un fuerte viento que impulsó la cortina y ésta, a su vez, el vaso. De fondo La Sonora Dinamita con «Que nadie sepa mi sufrir» probando el “nuevo” estéreo viejo conectado a la Mac, porque las otras bocinas sonaban tan culero que parecía radio vieja tratando de sintonizar estación.
El ambiente huele a suciedad. Más temprano la perra se orinó en pleno comedor, y aunque hemos lavado con cloro y pino, mi puto olfato detecta alguna partícula que no quedó del todo removida, o quizás es mi obsesión jodida con los aromas que traspasan el tiempo y se impregnan en el recuerdo, algo así como memoria olfativa.
«Qué gano con decir que un hombre cambió mi suerte, se burlarán de mí, que nadie sepa mi sufrir».
Esperanza en pijamas se ríe y su carcajada resuena en las paredes, envuelve cada superficie y va rebotando hasta llegar a mi habitación. Nueve días se dividieron como en tres y mañana temprano él parte. Y yo me siento tan encabronada porque viene y se va, así, sin más. Como si esto fuera un pinche hotel (hubiera dicho mi madre), pero soy tan egoísta que no tomo en cuenta que su partir paga las cuentas más caras y me da libertad de ser la puta esa que todos repudian y juzgan, y que apenas anoche me dijo: «yo te elijo así, antes me embriagabas de emociones y palabras, pero ahora te elijo conscientemente». Y así, así dice amarme.
¡Carajo! Viene a removerme toda la vida, la casa, los jodidos hábitos que tengo, el egoísmo, la enajenación. Viene, «orina» como macho su territorio y se larga con promesas de retorno.
Emilio está encerrado en su cueva sufriendo el cambio de escuela: «no tenía planeado nada para el futuro. Sólo pensé que si fallaba en esta escuela, me suicidaba o algo». Y yo emputadísima alegándole que deje los chantajes emocionales. «¡Pinche chamaco mimado y privilegiado!», repito para mí.
«Sí Lupita, baila Lupita», suena en el Spotify.
Entran y salen de la habitación. Me ven tomando nota y sé que en su pensamiento se repiten: «Está chateando», mientras, se acabó «Lupita» y entra «Carola». Me río porque la muy cabrona «me tiene pena».
“¿Cómo mierda se descansa?” La canción sigue sonando, mi pinche mente sigue dando vueltas: la puta tarea, la puta tesis, la puta maestría, la puta contingencia, la puta vida.
Mañana se marcha y se queda todo a medias: el lavabo sin empaques, la hija esperanzada, el hijo chantajo-suicida, la mujer puta y abandonada.
-Vuelvo pronto, te lo prometo, quince días o un mes, quizás dos.
Buenas noches, mañana todo torna a lo de siempre. Eso sí, las plantas nuevas trasplantadas, la bicicleta estática aceitada, él ausente y mi ovulación presente y… «No te metas con mi cucu».
Morelia, Michoacán. Mayo del 2020
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