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Apapachos para la Bracho

FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE GUADALAJARA

Francisco Valenzuela/Enviado

Las generaciones más recientes la identifican por sus papeles en telenovelas, pero el trabajo de Diana Bracho también ha dejado una profunda huella en el teatro y en el cine, sobre todo si hablamos de esa época donde el séptimo arte en México pasó por su momento más complicado, las décadas del 70 y 80, cuando se hacían películas de ficheras y videohomes de muy mala calidad.

Los pocos que se aferraron a imprimir historias bien pensadas, bien dirigidas y bien actuadas responden a apellidos como Rípstein, Cazals, Leduc, Hermosillo, entre otros directores, mientras que en el plano actoral Diana Bracho es sin duda una de las puntales, quien se involucró en cintas hoy de culto como Las Poquianchis (1976) El Castillo de la Pureza (1973) y Actas de Marusia (1975). Por esas y otras razones, la actriz mexicana recibió este sábado un homenaje por parte del Festival Internacional de Cine de Guadalajara, el premio Mayahuel como un reconocimiento a su larga carrera de la que se declara orgullosa, sin puntos de arrepentimiento.

Acompañada por el crítico de cine Leonardo García Tsao, Bracho compartió un breve anecdotario de su vida en el cine y la televisión, recordando papeles memorables, como aquel donde mata a su hermana a palos, “una escena que me dejó secuelas de varios días”. Aunque su herencia familiar la destinaba a la actuación, Diana Bracho reconoce que ese no era precisamente su sueño de infancia, “de hecho, entré en pánico cuando quise hacer mi primer papel, simplemente no pude”, dice en referencia a El Diario de Anna Frank. Esa amarga experiencia en teatro la llevó a que debut actoral fuera en la pantalla grande, “a diferencia de la clásica formación, yo empecé en cine y luego me probé en teatro”, recuerdo con mucho orgullo. La charla se desarrolló como parte del Talent Campus de Guadalajara, por lo que las preguntas de estudiantes no se hicieron esperar, la mayoría de ellas en el sentido de que compartiera “los secretos” de la actuación, a lo que simplemente respondió con “no hay tales, todo se trata de trabajo, disciplina y sobre todo mucha pasión por lo que se hace”.

A la televisión no la desdeña, dice que las telenovelas son una suerte de “gimnasio para el actor”, pero que al igual que en el cine, requiere de talento, y sobre todo de tomar papeles dignos, que sean perdurables para la memoria del espectador. Estudiante de filosofía y letras, Bracho aseguró que dicha disciplina siempre la ayudó para su carrera como actriz, pues desarrolló la capacidad de abstracción en la lectura y así comprendió mejor los papeles a interpretar.

Y sobre la calidad histórica de las actrices y actores en México, no dudó en señalar que siempre ha habido buenos y malos, y sin empacho mencionó que su tía Dolores del Río era una gran estrella, una diva, pero también “una pésima actriz”.

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