Revés Online

Un festival poético latinoamericano alemán en tiempos de barbarie mexicana

Estos días como frutas podridas.

Días enturbiados por salvajes mentiras.

Efraín Huerta

 

Soy la hija hidrocefálica de Pablo Neruda. Mi padre, para cantarle al amor, tuvo que abandonarme. Mi padre, para elogiar a Stalin, tuvo que abandonarme.

         Así son los poetas: en nada se diferencian de los hombres.

Raúl Ortega

 

Por Arturo Valdez Castro

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“Zorzal colorado/ Bulbul de cara gris/ Bulbul de anteojos/ ¿Nunca veremos salir a flote a este país?/ Vencejo común/ Guamey/ Mirlo negro/ ¿Dónde las antiguas cosmogonías?/ Estornino pinto y estornino común/ ¿La mentira y la razón?/ ¿Cuántas veces el juego a ser humano?/ ¿Cuántas veces la guerra/ el agujero negro llamado dolor?”.

Imágenes de pájaros, cantos entre las ramas. Unos niños ríen, quieren saltar al agua. Rocas. Árboles y sombras. Pájaros. Los versos y la voz de Amaranta Caballero (Guanajuato, 1973): ella en la pantalla, ella dibujando niñas-niños pájaro. Su voz es un pájaro. Truena algo. Amaranta está ahí, en la penumbra del escenario. Nos observa. El auditorio de los bajos del Instituto Ibero-Americano (IAI, por sus siglas en alemán) de Berlín está casi lleno. Se proyecta su videopoema, Pájaros pautados, una de las obras con las que inicia la décima edición del Festival Rodante de Poesía Latinoamericana (Latinale), en Berlín:

“Cuervo/ grazna cuervo/ Grazna/ Zopilote/ ¿Qué quiere decir México/ México/ México…”.

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“Hay que desconfiar de todo”, me dice un compa chilango radicado en Berlín desde hace unos años. Su historia es larga, pero no quiere contarla. Sólo señala: amenazas, secuestros, balas. Nos hemos conocido en una barra mexicana de Friedrichshain. Me pregunta por qué me interesa ir a un festival de poesía latinoamericana. Él detesta la poesía. Reclama: “Cómo hay gente que escribe eso cuando a los demás se los está cargando la chingada”. No sé, algunos dicen que salva, digo. “Sólo que sean cristianos”, replica y reímos. Luego agrega: “nadie se salva”.

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“Estoy un poco nervioso, repaso lo que quiero decir en la presentación”, me dice Gustavo Íñiguez (Valle de Guadalupe, Jalisco, 1984), después de saludarnos como dos viejos conocidos en las escaleras de entrada a la embajada de México en Alemania. Estudió Turismo, pero se ha dedicado a la poesía. Recientemente publicó su libro Vocación Animal (Mantis Editores y Secretaría de Cultura de Jalisco 2016). En realidad, es la primera vez que nos topamos. Dicen que los mexicanos cuando se encuentran en el extranjero suelen tratarse como compas de toda la vida. Me pregunta si escribo. Le digo que quiero contar algo del festival.

Me enteré del Latinale hace más de un año, después de llegar a vivir a Alemania. Según sus fundadores y curadores, Rike Bolte (Kassel, 1971) y Timo Berger (Stuttgart, 1974), por sus rodantes escenarios han pasado ya cien poetas, nacidos entre Tijuana y Tierra del Fuego. En el cartel de este año, la lírica mexicana es mayoría.

Gustavo tiene un cigarrillo en su mano derecha; en la otra, un lapicero y el libro Sieben Pfade in einen deutschen Wald o Siete rutas hacia un bosque alemán, antología bilingüe, traducida por Rike Bolte y publicada igual por Mantis, con apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) de México (2016), que presentan esta noche como Latinale-Appetizer.

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El otoño alemán pasa factura al caluroso y largo verano. Mantiene los termómetros nocturnos por debajo de los nueve grados. El invierno, pronostica una amiga alemana, “viene duro”. Le fascina México, Frida, el EZLN, los temas del narco y siempre que nos vemos me pregunta: ¿qué coño pasa en tu país, pinche mexicano? Dice: “escucho México y pienso masacres, narco, corrupción, mujeres asesinadas. Está cabrón, ¿no?”. No sé qué responder y solo digo “sí, está cabrón”, con voz de imbécil.

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Gustavo Íñiguez fuma. Se arropa. Su mano tiembla. Todo él tiembla. El abrigo que lo ha acompañado en su viaje no parece suficiente. Son los nervios, dice. Los escenarios alteran. Es su primera vez en Berlín. En Europa. “Estoy fascinado”, expresa: “Me gustaría vivir aquí un tiempo, por experiencia, aunque a lo mejor al poco rato echo de menos la comida, ¿no?”. Las palabras son vaho. No humo de pólvora. Palabras alegres, a ratos. Es chingón el acento mexicano. Se extraña ese tumulto, ese escándalo. En un momento, hablamos inevitablemente del infierno nacional. Palabras crueles también, a ratos.

La presentación está por iniciar. Gustavo mira su reloj, arroja la colilla, propone entrar. No hay viento en la noche berlinesa, solo frío y luces de autos fantasmas a través de la avenida Klingelhöfer, en el barrio de Tiergarten. Sobre nosotros cuelga una pesada bandera mexicana. Pienso en un cuerpo decapitado.

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Hace poco, un amigo sirio (uno de los aproximadamente 450 mil refugiados sirios registrados en Alemania), con quien compartí un curso de alemán, me abrazó y me dijo que sentía mucho lo que pasaba en México. Sus palabras me parecieron desoladoras. Somos hermanos de dolor, me dijo: venimos de naciones perdidas. Exagera la comparación, sentí. Pero quizá no, pensé.

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Las raíces del Latinale están en Buenos Aires. Principio del silgo XXI. Rike y Timo estudiaban en la capital argentina. Timo se había involucrado con la escena poética bonaerense de los noventa y participó en la organización de un festival de poesía llamado Salida al Mar. En la edición 2005, invitaron a Rike. Entonces, recuerda ella, “me dejé encantar por las poetas y los poetas y las distintas voces que venían de otros lugares de Latinoamérica”. Con voz grave y mirada avispada, agrega: “así que le dije a Timo Berger: ‘¿y por qué no hacemos esto y lo llevamos a Berlín?’. La cosa fue instantánea, la magia del momento”. El Instituto Cervantes de esta ciudad les abrió las puertas, gracias a que Rike había trabajado ahí como asistente de un proyecto.

La idea del festival es “sumamente personal”, señala Timo. Emulación del sueño bolivariano, cuenta –con voz suave y mirada lejana, escurridiza– que se hizo lector de Rulfo, Neruda y otros, sin diferenciar nacionalidades: “Leía a Borges, y para mí era un escritor latinoamericano, no distinguía que fuera argentino o así”.

Iniciaban los 2000. La escena poética argentina “era una cosa bien reducida”, rememora Timo. Había poetas que publicaban libros de veinte ejemplares, “libros artesanales”, como Eloísa Cartonera.

“Nunca pensamos que esos poetas iban a tener un efecto tal cual como ha pasa diez años más tarde. Ahora son poetas que hacen temblar los escenarios en Róterdam o Londres, o que vienen aquí al poesiefestival. Así surgió. Fue casual. Si no los hubiera conocido no hubiera existido jamás este festival”, dice Timo.

Rike Bolte, doctora por la Universidad de Humboldt de Berlín, se especializa en temas latinoamericanos relacionados con el arte y la literatura. Traduce y ha publicado varias antologías de poesía y prosa latinoamericana. Figura conocida en la escena literaria alemana. Lo mismo que Timo, poeta, promotor cultural y traductor. Con varios libros de poesía impresos. Ha llevado al alemán, entre otros poetas latinoamericanos, al argentino Washington Cucurto, al costarricense Luis Chaves y al mexicano Julián Herbert.

Ambos tienen un español muy bueno. Ambos, un acento argentino, bonaerense incorruptible.

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Timo Berger. Foto de Arturo Valdez Castro

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Le propongo a mi amiga alemana ir al Latinale. Me pregunta de qué va este año. Le cuento lo que sé, le digo que estará el maestro Ricardo Castillo (Guadalajara, 1954), autor de un libro brutal: El pobrecito señor X. Ella googlea en su iPhone. Lee. Juzga. Expresa: “Me gustaría escuchar a las mexicanas”. Al final, no puede o no quiere lanzarse.

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En la galería de la embajada mexicana (tras la salida de Patricia Espinosa, en julio pasado, no tiene titular) hay una muestra de artesanía. Típico: arte de raíces indígenas, mientras los indígenas siguen siendo vejados, reprimidos, encarcelados. Asesinados. Pienso en lo que semanas atrás anunció el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN): una candidatura independiente de una mujer indígena para las presidenciales mexicanas del 2018.

Junto a la galería, enormes columnas dividen otro espacio con escalonadas jardineras de plantas descuidadas. Veo varias mesas, unos tablones con manteles blancos sobre los que hay botellas de vino, tequila, copas, vasos. No hay música. Solo voces. Murmullos. Pasos. Quizá sería mejor largarme a otro lugar. Buscar un espacio menos rígido para mis dudas. Olvidarme.

Íñiguez me presenta a Simone Reinhard: “Un amigo de México”, le dice. Simone ha traducido al alemán el libro Voluntad de la luz / Wille des Lichts (Mantis Editores, 2016), de Luis Armenta Malpica (Ciudad de México, 1961), creador y director de esa editorial. Alguien la llama; se va. Armenta anda por ahí; Gustavo nos presenta. Luis se toca la nariz, sonríe, me pregunta qué hago en Alemania. Respondo cualquier cosa. Entre ellos comentan algo de la noche anterior. Íñiguez me cuenta que leyeron poesía en un lugar llamado La Escalera, en el barrio de Prenzlauer Berg. De ahí se fueron de fiesta. “Llegué al hotel como a las seis de la mañana”, dice Gustavo. Su viaje ha sido intenso: Frankfurt, Colonia, Hamburgo, Berlín. Europa encandila. Seduce. Retuerce. Viniendo de México, Alemania provoca un “¡qué onda con esto!”: otro mundo aparece. Pero sólo parece.

El edificio imaginado por Teodoro González de León (fallecido en septiembre) y Francisco Serrano parece neotemplo mexica. Es majestuoso. Neotemplo o mausoleo, pienso, que deberían dedicar a las víctimas de la barbarie.

Tomamos nuestros asientos. Inicia el evento.

PRIbienvenida: habla un representante de la embajada. Presentan a presentadores: Rike Bolte, Gustavo Íñiguez, Luis Armenta y la moderadora Diana Grothues, integrante de alba, revista latinoamericana de literatura facturada en Berlín.

Se habla del Año dual México-Alemania, de los esfuerzos y compromisos del gobierno de Enrique Peña Nieto, de los intercambios culturales. Los invitados oyen. El público oye. Lucen atentos. Ropas oscuras entre coloridas artesanías. Aplauden palabras oficiales. Los presentadores del libro agradecen a la embajada, es decir, al gobierno de Peña Nieto y lo que representa. Nadie contextualiza la situación infernal de México, anoto en mi libreta. Veo muchas espaldas.

La avalancha demagógica nos pasa encima y nadie señala ni dice nada sobre lo que ocurre en México. Ninguna contradicción, sólo aplausos, algunas bromas, risas. Los protocolos oficialistas son infumables.

Solo Gustavo Íñiguez menciona algo. La violencia, dice, es “fuente” o “habita” de algún modo las poéticas mexicanas contemporáneas. Luego barajea metáforas: “México es una herida”. No hay más.

Dudo entre permanecer o largarme. Quizá me equivoco y no entiendo nada. Quizá es la sensación de pérdida, de ausencia, de lejanía. Pienso en otra ruta, una hacia otro bosque alemán; pero descubro que no es un bosque ni es alemán: es un basurero y es mexicano. Alguien me dijo una vez: “el sistema nos ha tragado”. No quiero pensar.

Foto: Fanpage de Latinale

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Este año, Latinale es poesía animal y sonora. No ha sido fácil mantenerlo, reconocen sus creadores. Han regresado poetas que participaron en ediciones anteriores, “digamos que de los mejorcitos”, dice Timo, para quien el festival está en un “punto de inflexión”:

“El festival siempre ha luchado contra la precariedad de recursos. Tuvimos años que ganamos presupuestos públicos; fueron los años con más estabilidad o poder para realmente armar el plato fuerte que nosotros pensábamos e invitar a poetas y pagar boletos de avión. Hubo otros años sin muchos recursos, y estábamos pendientes de embajadas, cancillerías, programas de universidades, de otros festivales. Por ejemplo, este año, el Festival de la Palabra de Puerto Rico, un festival bastante potente, nos ha mandado una poeta (Mara Pastor)”, expresa.

Latinale atraviesa por un “impasse”, señala Timo, “casi imposible de resolver si no se muda de Berlín”. La segunda ciudad más grande de Europa, después de Londres, parece saturada de festivales. Ya sea de cine armenio o de danza contemporánea checoslovaca, de cortos de Yugoslavia o de cine latinoamericano: Berlín es, con sus casi tres y medio millones de habitantes, ciudad festival.

“Vas hablando con la gente de la Secretaría de Cultura (alemana) y te dicen: ‘sí, conocemos Latinale, apreciamos el festival y podemos colaborar, ustedes pueden pedir, pero no les podemos prometer un apoyo regular’”. La única solución, insiste su fundador, es mudarse. Aunque recula: “igual es tan enriquecedor, digamos, por los encuentros que se generan, y justamente yo creo que es más esa parte simbólica la que vale, que el dinero que está involucrado”.

Durante una década ha sido plataforma de encuentro entre poetas latinoamericanos que antes no se habían cruzado en América Latina. Chance se habían leído, pero no se habían visto. De estos encuentros alemanes han surgido “otros encuentros” como publicaciones, viajes, invitaciones a otros festivales latinoamericanos.

Más allá de la experiencia que se adquiere como curadora y de desarrollar criterios, resume Rike, “la poesía latinoamericana no se agota”. Es decir, “se podría seguir haciendo el festival por muchas décadas más”. No solo eso: “en un año se podrían hacer varias latinales para cubrir un mínimo porcentaje de lo que se hace desde México hasta Argentina”.

Pero “ver y poder decir que en estos diez años la poesía latinoamericana o los poetas que vinieron como representantes evolucionaron de un punto hacia otro, y que se ven transformaciones de poéticas, en un sentido más estricto, no me arriesgo a decirlo ni a dar definiciones”, afirma la traductora de Alejandro Jodorowsky.

La edición de este año también es “especial” porque se han sumado a otro festival berlinés: StadtSprahce Festival (algo así como Festival de Lenguajes de la Ciudad).

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Otros autores participantes en este Latinale: Cristian Forte (Buenos Aires, 1977), Martín Gubbins (Santiago de Chile, 1971), Rafael Mantovani (São Paulo, 1980), Elsye Suquilanda (Quito, Ecuador, 1979), Elizabeth Torres (Bogotá, Colombia, 1987), Érica Zíngano (Fortaleza, Brasil, 1980), María Cecilia Barbetta (Buenos Aires, 1972), Dmitiri Dragilew (Riga, Letonia, 1971), Kenan Khadaj (Swaida, Siria, 1990). Leila Chammaa (Beirut, Líbano), Hendrik Jackson (Düsseldorf, 1971) y Christiane Quandt.

El programa ha incluido talleres gratuitos de traducción del alemán al español, portugués, ruso y árabe.

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Aunque los últimos reportes oficiales señalan que en México hay aproximadamente 27 mil personas desparecidas, en Berlín es difícil hasta que se pierda un guante. Pero no quiero llevar este relato al baldío de mis dudas y subjetividades. Mantente al margen, me digo. Concéntrate en contar un poco lo que es este festival, donde los poetas latinoamericanos difunden su trabajo, celebran la poesía, sus mutaciones, sus alteraciones y, de paso, intercambian, rumbean, se expanden en tierra europea. ¿Quién es, al final, realmente responsable de la barbarie?

Amaranta Caballero ya ha estado en Berlín y destaca eso de la tranquilidad con la que una mujer puede andar por aquí. Aunque de pronto parece sorprenderse al ver prostitución en las calles, remarca eso de la sensación de seguridad. No es la única: esta impresión la comparte quien llega de México o de cualquier país latinoamericano. De cualquier país en guerra. “Aquí no tengo miedo, puedo tener una vida”, me dijo mi amigo sirio.

Uno puede caminar tranquilo, las mujeres pueden andar sin miedo, los padres y las madres no viven con la angustia de que les secuestren a sus hijos. No se vive con el miedo de que te toque una balacera. Puedes decir lo que te dé la gana sin temor a ser desaparecido o asesinado. Etcétera.

“Puedes andar por ahí bebiendo en la calle, hasta borracho, a la hora que quieras, te puedes quedar ahí tirado y no te pasa nada. No tienes problemas. Mientras estés tranquilo, no tienes problemas”, dice Amaranta, aunque también comenta que, a diferencia de su primera visita, ahora ha escuchado más sirenas.

Foto: Fanpage de Latinale

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Jueves, 27 de octubre: Inauguración de Latinale en el IAI. Participan los poetas mexicanos Ricardo Castillo, Maricela Guerrero (Ciudad de México, 1977), Amaranta Caballero y la alemana Monika Rinck (Zweibrücken, 1969). Los performances y lecturas son intensos, divertidos, potentes. Pájaros. Canto de pájaros. Niñas-niños pájaro. Locura y erosión. Ruidos paleolíticos. Los rebosamientos líricos se vierten en el escenario. El público se entrega. Amaranta interpela a esa abstracción mexicana. Monika trina, gorjea. Maricela habla. Ricardo deconstruye palabras. Es una velada entusiasta, fraternal. Sin protocolos. Con mucha luz y suficiente oscuridad. Crispación. Ritmos volcánicos. Otra poesía.

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Sentados en unas escaleras, entrevisto a Timo. Lleva una cámara al hombro y parece relajado, aunque ya me ha advertido argentinamente: “Estamos hasta las manos”. Me da unos minutos, antes de que arranque la inauguración, para contestar mis preguntas.

Hay una cuestión que me parece inevitable. Ustedes como festival igual dependen de recursos públicos o apoyos, como los de la embajada de México u otras instancias. Pero, en el caso específico de México, con un estado señalado de corrupto, represor; un país donde se vive una situación de barbarie, algo que, como se ha dicho, supera la ficción, ¿cómo asumir o tomar una postura frente a esto?, sobre todo por el hecho de que los apoyos recibidos provienen, finalmente, de las contribuciones de esta sociedad violentada. ¿Por qué no desde su festival, aunque aparentemente no venga al caso, hacer un señalamiento, asumir una postura? o ¿no es el caso y mejor, pues, mantenerse al margen de aquella realidad, ajenos a lo que ocurre?

-No somos ajenos a esas realidades. Leemos los diarios y tenemos amigos que las padecen. Una poeta conocida, amiga nuestra, de Honduras, hace unos días fue secuestrada: no fue el Estado, pero sí la inseguridad. La dejaron en el descampado, golpeada.

”El festival no toma una pose política porque sería medio colonialista de parte nuestra decir: ‘bueno, si son poetas de México, ¿por qué no hablas de los 43 y tienes un poema medio barroco con palabras que ni sabes qué significan?

”Pero sí, muchas veces los poetas mismos han sido críticos. Hay poetas que utilizan cierto cuestionamiento hacia el discurso político. Hemos tenido performances como el de un poeta uruguayo que se desnudó porque estaba en contra de la ley del Olvido de la dictadura militar, y justo cuando estuvo, en esos días, había una votación al respecto en Uruguay. Siempre hemos sido atentos y abiertos para esas propuestas más críticas. Pero tampoco creo que el lugar de la poesía estaría en el panfleto. En la discusión siempre había cuestionamientos, en los paneles, en los pasillos. También habíamos presentado poesía muy politizada, como la de Sergio Raimondi (Bahía Blanda, 1968), un poeta argentino que indaga justamente en la ruptura del neoliberalismo, pero no de una forma panfletaria, sino describiendo los efectos y las razones, porque siempre pensamos que todo esto tiene que ser así. Pero no es una ley natural, sino que, en algún momento, alguna gente puede hacer uso de eso. Y en el caso de México también, tenemos a Luis Felipe Fabre (Ciudad de México, 1974), que de una manera muy sarcástica habla del país de los zombis. Siempre hay que encontrar una manera interesante y llamativa e innovadora para hablar de eso, porque para lo otro está el periodismo, y también los juzgados, la policía y la posición política”.

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Termina la presentación de la antología bilingüe, cuyo subtítulo es –por cierto– Muestra de poesía mexicana reciente, aunque al alemán lo tradujeron como Nueva poesía de México (Neue Lyryk aus Mexiko). Los poetas publicados son Julián Herbert, María Rivera, Alejandro Tarrab, Jorge Ortega, Sara Uribe, Paula Abramo y Gustavo Íñiguez.

Invitan al brindis-aperitivo. La embajada picha cerveza, tequila, vino. Bocadillos: tamalitos, tostaditas, sopecitos. Esto también es México. No sólo las malas noticias, los estudiantes asesinados, los luchadores sociales o civiles desaparecidos de forma cotidiana. Los gorrones no escatimamos y le entramos. Al Don Julio, sobre todo. ¿Debo rechazarlo? Hay que colocarse en la contradicción, plantea un amigo de Tijuana.

“La embajada mexicana siempre se luce con sus eventos”, dice un artista plástico mexicano, acento defeño, radicado en la capital alemana desde hace un lustro y cuya carrera, confesará después, se ha ido a pique. “Pero Berlín es la onda”, asegura: “está cabrón, pura fiesta”. Este pintor, rastas y barba guerrillera cubana, conoció a Gustavo Íñiguez la noche anterior. Termina su bocadillo y le enfatiza: “Me cae que sí, mano, eres un poeta enorme… un poetota”. Gustavo no da pie a seguir tal ruta; el otro insiste, propone: “Quiero hacerte un retrato”. Acuerdan encontrarse al día siguiente; el artista plástico mexicano no llegará.

Los meseros pasan con las charolas. La gente bebe. Bebemos. Escucho. Miro el espacio desde mi incertidumbre. Desde mis dudas ridículas, beligerantes. Debo atenerme al guion pensado. Narrar el evento, la fiesta, los hallazgos. Quizá debería probar el camino de Hunter S. Thompson. Conseguir unos ácidos y unos éxtasis que, según un chileno-alemán me dirá más tarde, es la mejor droga que se puede conseguir en Berlín. Ponerme a eso y dejarme llevar por la elegante anarquía de la postmodernidad berlinesa.

Al otro lado del vestíbulo veo a Amaranta. Está con Rike, Diana y dos personas más. Es la segunda vez que la invitan al festival. Se acerca a pedir algo a la barra improvisada con mesas y manteles blancos, atendida por una española. Me acerco y le pregunto si me da una entrevista. Acepta. Ésta ocurrirá dos días después, mientras caminamos a media noche por la avenida Potsdamer, luego de su presentación en el IAI, y se prolongará mientras viajamos en el bus hacia Alexander Platz.

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Estar en este festival, puntualiza Amaranta, “implica un alto grado de reflexión de Europa frente a América, de esta sociedad occidental, la cual también, en mucho, se debe a la colonización, y lo que ha sucedido en nuestro continente; lo que hoy uno puede gozar aquí y nos hace falta allá. Son muchos embates, muchas reflexiones”.

Estar en Berlín, prosigue, “ver y participar de una sociedad tan compleja y a la vez tan agradable y gentil”, le sugiere un estado anímico “muy especial, muy feliz y muy particular que se contrapone a mis reflexiones, en cuanto a nuestros fallos y nuestras faltas en muchos de los aspectos sociales que tenemos allá”.

¿Qué piensas de lo que ocurre en México y cómo lo ves desde tú participación en Latinale?

-No solamente en México, sino en América Latina tenemos una situación grave de violencia, una situación terrible de la guerra del narco, tenemos una situación ya de cientos de años de haber sido colonizados y de haber sido derruidos en cuanto a las cosmogonías y las formas de ver el mundo de los grupos indígenas. Habrá países donde todavía estos grupos se defienden y tratan de sobrevivir, tratan de contrarrestar toda la circunstancia que ha traído esa situación. Yo sé que hoy en día, pues es muy complejo poder definir qué pasa después de 500 años de una situación así. Sin embargo, seguimos viviendo las consecuencias, porque vivimos en sociedades pobres que les hace falta cultura, en el sentido amplio de la educación, y porque hace falta tener una mejor economía, una mejor participación en cuanto a pensarnos como sociedades y como sociedad. Eso es terrible.

”Entonces, venirme a Berlín, no solamente me sitúa en una situación de privilegio, por el hecho de poder estar aquí y disfrutar, sino también es ponerme a pensar, pues, cómo podemos seguir trabajando y ayudando para que, a través de lo que uno hace, nuestras sociedades y grupos sociales en México y en países latinoamericanos puedan tener una mejor calidad de vida, y eso también se puede, obviamente, desde el medio en el que yo estoy, que son las humanidades, las artes. Entonces, ¿cuál es mi responsabilidad como artista, al poder confrontar este tipo de vida con la que tenemos allá, que podemos ver en otros países, como los europeos?

¿No podrían o deberían usarse también estos foros para lanzar una crítica o señalar lo que ocurre en México?

-De alguna manera, el exponerlo y decirlo en foros como este… sí, podría ser importante, en el sentido de que uno está yendo a otro lugar y expone. Pero más allá de ese acto de manifestación, me parece más contundente el hecho de manifestarse cada día en el trabajo que uno hace, en las conversaciones que uno tiene, en las relaciones inmediatas de familia, amigos y subsecuentes; en lo que uno puede incidir, aunque sea de manera muy pequeña, pero se puede incidir para tratar de hacer un cambio. Porque si yo vengo y digo aquí, “ah, el gobierno esto y aquello”, pues, eso qué. Podrá ser un minuto de estridencia que, pues, está bien, pero mis minutos de estridencia los quiero hacer de otra manera, quiero llevarlos a cabo a través del trabajo que estoy haciendo, que es cotidiano, que me lleva también a otra consecuencia, que es mi reflexión.

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“Me cae, mano, para los artistas aquí en Alemania, las cosas funcionan igual que en México, o sea, tienes que estar adentro del canon o tener amigos, conectes, pertenecer a grupos; si no, ya te la pelaste con cualquier cosa o apoyo que solicites. Veme a mí”. Las palabras del artista plástico mexicano bombardean a Gustavo Íñiguez. Él solo asiente o susurra un “ya, claro, entiendo”.

La noche, las charolas con comida, las bebidas pasan. La vida. Gustavo me obsequia un ejemplar de la antología y uno de Voluntad de la luz. “Éste te lo da Armenta”, precisa. Me pregunta si quiero entrevistarlo ahora, a Armenta.

Luis Armenta Malpica habla rápido. Estamos junto al foro donde momentos antes hablaron de los cómos, porqués y etc. de la antología. Del otro lado se oyen voces que planean el siguiente sitio para seguir la celebración del aperitivo. Mantis cumple 20 años y Luis habla de lo que esto ha sido, de estar en Berlín, de lo que fue participar en la Feria de Libro de Frankfurt, de nuevos proyectos. Mantis parece una editorial consolidada. Ha sabido cómo. Hay una pregunta que me interesa hacerle, pero no se la podré formular sino hasta el día siguiente, cuando nos volvemos a encontrar.

Foto: Fanpage de Latinale

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Para Rike es difícil hablar de diferencias entre poesía latinoamericana y alemana. Va al punto, domina el terreno del entrevistado: “siempre nos hacen esa pregunta”. La cuestión, corrige, debería ser esta: “¿qué es en este momento la poesía globalizada?”. No se refiere a la poesía universal, sino a esa poesía que, frente a otras, tiene ventajas: “La poesía que proviene de los centros, de las capitales siempre será otra que la poesía que viene de tonos más periféricos, la cual no tiene tanta posibilidad”.

Además, “la historia de la literatura contiene muchos vacíos porque sabemos que hay una tradición falogocéntrica y patriarcal y etc., pero eso sería irse por las ramas; también hay posturas masculinas que son apartadas”.

Remarca: “En Latinale siempre pusimos en enfoque el equilibrio, en el sentido de género. Pero el género no es exclusivo de la escritura de mujeres. Hay muchas más identidades de género o identidades u orientaciones sexuales que forman parte de eso y no tienen que ser parte de las masculinas o femeninas, sino otra cosa más allá o que está en los subrepticios y etc.”.

Toda selección, un festival, es una institución, reconoce Rike, “pues toma decisiones y selecciones, no en el sentido biológico, sino que tiene que dejar algo afuera, porque si no, explota. Un festival siempre establece un canon, y sabemos que el canon es algo autoritario, y el canon tiene que ver con que hay políticas de financiación de lo que es el arte en términos globales.

”Todo eso entra en el momento de decir ‘bueno, hacemos un festival, y ¿a quién invitamos?’. También hay muchos más países en Latinoamérica y no podemos invitar a tantos porque no tenemos tantos recursos financieros. No podemos invitar a poetas desde México, pasando por Paraguay y Puerto Rico, hasta Argentina, porque no nos cabe. Y ahí, en el momento de pedir financiación, se establece si una embajada puede apoyar o no. A partir de ahí, se toman decisiones. Por eso de Bolivia, Paraguay, tuvimos muy pocos poetas, pero eso no significa… no tiene que ver con nosotros, en el sentido de que estamos haciendo violencia o algo con eso”.

El modelo de Latinale podría replantearse para usar herramientas virtuales: “Ya pensamos en otro formato como no invitar a la persona físicamente, a los autores, autoras, y entonces hacer algo virtual. Así se ahorra todo en términos ecológicos y…

¿Políticos?

-También, sí, claro. En general, todo el dinero se va en boletos de avión. Y hablando de poesía, de repente no se necesita el traslado físico. Pero Latinale es linda justo porque es un foro: la gente llega y surgen proyectos, es una plataforma, y eso no sucede vía Skype. De pronto la lectura y después ir a tomar una cerveza, ahí nacen otras cosas que no se dan virtualmente.

Timo coincide con ella en eso de comprar la poesía latinoamericana y la alemana. Incluso, añade, los “parámetros sobre lo que es buena poesía” no son iguales entre México y Chile o Argentina. Pero, reconoce, “se está publicando mucho, moviendo mucho la poesía latinoamericana. Hay muchos festivales jóvenes, mucha gente que realmente está interesada en empujar, en editar poesía, en leer, recitar, en subir a internet. Así que la veo muy bien. Hay mucha producción”.

¿Y qué opinión tienes particularmente de la poesía mexicana?

-La percibo como una de las más interesantes. Hablé de (Luis Felipe) Fabre, (Julián) Herbert, Maricela Guerrero. Hay muchas apuestas poéticas que me interesan.

¿Vanguardias estéticas, grupos, temáticas; cuáles apuestas te interesan?

-Son poemas. No hablaría de estéticas porque hoy en día ya todo está tan cruzado. No podemos hablar de surrealismo, barroco. Son los poetas los que me apelan, como Maricela (Guerreo) que tiene una forma de llegar al lector. Fabre con su metáfora de los zombis, Herbert con la indagación de una zona del país, el norte, como muy golpeado por la violencia, y en sus poemas habla de todas las cosas que se silenciaron, el maltrato de los indígenas en esas zonas no conocidas, pero de una forma muy original, como dije, no panfletaria, sino indagando también en las palabras de uso diario, en los topónimos que remiten a otra historia encerrada. Eso me interesa. Ya no se puede hablar de escuelas. Sí, hay talleres, pero producen escritores que escriben como el maestro.

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Miércoles, 26 de octubre. Luis Armenta y Gustavo Íñiguez regresan mañana temprano a México. Las paredes de uno de los salones del Alt Berliner Weißbierstube, el restaurante donde hemos comido, están cubiertas de viejas fotografías, en blanco y negro, de mujeres desnudas. Gustavo parece resfriado. Nos encontramos un par de horas antes y recorrimos un poco la ciudad. Luis quería visitar algún sitio donde pudiera ver partes de lo que fue el Muro que dividió a Alemania, al mundo por 28 años. “Me interesa eso por la historia, lo que representa y porque también soy un fan de Pink Floyd”, dijo.

La noche anterior, tras la presentación de su antología, terminamos en un bar kitsch llamado Kumpelnest. Un sitio ubicado en zona de prostitutas, en el cual, dijo Diana Grothues, recalan personajes berlineses de cualquier tipo. Ahora compartimos sobremesa en este lugar aburguesado, ubicado junto al ayuntamiento (Rotes Rathaus). Luis acepta contestar otras preguntas.

Esta me parece una cuestión inevitable, Luis, debido a la situación que se vive en México: ¿Por qué no aprovechar los foros internacionales, como el de este festival, para hacer alguna crítica o señalamiento directo contra el sistema y el gobierno? Finalmente, éste parece promocionarse a través de eventos, como en la presentación de ayer en la embajada, parece que busca legitimarse, y quizá la poesía o los autores podrían desmarcarse y devolver un poco de claridad o equilibrio, arrancar máscaras frente a otros públicos. ¿Qué opinas?

-No habría que confundir. Tú no llegas a la casa de tu anfitrión y le das una bofetada sin tener un motivo. La embajada es una institución, una representación de México en el extranjero, y tiene que cuidar esa imagen. Digamos, en el aspecto oficial, eso es. Nosotros vamos a un evento literario y lo que importa es sacar un buen evento literario. No habría que confundirlo. Si un autor tiene una postura social o política, el autor la va a aprovechar. Se leyeron algunos textos que tienen esta corriente política o social, no de una manera tan directa, porque no los había en la muestra, pero si los hubiera se leen como está escrito y ahí estaría la crítica. Ahí estaría una toma de postura, una ideología desde la literatura, que es lo que venimos a hacer. Confundir o aprovechar un foro para hacer una arenga o para hacer una protesta, me parece que no es el momento. No es el motivo de este viaje, por lo menos no de nosotros. Hay otros autores que pueden ser más contestatarios y aprovecharlo, pero yo como poeta y editor voy a hablar de la edición que se hizo en México y de los autores que están escribiendo ahí.

Pero, ¿no consideras que, ante la barbarie que se vive en México, y al estar de pronto en un sitio como Berlín, en la embajada mexicana, sería oportuno y quizá necesario que el escritor o creador se pronunciara en algún sentido, sobre todo si hay, incluso, recursos públicos de por medio? Es decir, ¿no tendría el escritor o creador que asumir de pronto, ante ciertas circunstancias, una crítica frontal, señalar lo que ocurre, no ignorar ni evadir la situación de la que, por lo demás, también es presa?

-Yo creo que son posturas personales. Admiro profundamente a Fernando del Paso (Ciudad de México, 1935) que aprovechó el foro del Cervantes para criticar el gobierno mexicano, porque su postura era personal. Pero que lo tengan que hacer todos los creadores me parece que no es una obligatoriedad. La libertad de expresión, la libertad de decir lo que uno quiera también existe en el poema. A veces confundimos que tenga que haber un ‘grito’ para que las cosas sean efectivas. Hay otras maneras de hacer las cosas. Creo que incluso con elementos sutiles, con elementos elegantes se puede hacer una crítica más efectiva o más rigurosa que nomás estar arengando de lo mismo todo el tiempo. Ahí tenemos marchas y manifestaciones, muchísimos libros que hablan de Ayotzinapa, que hablan de Chiapas, o en su momento del EZLN, y que no pasó nada con ellos como literatura, porque no eran literatura; pero tampoco pasó nada con ellos como un manifiesto, porque no eran un manifiesto. A veces eso es muy oportunista, me parece a mí. Tuvimos un encuentro en Chiapas donde había más de cinco personas que estaban diciendo arengas contra los desaparecidos, por las mujeres, pero desde una estética bastante pobre. Creo que ahí lo que faltó fue arte y lo que sobró fueron buenas intenciones. Y la poesía, la literatura, el arte no se hace con buenas intenciones, se hace con eventos importantes, con manifestaciones que van a trascender el propio presente, el propio momento de lo inmediato, y que va a perdurar justamente porque se trata de un elemento mayor que el presente.

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Gustavo nos escucha. Pese a sentirse mal, acepta dar su punto de vista sobre esto. Él se autodefine como una persona “desencantada de muchas cosas”.

“No sé si hacer eso sea útil o sólo se confronten cosas de una manera innecesaria. El hecho de que en la embajada se cuestione el gobierno de Enrique Peña Nieto… no sé, yo no tengo ese temperamento. No podría. Con trabajos pude hablar sobre una cosa. Entonces, difícilmente podría hacer una crítica. No tengo ese carácter, ¿no? Y claro, me parece bien si alguien lo hace de una manera congruente. Pero hacerlo sólo por hacerlo, no me parece ni bueno ni malo, sino solo incordiar, porque, no sé… No tengo tan claro eso”, indica Gustavo.

Aun así, remarca que “ya sea en situaciones favorables o adversas, todo el tiempo tiene sentido escribir poesía”.

“Veo a México como una herida abierta que además todavía se expande, una herida que parece que no tenemos intención, ni la sociedad ni el gobierno, de sanar. Lo que me parece más preocupante es que nadie nombremos las cosas con esa franqueza. Hay una parte oficial que matiza lo que ocurre y nosotros creemos en ese matiz, y por lo tanto lo multiplicamos y repetimos. Así que la herida queda como una cosa abstracta, de la que todos saben que está, pero nadie tiene como claridad bien de qué es. Podemos pensar que el crimen organizado es, digamos, el enemigo, o no. Pero ¿quiénes son las personas, el enemigo?, es una cosa muy abstracta y me parece que eso complica las cosas”, dice.

La violencia es, a decir del poeta vallelupense, la “fuente primordial de la escritura en México; de la escritura de poesía, principalmente”. Sin embargo, “no siempre tiene que tocarse el tema de manera directa”:

“La poesía que se escribe en México tiene repercusiones de lo que ocurre y hay una manera de hacer resistencia, aunque no se diga que se está haciendo resistencia. Por ejemplo, pienso en los tiempos de la Revolución, cuando (Ramón) López Velarde (Zacatecas, 1888 – ciudad de México, 1921) escribió los poemas a Fuensanta: está la atmósfera de la Revolución, pero no está hablando de la Revolución; quizá era como poner un lirio blanco encima de un río de sangre. No sé si tenga utilidad, pero el trabajo permanece quizá como un testimonio de lo que ocurría, desde una perspectiva distinta, porque está permeado de esa atmósfera. Tal vez lo que ocurre ahora es que se da un testimonio de la época, aunque no se nombren las cosas de manera frontal o directa”.

La vida de Gustavo en Guadalajara está insuflada por el miedo. No duda en decirlo: “Vivo aterrado, como todos ahí, que vivimos con una dosis alta de miedo. Todos los días sales a la calle pensando lo peor, pero esperando que no vaya a ocurrir nada”. Quizá ese miedo reconocido inyecta la poesía de una rabia particular.

Con todo, en tiempos de barbarie, Íñiguez cree y reflexiona sobre Dios. “Cuando más pensamos en Dios, más nos confrontamos con la muerte; y confrontarnos con la muerte todos los días, a mí me hace pensar en dios”, enfatiza, y agrega: “Me permite reflexionar, me preocupa, me ocupa, no sé hasta qué punto. No hago un discurso, digamos, alrededor de lo que ocurre. Cuando escribo, tampoco digo que soy ajeno a lo que ocurre. Cuando hay un discurso sangriento en un texto escrito, tal vez hay esa resonancia de lo que pasa. Si todo el día están hablando de muertos y escribo algo, por supuesto que mi visión estética estará permeada de sangre”.

A él le gustaría que en Guadalajara se cambiara “esa manera de tematizar las cosas”. En suma, el cambio en México, para bien o para mal, advierte, ocurrirá a partir del lenguaje.

“Si reconocemos que hay una guerra, si identificamos al enemigo y lo nombramos; si decimos que uno, cuando sale a la calle, sale a la de un país en guerra, entonces todo puede ser distinto. Pero la toma de conciencia, creo, me gustaría que viniera del lenguaje, para que todo cambiara”, concluye.

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La poesía es una opción de mirar el mundo: creación y recepción, opina Rike: “Yo creo que no hay que ser poeta escritural para decirlo, es decir, alguien que deje las palabras escritas en papel. La poesía es una forma de mirar el mundo, y se puede ejercer de distintas formas. Está la otra posibilidad, la variante de dejar palabras, sea cual fuere el medio; luego, la poesía es muchas poesías. Hay poéticas distintas, hay metapoéticas; hay poéticas, poesías que se reflexionan a sí mismas y a otras, y todo eso abre un universo muy grande que no termina nunca”.

La poesía, según Timo, es “un modo de estar en comunicación con el público, con uno mismo, con los lectores, que te permite ver otras cosas que no ves en la plática diaria, que no ves en la televisión, que no ves surfeando en internet. La poesía te descoloca, la buena poesía. Hay mucha mala poesía también, ¿no?, esa que repite los clichés de hace siglos”.

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Sentado en una barra Wedding, con una amiga colombiana abstraída por la obra del escritor cubano Severo Sarduy. Esperamos al compa chilango radicado en Berlín desde hace unos años que conocí en Friedrichshain. Por fin, no debo intentar seguir ninguna secuencia. Me dejo ir. Suenan canciones de Cohen. Hay poca gente. La bartender parece modelo del renacimiento. Mi amiga me pregunta por el festival. Le cuento. Me replica que es un festival oficialista. Latinale pasa por Bremen y tiene un Latinale-colofón el 12 de diciembre, día de la santa patrona de México, agrego. “¿La Santa Muerte?”, dice. Reímos. Hablamos cualquier cosa. No tengo nada claro. Hay algo que no me deja tranquilo, quizá es la ausencia, la lejanía. Un hueco jodido. Mi amiga vuelve sobre Sarduy y habla de lo inconmensurable, de que los negros no tienen historia. En seguida me revela que ella sabe que se va a suicidar. ¿Qué será de mi amigo sirio? Zopilote: ¿qué quiere decir México? Ella prende un cigarro, anota algo en su libreta. No muy lejos se oye una sirena.

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