La equiparon, hace más de una década, con butacas rotas del Teatro Ocampo; nunca tuvo salida de emergencia, tampoco baños en óptimas condiciones, la calle por la que se ingresaba era una vía con mucho tráfico y era tanta la humedad que algunas cosas se echaban a perder… y también había goteras.
Contra todo, el foro escénico La Bodega se constituyó como un lugar emblemático en Morelia para presentar obras de teatro, funciones de títeres, espectáculos de danza, monólogos, festivales y muchas otras propuestas locales, nacionales e internacionales. Con el anuncio de su cierre definitivo, entre algunos creadores pesa la añoranza de un espacio verdaderamente alternativo, pero también aceptan que no podía operar bajo condiciones tan adversas y sobre todo cuando era un lugar rentado por la Secretaría de Cultura a un particular, a quien adeudan varios meses y por lo cual habría iniciado un proceso legal.
Auténtica bodega
El artista escénico José Luis Pineda rememora cómo se concibió este foro, que tomó su nombre tal cual, pues era una bodega para guardar libros y un montón de cachivaches. “Recuerdo que tenían unas maquinarias del Teatro Ocampo, motores de aire acondicionado, todo amontonado y polvoso. Pero en algún momento creo que Fernando Ortiz o José Ramón Segurajáuregui sugirieron que el espacio podría acoplarse para ser un foro teatral”. Así, Pineda se unió a la iniciativa, apoyó con una propuesta de iluminación y luego de varios meses de espera burocrática por fin inauguraron el recinto, pero con carencias que suponían iban a cubrirse en el corto plazo. “Llevamos las butacas del teatro Ocampo, estaban rotas, viejas, reciclamos más material y así armamos La Bodega, con lo que ya no servía de otras partes”.
La bodega siempre fue eso, pues incluso ya como un foro importante para la escena de la ciudad, seguía siendo una cava para materiales que necesitaban resguardo, tales como producción del Tenorio, tarimas que se usaron para el estreno de la película Eréndira y hasta unas torres de iluminación.
Pineda Servín acepta que tal como operaba, el foro ya no era útil ni seguro: “Siempre pensé que el lugar era peligroso; se metía el agua, se echaban a perder cosas, había humedad y se electrificaba… Tampoco había estacionamiento ni forma de ubicarla fácilmente. Las funciones infantiles también eran peligrosas por el tráfico vehicular, se ponía en riesgo al público. Llegué a ver que gente se caía de las butacas, literal, y nadie, ni los artistas, técnicos o público, tenía un seguro por cualquier accidente”.
Lamenta que las autoridades en distintas administraciones no hayan cuidado a tan importante espacio: “Yo doné un escenario circular con poleas, y lo dejaron perder. Varios donaron cosas, y no siempre se aprovechaban. Pero en general nadie se preocupó por mejorarla, ni de parte del gobierno ni de parte de los creadores”. Finalmente, dice que aunque el cierre es lamentable, los artistas no deben depender de un espacio oficial para exponer sus obras, ya que al menos en su experiencia, le ha resultado mejor buscar lugares alternativos, con lo que genera nuevos públicos e incluso mejores ingresos.
La costumbre de no pagar
De acuerdo a una nota publicada en Cambio de Michoacán, la directora escénica Gunnary Prado afirma que la Secretaría de Cultura adeuda dos años de renta al dueño del inmueble, sin embargo, la jefa del Departamento de Teatro de dicha instancia, Selma Sánchez, calcula que es un año. “El adeudo es grande, significativo, se había tratado de mantener el espacio por la importancia que tiene para la comunidad, pero administrativamente ya no era posible”. Adeudos como éste fueron la constante en administraciones pasadas de la Secum, afectando no solo a proveedores y prestadores de servicios, sino sobre todo a la comunidad artística, que incluso tuvo que recurrir a tomas de edificios para exigir pagos atrasados.
Sánchez también acepta que La Bodega no cumplía con buenas condiciones para su operación, y añade que la institución como tal no le podía invertir muchos recursos de infraestructura al tratarse de un espacio rentado. Niega que se hayan cancelado funciones programadas, pues en el corto plazo solo se tenía contemplado para ser sede de la Muestra Estatal de Teatro, la cual aún no tiene una cartelera confirmada. Ante la pregunta de cómo van a suplir la ausencia del foro, la jefa del departamento repite lo que ya había declarado ante varios medios; que buscarán espacios como la Casa Natal de Morelos, el Teatro Stella Inda, la Casa de la Cultura e incluso el Centro de Cultura Física y Deporte (Cecufid). A mediano plazo se tiene la intención de echar a andar una nueva caja negra, pero no hay nada concreto: ni fechas definidas ni presupuestos asignados.
Recuerdos, tristeza y culpas…
Consultados para saber su opinión sobre el cierre de La Bodega, diversos actores de la comunidad escénica se mostraron con sentimientos encontrados: por una parte tristes por ver el estrepitoso final de un espacio ciudadano, por otro, aceptando que ya no era posible ofrecer un buen trabajo en un lugar con las características descritas. El actor y profesor universitario Said Soberanes se dice triste porque representaba el lugar donde creció como público y artista, pero tiene claro que no había ningún futuro para manetenerla viva: “El programa no tenía posibilidades de optimizarse, toda opción resultaba en pérdidas y ni siquiera había becas, porque el espacio era rentado, podía aplicar a pocos apoyos y se iba a petrificar ahí. La Bodega estaba insalvable desde hace tiempo…” Añade lo que ya señalaba Pineda Servín: “Era inseguro, no había salidas de emergencia, se electrificaba facilmente, las butacas eran un peligro. E insisto, no había forma de optimizarla. Para mí el proyecto ya no daba para más”.
La actriz Abril Cira lamenta por su parte que pase una y otra administración en Cultura y siempre haya el mismo problema: la falta de pagos a prestadores de servicios, en este caso, al dueño del inmueble, quien está en todo el derecho de ya no perder su dinero. Recuerda a quienes verdaderamente mantuvieron en pie al foro; durante sus 13 años de existencia, dice, La Bodega fue un espacio sostenido por sus trabajadores (técnicos, personal de intendencia, seguridad y artistas escénicos) “a quienes tampoco nos pagan la renta a tiempo, porque nunca hay dinero, porque siempre la culpa la tiene alguien más. Ahora es ridículo que traten de dar consuelos como si uno se los estuviera pidiendo, no se trata de te quito uno pero te doy dos, sin tomar en cuenta todo lo que necesita un espacio”. No hay sensibilidad en la parte gubernamental, subraya, pero acepta que los artistas tampoco hacen todo lo que les corresponde: “Estamos muy informados pero también inertes y aún no hemos encontrado el adhesivo adecuado para intentar hacer algo con lo fragmentados que estamos”.
Iván Martínez, bailarín y director, comparte la tristeza “porque el lugar como black box o foro alternativo funcionaba muy bien con todo y las carencias que tenía, con todo y el equipo improvisado, pero con el gran interés de la gente que trabajaba se sacaban adelante muchas puestas en escena. Mucha gente quería bailar ahí, a muchos que estamos en la danza nos gustaba ese foro; bailé varias veces y estrené dos piezas de danza”.
Es lamentable, afirma, que haya tan poca transparencia en el uso de los recursos públicos, y ve como una gran incongruencia que se destinen 11 millones de pesos para el Festival Internacional de Cine de Morelia y no se pueda mantener un pequeño espacio como éste. “La Bodega servía porque era un escaparate para la gente que está creando aquí; que ese espacio que era para el artista local haya desaparecido, es un reflejo de que ni al municipio ni al estado les interesa que haya lugares en forma para que el trabajo de los creativos de aquí tenga presencia”, concluye.
El director de teatro penitenciario y actor Ulises Ochoa lamenta la pérdida del espacio “porque acogía para dar funciones y facilitaba el entrenamiento previo y el equipo de trabajo responsable era muy amable. Además, estaba bien equipado para iluminar”. Con todo y sus carencias, añade, se trataba de un espacio que permitía puestas en escena de manera muy creativa por la movilidad y uso de butacas y demás equipo técnico”.
Titiritera desde hace varios años y con puestas en escena en La Bodega, Andrea Fink no niega las pobres condiciones en que operaba el recinto, pero al igual que Ochoa celebraba la buena iluminación y movilidad que permitía a los artistas. Responsabiliza del descuido a la anterior administración de la Secum, encabezada por Marco Antonio Aguilar Cortés; “invirtieron en poner un súper penthouse para que el súper secretario estuviera cómodo, pero olvidó que tenía que pagar la renta”.
Abdiel Villaseñor y Laura Martínez, integrantes de la compañía de danza contemporánea La Serpiente, se suman a quienes reprueban no solo el cierre de La Bodega, sino tantos años de poca atención hacia el lugar. Villaseñor lamenta que nunca se pueda crear una sinergia entre creadores e instituciones, pues de lo contrario juntos podrían encontrar soluciones más concretas para casos como éste. “La problemática es de todos, entiendo que se parte de una crisis financiera, pero lo que es inaceptable es que no se generen alternativas. Muchas veces la visión del estado no es amplia, es muy acotada, y ahí es donde la comunidad artística tendríamos que aportar, partiendo de nuestra experiencia y nuestras necesidades”. Por su parte, Martínez añade que “el gobierno no ha entendido que el arte es el eje para el bienestar de la sociedad, y un acto como el cierre de La Bodega refleja la ignorancia de la clase política del estado”.
Y es que el tema no se reduce al cierre de un lugar en específico, sino a la poca disponibilidad de espacios que parecen secuestrados o prohibidos, tal es el caso del Teatro Ocampo, el cual opera bajo restricciones que lo ponen lejano de los creadores. En la experiencia de La Serpiente, cuando se solicitó para celebrar sus 15 años de trayectoria, encontraron una respuesta negativa de la Secum, ya que no se cuentan con los recursos para solventar con los gastos derivados de una solicitud como esa. Y más lamentable: en el caso de que Serpiente tuviera los recursos para rentar el Ocampo, éste solo se facilitaría por cuatro horas, tiempo insuficiente para montar un espectáculo escénico de calidad.
Así, con el cierre definitivo de La Bodega y sin metas claras para futuros recintos, los creadores escénicos tendrán que sopesar si se adaptan a nuevos espacios, o bien, si generan lugares propios para sus montajes artísticos.