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23º Tour de Cine Francés: En buenas manos

En buenas manos (Pupille, 2018), es el segundo largometraje que firma la directora, actriz y guionista Jeanne Herry. Hace algunos años debutó en la dirección con la discreta comedia Elle l’adore (2014), la cual también coescribió. Ahora, su más reciente trabajo trasciende fronteras y llega a México como parte del 23º Tour de Cine Francés, previo paso por la cartelera gala, en donde se estrenó en diciembre del año pasado.

El guion, escrito en solitario por la propia Herry, sigue el proceso de adopción del pequeño Theo. Su madre, una joven estudiante, no se siente preparada para enfrentar la responsabilidad, por lo que decide inmediatamente después del alumbramiento ceder la custodia a los servicios de adopción. La cinta sigue el largo y azaroso trayecto que sigue el recién nacido, desde sus primeros días en el hospital hasta que se encuentra a la persona que puede brindarle los cuidados que requiere.

No es ésta una cinta autobiográfica ni mucho menos. De hecho, Jeanne Herry es hija de los actores Julien Clerc y Sylvette Herry, quien es mejor conocida por su nombre artístico: Miou-Miou. Como dato de trivia, se puede agregar que Jeanne dirige a su madre, quien hace un pequeño papel dentro del filme. El verdadero punto de partida de este proyecto fue la aprobación de una solicitud de adopción de uno de sus parientes, con todas las dudas y temores que siguieron después de tomar esa decisión.

Es posible encontrar ciertos puntos en común con otro trabajo reciente, el drama de Emmanuelle Bercot, Con la frente en alto (La tête haute, 2015). En ambos casos, las películas siguen paso a paso los recovecos administrativos de los servicios sociales franceses y ensalzan la dedicación de quienes se dedican a esa delicada actividad. Pero al margen del homenaje, ambas películas son narradas en un tono casi documental, las descripciones son tan minuciosas que se perfilan no solo como obras dramáticas, sino también informativas.

Herry describe con clara admiración la principal función de los servicios de adopción, que no consiste en encontrar hijos para padres que los desean, sino padres competentes y adecuados para las necesidades de cada infante. Pero el filme no es un tratado sobre la adopción, también nos muestra el lado humano de quienes participan en este proceso: las trabajadoras sociales, las enfermeras, los psicólogos y los cuidadores temporales, quienes están muy lejos de tener vidas perfectas y sin embargo cumplen meticulosamente su encomienda.

Los planos cerrados son una constante en el filme, lejos de ser molestos nos brindan la sensación de intimidad. El hábil manejo de la cámara se complementa con un guion ágil, basado en una narrativa fragmentada que avanza y retrocede en el tiempo. Su previsible resultado se anuncia desde la secuencia inicial, pero ello no hace sino acrecentar el interés del espectador.

Desde el principio En buenas manos establece una ecuación muy simple: mientras una mujer no quiere a su hijo hay otra que lo desea. Este hecho que parece simple, echa a andar toda una maquinaria para obtener el resultado esperado. Dicha maquinaria se traduce en una película coral, por momentos demasiado sensiblera pero efectiva, que habla de la importancia del trabajo colectivo para lograr un bien común.

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