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ALGÚN DÍA MI GATO COMERÁ SANDÍA

Sobre el delirio mitológico y al advenimiento de los escritores

Por Omar Arriaga Garcés

El advenimiento de un escritor a una ciudad desconocida debería ser un suceso festejado ampliamente por las cervecerías y casas de bebidas embriagantes: el vino como las palabras, fluye con generosidad pero, si uno no se va a su casa temprano, es testigo de capítulos comprometedores e irreales.

Foto: Cortesía de Hiperrealismo de Fondo

Cuánto más festejado no debería ser entonces el advenimiento no de uno, sino de dos escritores. Dos escritores de la Ciudad de México. Caso sucedido el pasado viernes 11 de febrero cuando Juan Manuel Servín y Carlos Martínez Rentería visitaron la urbe para ofrecer una charla sobre su ciudad: exactamente en ese bar que se llama Limbo y que existe desde que tengo memoria etílica, más o menos cuando iba en segundo de secundaria.

Históricamente, la fuente más antigua de que pudiera tenerse noticia sobre el viaje de un escritor a otra ciudad, pertenecería a Pseudo-Heródoto al afirmar que Melesígenes, mejor conocido como Homero, iba a Atenas cuando lo sorprendió la muerte en Íos. Con todo, no sabemos que Homero fuese un ebrio.

Pero, bueno, éste no parece ser el mejor de los antecedentes, por lo que quizá convenga evocar el advenimiento de aquél que en sí mismo representa la cesación de todos los pesares, divinidad asiática de la agricultura, el reverdecimiento del mundo, así como de la embriaguez, el entusiasmo, el furor iniciático, más acogido entre los griegos.

Se dice que Dionisos, también conocido como Baco, Zagreus o Yaco, dependiendo de sus atribuciones, acababa de llegar de la India cuando visitó la ciudad de su abuelo Cadmo: Tebas, el escenario de la muerte de los siete y de la tragedia sofoclea del Edipo Rey que, en tal ocasión, tuvo como víctima expiatoria al rey Penteo.

En contra de la llegada de Baco, Penteo mandó que el dios, como un proscrito, fuera expulsado de la polis; no obstante que gran cantidad de ménades, mujeres capturadas por el delirio dionisiaco, ya lo seguían por las montañas. Séquito en el que incluso se contaban las propias madre y hermanas del rey.

Y Dionisos no sólo no se fue de Tebas, sino que de paso cimbró los cimientos de la ciudad y, presas del furor, las ménades despedazaron al rey al punto de empezar a comérselo vivo… La convivencia con Servín y Martínez Rentería fue un poco más amable y tranquila, pero conservó algo de aquel delirio mitológico.

El Limbo estaba un tanto aburrido, por lo que los escritores y organizadores de la charla, decidieron que lo mejor era moverse de sitio y, ¡adivinaron!, abandonamos el Limbo para ir al Bulevar García de León, al otro Limbo, donde, ahora sí, los comensales permanecieron hasta que la barra cerró.

Cabe señalar que el Limbo tenía un ambiente más entretenido que el Limbo, donde al final los parroquianos, muchachos como de entre unos 18 y 23 años de edad, ya le pedían a los escritores que se callaran y se pusieran a beber, cosa que hicieron no en el Limbo, pero sí en el Limbo, luego que un joven escritor moreliano le preguntara a los ponentes si era cierto que en la Ciudad de México había perros entrenados para asaltar a los transeúntes, por el Centro Histórico, para ser más precisos.

Juan Manuel respondió que aquel era un mito urbano y, luego de que fue zanjado el asunto, ya ebrios, tras muchas horas de estar bebiendo, los escritores se fueron a dormir a su hotel; pero el joven escritor, entre otros asistentes a la charla literaria, optaron por buscar nuevas expectativas etílicas para concluir la noche.

Y lo más curioso, aparte de que Adrián rompió una botella para amenazar a alguien, como en la película Juan Charrasqueado, después de que la conversación había subido de tono, fue que el celular del amenazado y el del joven escritor, mismo que se cortó con un vidrio, se perdieron irremisiblemente sin que hasta el momento alguien haya dado pista alguna para su localización.

Se sospecha del amenazador de la botella; pero por ser conocido del mismo, al suscriptor de este texto ya quieren echarle el muerto encima, como si no fuera suficiente con la vergüenza ajena que uno experimenta por capítulos como éste. Seguiremos informando.

omarastrero@hotmail.com

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