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23º Tour de Cine Francés: Un amor a segunda vista

Como en cada una de sus ediciones, el Tour de Cine Francés (TCF) brinda espacio a la comedia romántica, género que suele ceñirse a parámetros poco flexibles y que por lo tanto suele ser predecible. Dado este estrecho margen de maniobra, la diferencia entre una comedia romántica y otra se define por el contexto, así como por la conexión entre sus protagonistas. Para el 23º TCF, la elegida para representar al género es Un amor a segunda vista (Mon inconnue, 2019), del director, productor y guionista parisino Hugo Gélin.

Como hermanos (Comme des frères, 2012), fue la cinta que marcó el debut de Gélin como director. Tiempo después vino Dos son familia (Demain tout commence, 2016), curiosa adaptación de la película de Eugenio Derbez, No se aceptan devoluciones (2013). La versión francesa resultó un éxito en su país y le dio al director ciertas facilidades para preparar su siguiente proyecto. Con su más reciente entrega, Hugo Gélin intentó confirmar su recién creada fama de fabricante de éxitos: reunió a una gran cantidad de guionistas, aseguró un presupuesto aceptable y eligió a una joven pareja de carismáticos actores: François Civil y Joséphine Japy.

La película inicia con el romance de liceo entre Olivia y Raphaël. Ella es una pianista en ciernes y él es un aspirante a escritor de novelas de ciencia ficción. El noviazgo deviene en boda y pronto, Raphaël alcanza el éxito gracias al apoyo incondicional de su mujer. Mientras tanto, Olivia ve como su carrera toma un rumbo descendente. La ruptura es inevitable. Después de una agria discusión, Raphaël decide emborracharse mientras afuera cae una atípica nevada. Al despertarse a la mañana siguiente, se dará cuenta de que vive en una especie de realidad alterna, en donde nunca conoció a su esposa. A partir de ese momento, como era de esperarse, hará todo por recuperarla.

Claramente el punto flaco del relato es este manejo arbitrario del tiempo, de la variedad de posibilidades que se dejan de lado después de tomar una decisión. En este sentido, es claro que Gélin se siente fuertemente influenciado por una de las películas más divertidas que existen sobre el tema: Hechizo del tiempo (Groundhog day, 1993), protagonizada por Bill Murray y dirigida por Harold Ramis, quien es homenajeado en la cinta francesa con la nevada de rigor y el apellido Ramisse, del entusiasta Raphaël.

Un amor a segunda vista está descaradamente construida para agradar. Cumple a cabalidad con los ingredientes del género: la previsible estructura de encuentro, desencuentro y desenlace, el contrapunto cómico en manos de Félix, el amigo incondicional, el desabrido malvado del cuento y una atractiva banda sonora que combina autores clásicos (Liszt, Bach, Schubert), con bandas contemporáneas como June and The Jones y Sage, el proyecto solista del músico Ambroise Willaume.

Habíamos dicho que la diferencia la marca el contexto y la pareja protagonista. En ese sentido, si uno acepta sin chistar su improbable premisa, podríamos decir que el filme cumple con su objetivo. Ayudan en ello un par de actores que se integran con soltura a una historia que combina demasiadas cosas, pero en la que Gélin logra encontrar un precario equilibrio entre el humor, el romance y esas extrañas pinceladas de historieta futurista.

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