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Algunas notas sobre el tiempo

Algunas notas sobre el tiempo

1

A los hombres del medioevo no se les permitía concebir el futuro. El porvenir representaba lo temido, lo misterioso, el advenimiento inexorable del Juicio Final. La edificación de una temporalidad ambigua, peligrosa y escatológica permitió a la Iglesia mantener un orden estricto, una camisa de fuerza que aherrojaba las esperanzas de la población adormecida. Pocos pensaban en el futuro; el tiempo era un estanque de aguas turbias: no transcurría, o transcurría muy lentamente. Los días eran idénticos a sí mismos.

En sus brillantes reflexiones sobre el tiempo, Reinhart Koselleck nos dice que quien predijera un tiempo nuevo, durante el ofuscado periodo medieval, era condenado a la horca. ¿La historia podría entenderse bajo una comprensión generalizada de la temporalidad?

Down by the Sea, Solitude

2

Y sobrevino el Sattelzeit o la modernidad, según Koselleck, en la centuria que data de 1750 a 1850, en Occidente. Desde entonces perdimos las raíces. Somos árboles monstruosos colgando en el vacío. Una rama crece más que sus pares; de tanto crecer estrangula a otros árboles y a plantas minúsculas que crecen en torno suyo. Nuestra brújula está alborotada. Unas veces apunta hacia norte, otras tantas al oeste, sin nunca mirar al sur, hacia abajo, donde podríamos echar raíces. Nos precipitamos hacia un futuro ilusorio: nos ajustamos a novedosos modelos políticos, fabricamos productos que luego se convertirán en deshechos, que luego se transformarán en productos. Estamos perdidos. Mientras tanto, las ruinas se acumulan, las sociedades crecen, el mundo es una planta repleta de frutos podridos, mortíferos. Si tan sólo dejáramos de caminar y contempláramos el deterioro que yace a nuestro alrededor. Si tan sólo paráramos…

3

El tiempo me carcome. Es un gusano lento, insistente, que se alimenta de mis ilusiones. Es el eterno sembrador de dudas. ¿Hacia dónde voy? ¿Cuál es la razón profunda de mis sueños? ¿Para qué esperar tanto antes de que llegue el golpe fatal?

4

Un día, furtivamente, llegará la muerte. Y me encontrará reflexionando sobre la vida, nutriendo especulaciones filosóficas, despejando preguntas, atizando las dudas. Llegaré a comprender el tic-tac que suena en mi corazón; quizás el ruido se apague en un eco sordo. Y no existirá nada más: ningún paraíso, ningún infierno; tan sólo un silencio rotundo. Una oscuridad absoluta. El tiempo se detendrá “y la negra noche cubrirá mis párpados”, como dirían los griegos antiguos.

Quizás, como intuía Montaigne, esa es la pregunta fundamental de la filosofía: ¿Estoy lo suficientemente preparado para morir? Aún no. Por eso me pregunto sobre el tiempo, que, por cierto, involucra la totalidad de mi existencia.

5

Vivir. Desplazarse sin motivo alguno. Envejecer. Si se tiene la suerte, enamorarse. Languidecer como el crepúsculo. Parpadear, parpadear mientras los otros pasan. ¿Para qué las estaciones y los años y las distancias? Vivir es un estremecimiento, un temblor en la frente, un batir del corazón a cada instante.

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Foto de portada: Flickr/Transformer18

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