En los últimos años se ha escrito bastante sobre Ana y Bruno: que si ha pasado más de una década desde que Carlos Carrera la concibió, que si tardó cinco años en producirla, que si parte los animadores abandonaron el proyecto o que su costo rebasó los 100 millones de pesos. A veces los medios se desgastan más en describir lo que rodea a un proyecto, y puede que esté bien, pero ahora llega el turno de hablar de lo que desde este viernes 31 de agosto se verá en las pantallas de los cines comerciales, una vez que la película recorrió varios festivales, incluido el de Morelia.
Realizada para verla en 3D sin lentes en la sala, Ana y Bruno cuenta la historia de una niña atrapada en un hospital psiquiátrico del que querrá escapar para encontrar a su padre y salvar a su mamá, quien es víctima de una extraña criatura que la atormenta. Comienza así una aventura que involucra temas como la muerte en los niños, la importancia de la familia, los amigos a toda prueba y la salud mental, tópicos que no son tan recurrentes en cintas dirigidas al público infantil, pero que son bien manejados en una historia por demás emotiva.
Las voces que dan vida a la animación están a cargo de Galia Mayer y Silverio Palacios en los roles principales, además de Marina de Tavira, Regina Orozco, Damián Alcázar, Julieta Egurrola y Héctor Bonilla, que interpreta a un malvado y descorazonado jefe del hospital. En cuanto a la estética, no hay nada qué reprocharle a Carlos Carrera y todo el equipo de producción de Lo Coloco Films, casa que debuta con este trabajo y promete más realizaciones de alto voltaje.
Basada en la novela de Daniel Emil, quien escribió el guion junto a Flavio González Mello, la historia mezcla el drama de una niña sumamente asustada con el humor de personajes pintorescos, que van desde un invidente con más capacidades que cualquiera hasta elefantes rosas, niños verdes con orejas largas, hombres-reloj y toda una fauna atrapada, eso sí, en la locura total. Un planteamiento con referencias a las alucinaciones de la Alicia de Lewis Carroll pero con una carga emotiva que toca las fibras del espectador y sobre todo que da un tratamiento inteligente a temas que son sensibles y podrían caer en clichés o visiones equivocadas.
Por si fuera poco, Ana y Bruno muestra al México rural y sus increíbles paisajes, todo realizado con una minucia que terminamos por agradecer. El también director de El crimen del Padre Amaro (nominada al Oscar) y El Héroe (Palma de Oro) por fin ve concretado un ambicioso sueño que ya ha sido reconocido en festivales como Annecy, además de ganar la Mejor Película Iberoamericana en los Premios Quirino y ser la función de clausura del Festival Internacional de Cine de Morelia 2017. A partir de este viernes, vendrá la prueba de taquilla, y tiene todo para superarla.