Revés Online

Algo no checa. ¡Exijo una explicación!

Por Raúl Mejía 

Soy un sobreviviente de todas las crisis nacionales a partir de la de 1976 y estoy lejos de simpatizar con la 4T, pero mi angustia crece.  

Quiero saber cuándo más o menos este país “se nos irá de las manos” pero en serio, nada de metáforas o placebos sino así: valer madres 100%. Si la debacle no ocurre la quincena próxima es probable que termine apoyando las acciones del actual gobierno… ora sí que, si alguien me puede ayudar, lo agradeceré. Empiecen a leer con calma y luego restrieguen en mi cara una homilía aleccionadora en el espacio de más abajo, dedicado a sus apreciadas opiniones. 

Va el marco referencial: con la crisis de 1976 las cosas se presentaron violentas. Yo tenía unas semanas trabajando en mi primer empleo asalariado formal en un banco (Bancomer) y gracias a una devaluación de casi el 100% mi paga mensual pasó de 2 mil ochocientos a 3 mil quinientos pesos en menos de un mes. Nomás por eso pensé “¡qué chidas son las devaluaciones!”, pero lo que se urdía en las viscosas profundidades “del sistema” nos golpeó de inmediato a todas las clases sociales, pero más de la clase media para abajo.  

Pues sí ¿qué les puedo decir que sus abuelos no les hayan dicho ya? De ahí en adelante mi sueldo subía con frecuencia, pero alcanzaba para menos y, aunque no lo han preguntado, yo se los digo y no chillen: yo era el sostén de la familia (luego entró al quite mi mamá y me mandó directamente al normal rango de subordinado). 

Para 1982, cuando el dólar pasó de 22 pesillos a 70, la mayoría de los anhelos de mi universo social habían tronado como ejotes y el cochecitouna línea telefónica o la inefable casita -en diminutivo, como marcan los cánones de nuestra cultura chiquitera- se convirtieron en mero onanismo al interior del juvenil matrimonio que formamos con la madre de mis tres críos. 

No sé en qué momento la abundancia que la nación vivió en el tercio medio del gobierno de López Portillo pasó por mi casa y ni tocó a la puerta. En esa década, los ochenta del siglo pasado, millones de pobres diablos altamente esperanzados en la “administración de la abundancia”, bajamos varios escalones en los indicadores laborales y de bienestar. Para acompletar el gasto, la familia que yo lideraba con visión de estadista y temple de acero, nos pusimos a vender ropa en poblados cercanos, zapatos tenis en tianguis e incluso levantamos un puesto de tacos en la cochera de nuestra casa de Tres Puentes (muy buenos, según docenas de clientes satisfechos). Un matrimonio luchón pues. Todo lo anterior sin dejar nuestros jodidos trabajos asalariados. 

Recuerdo que mis cheques de empleado en diferentes lugares llegaron a ser de 300 mil pesos y ni así nos alcanzaba. El primer auto que logramos comprar fue un Renault 10, cuya puerta trasera del lado derecho estaba sujeta con alambres. Con esto queda claro que mi estatus socioeconómico era lamentable. ¿Éramos parte de la mayoría nacional? Sí. ¿Tenía amigos en mejores condiciones? Sí, a la mayoría de mi entorno de amistades no les iba tan mal, pero ¡un momento! No crean que los mexicanos estábamos sumidos en la amargura. Para nada. Un país puede estar en guerra, bombas por acá o por allá y la música sigue tocando. Además, el mundial futbolero de España y el grupo Menudo (¡súbete a mi moto!) nos tuvo bien contentos. Éramos miserablemente felices. 

Algo no checa AMLO López Obrador fifí MORENA MéxicoCon la ligera exposición de arriba sólo quiero dejar patente que “antes”, en los albores del neoliberalismo demoniaco, las crisis asolaban y flagelaban a la sociedad de inmediato. Las devaluaciones del peso eran de un efecto letal en los precios. Nunca como en esos años resultaba tan atractivo irse de mojarra a Estados Unidos. Yo lo hice, pero no los aburriré con eso (por ahora).  

Hoy, con los datos neoliberales que vengo manejando para tratar de entender lo que pasa, debo aceptar que, con los errores, dislates y demás acciones que la 4T ha emprendido (y no dejará de emprender porque les encanta hacer pendejadas) el país ya debería estar postrado, devaluado, en crisis social, con pobreza galopante y violencia social… pero no ha ocurrido.  

Ya sé: algunos dirán que soy un intelectual orgánico (no gramsciano), que estoy ciego y todas las calamidades imaginables ya están a la vista, ocurren todititos los días y sólo desde una posición privilegiada -como la que usufructo- no se ven.  

Ok, ok, ok. Soy un fifí, pero miren, para ilustrar lo que estoy tratando de decir, les espeto esto: “antes”, por “quítame estas pajas” el país valía madres (pero el buen humor no) y hoy no ha ocurrido. Lo más cañón en materia de devaluación es que el peso pasó de 20 a 24 pesos en promedio. A ver:  luego de tanto error en el manejo del país ¿no debería ser peor?  

Pues sí, pero no.  

Van algunos dislates: una encuesta sin método técnico, ni estadístico, ni sustento legal canceló un aeropuerto que se pagaría con capital privado y se inició otro con albañiles de las fuerzas armadas (de teniente para arriba se salvan de ser macuarros). Se construye una refinería en una zona de alto riesgo cuando nadie “apuesta” por el petróleo y su refinación para convertirlo en gasolina. Se traza y construye un tren allá por el sureste claramente inviable.

Se descabezan instituciones que eran diques frente al poder. Se adjudica casi el 80% de obras, bienes y servicios sin licitación a puros cuates -tal como lo hacían el PRI y el PAN. Se liberan narcotraficantes y el país es objeto de burlas por ello. Se ataca a la ciencia y se le quitan recursos. Se cancela el desarrollo de energías limpias. Se desvalora a la prensa, a las universidades, a las mujeres violentadas y no violentadas.

La vigilancia de los derechos humanos se le deja a una persona que no está interesada en las víctimas, sino en pasar desapercibida. Surge la ocurrencia de rifar un avión que no se entregará (por fortuna) al ganador… es más: ¿se rifará? Si algo muestra con meridiana claridad el delirio presidencial, con la “rifa del avión” basta, pero hay más: cuando hay una respuesta civil frente a los agravios gubernamentales, el gobierno asume una posición de víctima.

El presidente tiene el cinismo de decir (y peor: de creer) que las remesas de los migrantes son una muestra de apoyo a su gobierno cuando eso hacen los mojarras desde mediados del siglo pasado (mandar millones de dólares) sin importar la ralea del gobierno en el poder, pero es cierto: las remesas le quitan responsabilidades a las administraciones federales del signo que sean. Los millones de mojarras “allende nuestra frontera” son una empresa que no requiere sindicatos, ni directores, ni patrocinios. 

Quien debe ser presidente de todos los mexicanos se la pasa mintiendo, dividiendo a la sociedad y sintiéndose incomprendido, pero -eso sí no falla- creando un entorno apto para el linchamiento de conservadores, fifís, adversarios o simplemente a “los otros”. No hay crítica, señalamiento, reconvención que se la haga (desde el lado de sus imaginarios enemigos) que se tome en cuenta. Su gobierno es de huevos y, constitucionalmente, sus bolas son las que la rifan: “nada por la fuerza, todo por el diálogo, el convencimiento y siempre en el marco de la ley” … aunque sea él quien la viola una vez y otra y otra y otra.  

Un obstinado que entiende la justicia bajo esquemas divinos. 

La actual banda en el poder -dice nuestro mandatario- es diferente, tiene principios y no es corrupta… nomás porque ellos lo dicen y la cantaleta de siempre: “antes era peor, pero eso se acabó; hoy no hay corrupción, pero sobre todo no hay impu-ni-dad”. (Órale, qué chido). La cuenta de necedades es larga y de lunes a viernes, por las mañanas, se incrementa.  

Pues bien, aun con todo eso y lo que se acumule, el dólar sigue tranquilo. 

Algo no checa. 

¿Debo dejar de “analizar” desde la óptica de un ciudadano moralmente derrotado y asumir que todo es mejor con las ocurrencias populistas de la 4T? 

¿Cuándo será la debacle? La mera buena, la que nos hará repensar nuestra cultura, nuestra impuntualidad, nuestro mar de excusas, nuestra vocación por empezar siempre desde cero porque todo lo de antes está y estará mal; nuestro valemadrismo; nuestro “así somos y qué”; el derrotista “¡sí se puede, sí se puede!”; nuestro machista “por mis huevos”. 

“Antes”, lo reitero, las crisis -casi siempre cifradas en una devaluación del peso- no se hacían esperar, pero ahora ya no entiendo nada. ¿Dónde está la seriedad, por vida de Dios! 

He concluido, de manera unilateral, tajante y clara, que esto ya valió madres… pero todavía no.  

A ver, amigos y amigas que de esto saben mucho. Ayúdenme: ¿estamos como la rana muy oronda en la cazuela que la va a cocer y sigue tranquila con el agua aún tibia? 

El presidente dice que vamos bien, no hay motivos para preocuparnos, no obstante, desde la abyecta postura conservadora graznamos: “¡esto será un desastre, arrepentíos mexicanos de buen corazón!” -pero el pinche desastre, como Godot, no llega… o si llegó, lo hemos tomado con la calma de la rana cociéndose.  

¿Estamos en el infierno y éste no es tan caliente como decían?  

Es la última vez que lo digo: “antes” bastaba que las cosas estuvieran cabronas para entrar en barrena; hoy están cabroncísimas y el país nomás no se derrumba… ¿o ya se derrumbó? -pregunta la rana. 

Algo no checa, me cae. 

POSTSCRITUM: Leí hace unos días un texto de Viridiana Ríos en donde explica las circunstancias que le dieron el triunfo electoral a AMLO. Se llama Carta a las Élites. Va un resumen: 

La autora apunta que el actual presidente se hizo con el poder a partir de un cambio de estrategia en la que sumó a millones de ciudadanos (lo mismo que hizo el PAN con Fox, dice Viridiana) y que esa estrategia parece la correcta para estos tiempos. Quien tiene que cambiar y mostrar más compromiso con el país son las clases privilegiadas: Lo primero -apunta la autora- “es entender por qué la gente prefiere a AMLO y no a las opciones de las élites.

Lo prefieren porque las alternativas no dicen las verdades que AMLO dice. El discurso de AMLO hace mucho sentido ante la precariedad que creó nuestro modelo económico. La desigualdad, la falta de movilidad, los privilegios heredados, contra todo eso dice ir AMLO y contra todo eso debe ir quien quiera competir con él. Si no pueden ir contra ello porque tienen cola que les pisen, no tienen futuro político y deben abrir paso a quien sí”.  

Coincido con Viridiana Ríos. 

Más adelante escribe: “Es momento de que las élites pierdan sus privilegios y muestren que saben dar más. No que saben dar lo que les sobra. O que dan cuando les va bien. Que saben dar, aunque les vaya mal y dar más a quienes más lo necesitan. No es momento de ser codo si se quiere salvar la democracia”. 

En un mundo ideal eso sería una solución. De hecho, creo que ese ánimo fue el que permitió a Japón, Alemania o Inglaterra salir de la debacle posterior a la última guerra mundial. 

Pienso pues que esos países lo pudieron hacer, además, por las instituciones que tenían para apoyar ese esfuerzo. Hay un libro del polémico Francis Fukuyama (Confianza, se llama) que trata del compromiso de sociedades diversas y opuestas en lo cultural, económico y social, pero unidas por una meta común. Nadie está dispuesto a esas gestas heroicas excepto si se cuenta con un andamiaje institucional que vigile, regule y aliente esfuerzos de ese tipo.  

Eso no está ocurriendo en México. Lo que sí parece ocurrir es el desmantelamiento de las instituciones que empezaban a regular al poder.  

¿Cómo explicar los desmanes gubernamentales que mencioné más arriba? ¿Acaso todo se vale en nombre de un futuro promisorio?  

Parece que sí.  

Para las élites populistas en el poder, posponer todo lo bello para un futuro lubricado con una esperanza que no se cumple es esencial. “Mientras haya vida, hay esperanza” y a eso le apuesta la banda de adictos al juego tabernario constitucionalmente elegidos: saben que no se cumplirá, pero la esperanza es una semilla que perdura y más si hay chivos expiatorios de cualquier retraso de ese futuro luminoso.  ¿Quiénes son? Los conservadores, la prensa fifí, los adversarios, la ciencia neoliberal, el inmoral deseo de tener más de dos pares de zapatos… chivos siempre habrá.  

Estamos jodidos. 

¿Todo se vale en nombre de un futuro promisorio?  

Sí. 

Incluso acabar con la democracia utilizando las herramientas de la democracia. Hasta lo aplaudiremos. 

MÁS DEL AUTOR:

Obituarios. Ogarrio goza de cabal salud

Salir de la versión móvil