Las primeras imágenes que recuerdo de Jacques Chirac son aquellas en donde se hacían los preparativos para la inauguración del Mundial de Francia en 1998. Por aquellos años, la victoria del país galo fue una bofetada para los comentarios del ultraderechista Jean-Marie Le Pen, quien denunciaba que la mayoría de los integrantes de la selección desconocían el himno nacional francés. Años después ambos se enfrentaron en las urnas, y a pesar de encontrarse bajo acusaciones de corrupción, Chirac fue favorecido por el voto útil, con un aplastante resultado que prácticamente terminó con las aspiraciones presidenciales de Le Pen.
En este contexto transcurre la ópera prima de Léa Domenach, La esposa del presidente (Bernadette, 2023). Como lo anuncia en su título, se centra en la figura de la primera dama francesa entre 1995 y 2007, tiempo en que Jacques Chirac ocupaba la presidencia.
¿Por qué razón alguien elegiría a una figura de la política para hacer un largometraje? Léa Domenach, quien se confiesa como militante de izquierda, explica que su padre era periodista político. Por lo tanto, durante su adolescencia creció escuchando noticias y rumores de los Chirac. Con el tiempo pensó en Bernadette como una mujer frívola y amargada. Sin embargo, después de ver un documental sobre su vida, la vio como una figura fuerte e intuitiva, pero al mismo tiempo, con amplias posibilidades humorísticas.
Te puede interesar:
Tour de cine francés: La Pequeña
El humor envuelve el guion firmado por Clémence Dargent y la propia Domenach. La ligereza es la mejor manera de hacer llegar este personaje a un público más amplio. Las situaciones se dosifican con malicia para contar el descarado menosprecio que siente el presidente francés ante las opiniones de su esposa. Solo que, harta de estar a la sombra, ella decide vengarse lanzándose en busca de fama y reconocimiento.
El filme inicia con un coro de iglesia que cuenta los pormenores biográficos de Bernadette (interpretada por Catherine Deneuve). Además, sirve para advertirnos que lo que veremos a continuación es solo una ficción. Y es que en Francia es sumamente complicado hacer una película sobre una persona viva. Las leyes contra la difamación obligaron a la directora a obrar con mucho tacto. Se llegó al punto de tener que mostrar el trabajo final ante la familia Chirac, que aunque no dio el visto bueno, tampoco impidió su exhibición comercial.
El filme muestra algunos temas sensibles, que aunque son de dominio público, incomodaron a la familia Chirac. Prueba de ellos son las frecuentes infidelidades del presidente, la torpeza de sus colaboradores y la condición de Laurence, una de sus hijas. En su caso, padeció anorexia desde la adolescencia hasta su muerte en 2016.
También lee:
Entrevista: las tripas del Animal Film Fest
Por supuesto, el personaje central no es el presidente, sino su esposa, una mujer excesivamente tradicionalista y de orígenes aristocráticos, que soporta los desplantes en silencio, hasta que, con el apoyo de un ambicioso asesor de prensa, decide buscar notoriedad. En su proyecto todo se vale: crea una fundación para apoyar a niños hospitalizados, hace declaraciones chuscas y promete la llegada de un tren de alta velocidad a Corrèze, una apartada región de Francia. Mientras esto sucede, la popularidad de su esposo llega a sus niveles más bajos.
Lejos de mostrar los entresijos de la política, la directora explora la figura de una mujer que representa a muchas otras de su generación. Esas que quedaron a espaldas de sus parejas, cuidando a los hijos y ocupándose de tareas por debajo de sus capacidades. Así fue durante mucho tiempo para Bernadette, aunque al final, aplicando el más severo pragmatismo, logra brillar con luz propia.
El riesgo de tomar este enfoque de la ex primera dama es dejar de lado algunos de sus aspectos más desagradables. Queda fuera su inflexible conservadurismo y su manía por el despilfarro de los fondos públicos, el cual sería encubierto más tarde por el sucesor de Chirac, Nicolas Sarkozy. Después de todo, Bernadette Chirac era solo una política como tantas otras que han fincado su carrera a base de acciones paliativas y promesas falsas, como la de aquel tren que nunca llegó a Corrèze.