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#TextosAislados: Normalizando la nueva normalidad

Por Luis Backer

Con mi admiración para todo el personal de salud, por su ardua labor durante esta pandemia, en especial a mi hermano Diego.

Mucho antes de que se decretara de manera oficial la emergencia sanitaria en México, me sorprendió que algunos de mis contactos en Facebook ya permanecían encerrados. Supongo que se debió a las noticias del exterior. Así, en el lockdown, como lo llaman, continuaron quejándose y compartiendo estados para recordarme lo buenos ciudadanos que eran por haber acatado una orden que nunca se les dio. Y bueno, para autoimponerse el confinamiento tampoco hace falta una pandemia, de hecho en Japón existe desde hace décadas y se llama Hikikomori.

Ya para cuando las autoridades de salud decidieron pasar de la sana distancia al quédate en casa, me encontraba redactando un texto sobre la película de Felipe Cazals, El año de la peste (1978), aquel desafortunado filme que Ayala Blanco resumió como “el cine de autor más enérgico y estridente del echeverrismo había dejado de indignar, para empezar a inspirar lástima”. La novela Diario del año de la peste, escrita por Daniel Defoe en el lejano 1722, fue una obra que gustó mucho a Gabriel García Márquez, al punto que adaptó el texto a un hipotético contexto mexicano en compañía de Juan Arturo Brennan y José Agustín. Similitudes con la situación actual: muchas y espeluznantes, pero también vino a mi mente Edipo y la desesperación del rey de Tebas por frenar la epidemia y la muerte.

Las primeras semanas de la fase dos fueron relajadas en medidas y me seguí escapando para trotar en el Parque Hundido, que está a espaldas del edificio donde vivo y por lo que esta crónica versará de lo que sucedió principalmente en la Colonia Noche Buena de la Ciudad de México. Así, mientras en la televisión aparecían personas llenando carritos para el súper y llevando grandes cantidades de papel higiénico, aquí se respiraba tranquilidad y hasta el día 12 de mayo no he visto personas haciendo compras de pánico en los establecimientos de la zona. Ni de cerveza, vamos. Respecto al uso del cubrebocas, este no comenzó a extenderse hasta ya entrada la fase tres, cuando se dijo que sería obligatorio, siguiendo las recomendaciones de las 19:00 hrs., mientras que la vida transcurría lejos de un escenario apocalíptico, por lo menos en las calles del barrio.

Normalidad
Basura de moda

Vivo muy cerca de la Av. Insurgentes, frente al Eje. 6. Por estos rumbos el tránsito de automóviles es tan solo poco menor al habitual, mientras que las bocinas y los escapes de los automotores siguen sonando. Sobre la avenida pasan los peseros y metrobuses a la mitad de su capacidad y lucen así hasta los domingos. No se parece en nada a los paisajes desiertos de la ciudad que veo en fotografías de las redes sociales, por lo que pregunté a un amigo que vive por el rumbo, si el Zócalo, Bellas Artes y el Eje Central, se ve como en esas fotos: —¡No mames, claro qué no! Bellas Artes y la Alameda están cercados y hay policías, aun así hay gente tomándose fotos, y en Eje Central pasan coches, muchos menos, sí, !pero desierto no está! —respondió.

Durante la fase tres de la contingencia sanitaria, los repartidores de las distintas aplicaciones de entregas se reúnen por docenas afuera de los comercios más populares. No aplican las medidas de distanciamiento, no usan cubrebocas y se les ve notablemente tranquilos mientras circulan a toda velocidad por las aceras sin importarles los pocos peatones que transitan.

Los cubrebocas son la basura de moda. Detesto esa práctica de hacer los desechos rollito y meterlos en una cavidad: ya sea en las casetas telefónicas, en las comisuras de los asientos del transporte o las bancas, en este caso. Así, adornadas con injertos en diversos tonos de azul, los espacios destinados para que la gente repose se convierten en un foco de infección.

Desde el primer día que se nos recomendó quedarnos en casa, he monitoreado la calidad del aire. Tomando en cuenta que la ciudad anunció una reducción en la movilidad en un 46%, supuse que disminuiría la contaminación, pero no fue así. La calidad del aire ha sido mala todos los días según su propia aplicación móvil y no mejoró ni cuándo implementaron la restricción especial del programa hoy no circula.

Mientras camino por el parque se escucha un grito que proviene desde un balcón: «¡Quédense en su puta casa!». Nadie replica. Algunos letreros escritos a mano dicen que un runner tiene 20 veces más posibilidades de contagiarse. Los propietarios de perros sueltan a los animales para que anden libremente por las jardineras mientras que la mierda de sus mascotas pulula por todos lados, y no solo en el parque, también en las calles.

Supongo que se deberá a que los servicios de limpieza han disminuido su personal por la contingencia, o a que algunos dueños, al no sentirse observados, se olvidan de recoger las heces. Muy preocupados, eso sí, con caretas protectoras y todo, sin darse cuenta de los riesgos para la salud que representan los excrementos de sus mejores amigos.

Eje Central de la CDMX

Las ambulancias chillan a toda hora. En sus escapes atrona la desesperación. Entonces pienso en el dolor y la angustia de aquella persona que llevan abordo, deseándole que su paso por el hospital sea breve y que vuelva a reunirse con los suyos, como yo deseo hacerlo con los míos, en cuanto sea posible. Me aflijo cuando leo sobre el proceso que siguen los enfermos al entrar a un Hospital Covid y me parece desolador que muchas personas no volverán a ver a sus familiares; la parte más cruel de toda esta historia llamada pandemia.

En Edipo Rey, Sófocles nos muestra que un dirigente político puede llegar a tener un alto grado de compromiso con su pueblo, pero aquí no es Tebas, y la situación se parece más bien a El año de la peste. Aun así, y luego de releer mis quejas y recapitular todo lo que pasa afuera, llego a la conclusión de que es mejor quedarse en casa y recordarle a nuestros seres queridos, amigos y personas cercanas, que los extrañamos, que falta poco: que pronto volveremos a estar juntos, aunque tal vez no de la misma manera.

Ciudad de México, Mayo del 2020.

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