Por Luis Manuel Paz
No sabe qué hacer. Aunque Guillermo sabía que era de lo más normal (y también común) que después de haberse bebido cuatro botellas de una charanda de dudosa procedencia con Juan y Pedro (que por cierto son compadres), estos terminarían golpeándose. Incluso era de esperarse que después de que Pedro le dijo a Juan que su esposa (de Juan) lo engañaba con Gimena (esposa de Guillermo) desde hacía más de un año, Juan terminara matando al pobre de Pedro que había mantenido el secreto debido a “un pacto de sangre”. Además era de lo más obvio que cuando Gimena y Patricia (esposa de Juan) salieran del cuarto donde supuestamente llevaban toda la noche “platicando” (¿con gemidos?) y vieran que Guillermo estaba sentado (sin inmutarse) en un sillón individual y que Juan le había metido veintitrés puñaladas a Pedro, Juan se abalanzara sobre Patricia y le obsequiara la misma cantidad de cuchilladas que su fiel confidente recibió. Y más aún, mientras esto sucedía era de esperarse que Gimena, atormentada por ver la muerte de su amada, regresara al cuarto del que había salido, cogiera un revólver y le disparara cinco balazos a Juan, que había sido víctima de la infidelidad. Y como aún quedaba una bala, era lógico que Gimena, al tener enfrente a su esposo (que se tomaba el último “charco” de la última botella de charanda), decidiera colocarse el arma en la sien y dejar sin balas el revólver.
Sin embargo, Guillermo nunca esperó que en el preciso instante en que su esposa (que por cierto era muy guapa) caía al suelo, fueran las 6:05 de la mañana y que alguien llamara a la puerta. Y es que según sus planes a esa hora él ya no tenía que haber estado en su casa porque había contratado a unos sicarios que llevaban la orden que si después de cuatro toquidos en la puerta nadie abría, entraran y mataran a todos. Y que incluso, a quien trajera lentes (que era Pedro) lo maltrataran más porque “ese cabrón” hace dos años tuvo, digamos, un encuentro sexual con su esposa.
Guillermo no sabe qué hacer. Han golpeado tres veces la puerta. Deja el vaso en la mesa de a lado, se quita sus lentes y los limpia.
Escritor treintañero (más ñero que treinta) Lee sus tristes textos en http://ratosdesilencio.blogspot.com/