Este mes decidí viajar al Distrito Federal para asistir a un concierto y de paso visitar algunos de sus museos. Una de las paradas ‘obligadas’ era la exposición de Yayoi Kusama: Obsesión infinita, inaugurada el 26 de septiembre con permanencia al 18 de enero del 2015, en el Museo Tamayo Arte Contemporáneo Internacional.
Por Erick Noé Villalón
Había escuchado que la exposición era demandante y que tienes que hacer fila para adquirir entradas, así que para aprovechar el día decidimos ir lo más temprano posible. La dinámica consiste en que a partir de las 9:00 de la mañana empiezan a vender al público en general y entregar cortesías para estudiantes, profesores y personas de la tercera edad. Se rumora que solo se entregan mil entradas aproximadamente. Llegamos a las diez y media del sábado y a lo lejos vimos la fila que recorría de Paseo de la Reforma hasta la esquina de Mahatma Gandhi.
Dentro de la fila había personas jóvenes con blusas, suéteres o chamarras de puntos mientras esperaban para adquirir su boleto de entrada. Algunos se desanimaron al ver la cantidad de personas que aspiraban a entrar y otros más aprovecharon para ir hasta el principio de la fila y aplicar el viejo truco de ‘ver si conocían a alguien’.
Después de aproximadamente una hora y media de espera y con amenaza de lluvia, pudimos adquirir nuestro boleto con un horario de acceso a las 4:00 pm, mientras que la fila allá afuera era gigante. Aprovechamos la tarde para ir a comer algo, ver la Bienal de Pintura dentro del Tamayo y visitar el Museo de Arte Moderno.
Dada la hora, accedías al museo con un grupo de aproximadamente 100 personas. A la entrada se veía un largo texto curatorial que era imposible leer, ya que tenías a un montón de gente detrás de ti; la exposición empieza con el registro de performance Walking piece, seguido de las primeras pinturas de la artista con algunas instalaciones como Walk on the sea of death. La gente recorría las salas rápidamente buscando las famosas instalaciones que rondan a través de las redes sociales, además que sentías la presión de otro grupo de personas que esperaban ver la misma obra.
En la segunda sala te encontrabas con una serie de carteles y collages además de la proyección de un filme experimental realizado por el fotógrafo Jud Yalkut y la instalación de Infinity Mirror Room – Phalli’s Field. Se supone que tenías un tiempo de 20 segundos en la sala y solo se podía acceder máximo dos personas, según las mismas indicaciones sobre la pared, pero no fue así, pues debido a una larga fila tuvimos que entrar con otras dos personas en un espacio tan reducido y que tapaban toda la vista de frente para sacarse su selfie.
Incluso había gente que se volvía a formar. El pasadizo para la siguiente sala era la instalación de I’m here, but nothing, la cual ocupa un espacio mayor a la anterior, lo que se agradece, dentro de ésta lo más gracioso en la instalación es que sobre una mesa ya había una bolsa de rancheritos en un bowl de fruta, pero bueno, eso equis.
Siguiendo el recorrido, puedes observar alguna de sus pinturas recientes que llevan un gran formato y poca separación entre ellas; lo siguiente era la instalación de Infinity Mirrored Room – Filled with the Brillance of Life la cual es una experiencia majestuosa.
Para finalizar, hay una serie de materiales de archivos de la propia artista, que en lo personal considero es lo mejor de toda la exposición, pues encontrabas desde comunicados de prensa hasta fotografías originales de su vida privada.
En todo el recorrido me di cuenta que muchos de los asistentes son personas que visitan poco los museos, y que no siguen un tránsito de acuerdo a la curaduría. Según yo, es bueno que exposiciones como ésta den apertura para que el público mexicano se acerque al arte, vea y se retroalimente con otro tipo de cosas, pero dada las circunstancias esto puede ser un poco molesto, sobre todo si quieres clavarte en solo leer un documento u observar una pieza en especial. En este caso tienes a dos personas por ambos lados esperándote para seguir su recorrido de acuerdo a su lógica y no al recorrido curatorial, lo que hace que el tránsito sea torpe y no puedas ver algo detenidamente sin sentirte presionado.
Esta columna es realizada para todas aquellas personas que quieran visitar la exposición próximamente, a quienes les aconsejo que se tomen el tiempo necesario y vayan sin presión, si es que están dispuestos.