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An irrational man y el controvertido Woody Allen

 

Por Virginia Rico 

 

Al intentar escribir sobre An Irrational Man, la última película de Woody Allen estrenada hace un par de días, me dejo distraer por las personas que se encuentran fuera del café y del otro lado de la ventana, imagino el hábitat natural de la siempre inconstante especie Hommo Cinefillus, ya añejada después de más de cien años de existencia.

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Viendo desde un “afuera”, me siento curiosa por conocer más de esa raza de la que a pesar de ser consciente de que formo parte de la misma, me siento un poco distante hasta cierto punto. Por un lado, comparto con ellos la pasión y la necesidad de historias extraordinarias, porque esa es la justa razón por la que nos encontramos en la Cineteca. Solos o en manada van llegando, buscando alimento o algún lugar para reposar mientras esperan la hora de inicio de la película, torta llena de imágenes en movimiento que los indigestará al salir extasiados de tanto disgusto o placer, sensaciones generadas por la cercanía absoluta previamente vivida al interior de la sala de proyección. Desesperados, otros voltean a su alrededor esperando el momento del ritual de la mirada, dilación lastimera que ha de cesar dentro de poco. Mientras llega el momento, sus rostros confiesan sus ganas de fornicar o, en su defecto, de ser amados por aquel que se encuentra cerca? transitan dispersos esperando reactivar su lado más humano. Ignorando las capacidades sobrehumanas para razonar sobre nosotros mismos, estamos dispuestos a encerrarnos en el nosocomio del cine para amortiguar el impacto de todos los días a partir del enfrentamiento con realidades tejidas con hilos de luz y sombra, para ser menos mediocres, para dejar que nuestros sentidos transformen las impresiones que tenemos de este mundo, hijo bastardo de nuestra historia.

Y hablando de hijos bastardos, recordé que yo tenía cosas que decir sobre Woody Allen y An Irrational man. Admitiré primeramente que mi idea premeditada sobre la nueva película de Allen no fue del todo fallida. Este director después realizar una película por año desde 1992 ha podido consolidar un estilo temático y estético propio en sus últimas películas: una bizarra hibridación entre el drama trágico hollywoodense y la comedia urbana, que con el transcurrir del tiempo ha penetrado e influido en el sentido del humor típico de Estados Unidos. A veces pienso que me encuentro ante un filósofo frustrado acostumbrado a utilizar y transformar el mal humor estadounidense para autoboicotearse por no haber sobresalido en la élite intelectualoíde de nuestros días. Y así es, sólo que Allen pudo salir de la mediocridad de las ideas para entregarse, afortunadamente para nosotros más que para él, al abismo del cine, del que no se vuelve jamás y lo comprueba con su última cinta.

Narrada a dos voces, An Irrational Man representa la doble moral del humano y que se antoja como el personaje principal de esta película. Este juego moralino se observa nítidamente a través de la dualidad masculino­femenino interpretada por Joaquin Phoenix, como Aba Lucas y Emma Stone, quien interpreta el papel de Jill Polard. Aba Lucas, filósofo cansado de la condición posmoderna del ser, llega a dar clases a una universidad en Rhode Island en la que su fama, intelectual y sexual, ya ha sido previamente difundida tanto por profesores como por alumnos. En la búsqueda de alguna razón que justifique su existencia, Lucas se encuentra con Jill Polard, una dulce, educada y obediente estudiante de su clase de filosofía, quien se enamora rápidamente de su rebelde y viciado profesor, mismo que después de escuchar una conversación entre amigos sobre el proceso de divorcio de una mujer desconocida para él, siembra en su cabeza la idea de matar al juez que le quitó la custodia de sus hijos a la pobre mujer que le dio un giro a su propia vida.

 

Ocupando la mayoría de su tiempo en maquinar un proyecto maestro para asesinar al juez en cuestión, Lucas va encontrando el hilo negro que lo mantenía unido a la vida. Obsesionado con la intención de matar, su principal objetivo es accionar, alejándose de la actitud hedonista que lo había caracterizado, dejando de lado la carrera que hasta entonces había construido como filósofo se da cuenta de que la verdad se escribe con sangre, de que la justicia como concepto filosófico sólo puede valerse a sí misma mediante la aniquilación de lo opuesto, de lo injusto, ¿pero injusto para quién? Después de cometido el crimen, la inteligente y abnegada Jill Polard se entera del delito que cometió su adorado profesor, por lo que lo sermonea para que diga la verdad sobre el asesinato del juez, idea nada grata para Aba, quien toma una decisión basada en su las sensaciones causadas por su experiencia previa.

Poco sorprende que Allen siga recurriendo a estereotipos sociales para fundamentar sus principios de sarcasmo y humor pero que, desafortunadamente, no llegan más lejos de lo que su propio estilo le concede. Por otra parte, me agrada la idea de que Allen matara al bueno de la historia, pero intuyo que en esta ocasión, el guión de An Irrational Man resulta premonitorio, como arando el terreno para su mejor película, en la que Woody hará nuevamente el papel principal, sólo que será una actuación sin precedentes en la filmografía de nuestro querido y controversial director.

* Virginia Rico. Historiadora y Gestora Cultural

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